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El eventual viaje de Francia Márquez a Etiopía, Kenia, y Sudáfrica en el África subsahariana ha despertado una controversia injustificada entre quienes consideran que se trata de un gasto injustificado en épocas donde el gobierno debe dar ejemplo de austeridad. María Isabel Rueda en una columna en la que hace un balance de la política exterior afirma que la gira no es criticable, salvo por el hecho de que estaría desplazándose con una comitiva de 60 personas y por una eventual apertura de embajada en Addis Abeba, sede de la Unión Africana. Remata la columna comparando la posible gira de la vicepresidenta como un “safari”, alusión que no deja de ser relevadora sobre nuestra concepción de ese continente al que todavía percibimos en términos caricaturales. ¿Es necesaria esa gira? ¿En qué puede beneficiar a Colombia estrechar los lazos con determinados Estados del África subsahariana? ¿Se equivoca el gobierno al destinar recursos a este tipo de desplazamientos, mientras internamente hay tantas necesidades apremiantes?

Cuando se habla de austeridad, es fácil apuntar a la política exterior como un campo en el que cualquier esfuerzo de gasto público parece innecesario, suntuoso e injustificable. No obstante, se desconocen tres circunstancias que vale la pena recordar en estos tiempos. Primero, Colombia hace parte del Sur Global (anteriormente Tercer Mundo, periferia, países en vías de desarrollo) y necesita un acercamiento con sus pares según el esquema de cooperación Sur-Sur que nos haga menos dependientes de los países del norte industrializado. La extrema inclinación hacia Estados Unidos nos hace vulnerables y reduce las opciones de proyección internacional. Históricamente hemos pagado caro esa dependencia en términos de soberanía. Colombia aún no mira hacia otras regiones del mundo y, entre las de América Latina y el Caribe, sigue siendo una nación ensimismada, llena de prejuicios respecto del Asia, Medio Oriente y el África. Segundo, en el marco de la Globalización resulta indispensable cooperar con otros Estados en temas como migraciones, narcotráfico, protección de bienes culturales, seguridad alimentaria y transición ecológica. Colombia no tiene la capacidad para dar respuestas a estos desafíos sin el concurso de otros Estados del Sur Global. Y tercero, se espera de un gobierno progresista que equilibre las relaciones exteriores e imponga la doctrina de respice similia (mirar hacia nuestros pares). La reivindicación de la izquierda democrática ha sido la de contrarrestar la tendencia de sumisión a Estados Unidos para estrechar lazos con América Latina y el Caribe (tal como reza la Constitución, pero casi ningún gobierno la ha respetado) con pares en otras latitudes.

Claro está, no faltan las críticas ancladas en los lugares comunes, en particular el falso dilema entre política exterior y necesidades de política interna. Por estos días abundan los señalamientos de que es innecesario que Petro se desplace a Haití o Márquez al África con el argumento engañoso de que se están descuidando temas internos a expensas de la política exterior. Nada más alejado de la realidad. Para la gestión de varios de los temas urgentes como la paz, las migraciones, y el comercio y las inversiones como motor de la reactivación postcovid, entre otros, la diplomacia desempeña una tarea fundamental que no suele tener réditos electorales o en medios de comunicación. La política exterior es un blanco fácil para simplismos. Álvaro Uribe clausuró 14 embajadas, 10 consulados y fusionó varios ministerios apelando a esta demagogia. Ese error craso lo pagamos los colombianos en los ocho años de introspección y cuando se debilitó como pocas veces en 30 años de Globalización la cancillería, convertida en apéndice del Ministerio de Defensa. Rodolfo Hernández proponía el cierre de 27 embajadas, una estrategia que hace eco de innumerables prejuicios sobre temas internacionales.

Así como en su momento Julio César Turbay estableció relaciones con la China popular y, posteriormente, el país se ha venido abriendo a varias latitudes distintas a las tradicionales de Occidente, es una buena noticia un renovado acercamiento al África subsahariana. Se trata de una zona en la que es posible explorar y explotar el dialogo político, la cooperación y las relaciones comerciales dejando atrás tantos prejuicios y un chauvinismo arribista, reflejo de la forma como desde Bogotá, encerrados en el centralismo, seguimos manejando nuestra política exterior.

twitter: @mauricio181212

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