Una mirada ética: Saqueo de recursos naturales, ¿hasta cuándo?
Sin lugar a dudas el planeta está cambiando. La temperatura media global va en ascenso, los ecosistemas que pueden se están “reestructurando” biológicamente debido a transformaciones antropogénicas y las naciones se están adaptando a las nuevas condiciones de la Tierra (unas con más eficiencia y rapidez que otras). Tenemos delante de nosotros muchísimos retos inundados de preguntas y escasas respuestas condicionadas a muchos factores internos y externos; y el mayor desafío que debemos afrontar a partir de ahora es una valorización moral de la propia gente.
Cuando nos referimos a los temas medioambientales, es sumamente importante hacer una profunda revisión del aprendizaje pasado-presente-futuro, ya que como en algún momento lo describió Ralph Emerson “los años enseñan muchas cosas que los días no conocen”. Y es que vivimos el día a día tan solo pensando en el hoy, comprometemos el futuro (nuestro y el de próximas generaciones) con las acciones del presente sin pensar que el hoy, se vuelve el mañana del ayer.
Uno de los males más notorios (y a la vez dañinos) de la humanidad, es que ha ido perdiendo su identidad social y ecológica, desencadenando una serie de situaciones negativas en la relación hombre-naturaleza y hombre-hombre. Debido a esto, es imprescindible apostar por un cambio epistemológico de las sociedades actuales, involucrando la ética, la moralidad, la cultura y las tradiciones en el marco de la conservación del patrimonio natural, la preservación de recursos naturales y la valoración (no solo económica) de los servicios de los ecosistemas.
A diario la naturaleza nos enseña y nos demuestra. Ésta se representa como un sinónimo de nobleza en el ser humano y por esta razón considero vital que las sociedades actuales nos reencontremos con ella; así como hicieron tiempo atrás, nuestros antecesores en los inicios de la civilización humana. Apreciar la naturaleza nos puede conectar con la conciencia de estar imbuidos en un universo vivo. Frederic Vester dijo en algún momento que “la naturaleza es la única empresa que no ha quebrado en 4.000 millones de años” y está en lo cierto. El sistema ambiental es un sistema completamente perfecto, sin error y sin fallas.
Los glaciares, los bosques, el clima y los océanos representan una simbiosis de conocimiento y con el paso del tiempo, las sociedades se han convertido en sus aprendices. El entorno nos muestra la realidad de la situación, la cruda realidad: un 60% de los ecosistemas han sido degradados, unas 1.000 millones de personas sufren actualmente por escasez de agua y el calor experimentado durante el último medio siglo no es para nada habitual.
La pérdida de biodiversidad y de ecosistemas, el cambio climático y la deforestación representan las crisis medioambientales más importantes en la historia de la Tierra. Nuestra ya reconocida incompetencia humana como “élite inteligente” de entre todos los animales ha desencadenado innumerables extinciones de flora y fauna a causa de acciones antropogénicas. Se pierden especies cada vez con más regularidad y cada pérdida de éstas representa una tragedia para la biósfera. Cuando se pierde un género (que incluye potencialmente a numerosas especies), se pierde una parte de la historia de la vida.
De acuerdo a recientes avances del Museo de Ciencias Naturales de España, unas 150 especies se extinguen cada hora en el planeta. Para entender con un poco más de claridad que significa esto para el entorno socio-ecológico, cuando se pierde una especie es como si cortáramos una ramita de un árbol; cuando se extingue un género, estamos cortando una rama muy grande de él. Y es que la biodiversidad es la base fundamental del planeta y está íntimamente relacionada con la sociedad. A medida que ésta se vaya perdiendo, más pobreza habrá en el mundo. Actualmente el 70% de las personas con escasos recursos, viven en zonas rurales y por consiguiente dependen de la diversidad biológica para mantener sus vidas y a sus familias.
Para comenzar a cambiar nuestra actitud saqueadora de recursos naturales, debemos aprender a conectar los problemas ambientales con los sociales en un contexto lineal, es decir que ambos deben integrarse entre sí e interpretarse como una interacción entre ellos y no como la suma de los mismos, ya que al final de todo, las consecuencias no solo serán efectos que se interpretarán dentro del sistema ambiental sino también en el social y éstos, se extenderán mucho más allá de nuestro pequeño horizonte.
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