¿Saben cuánto se demoró viajando de Medellín a Bogotá? Casi dos semanas… Antes se mantuvo integrado este país… Ungido de mirada infantil y parando oreja Carrasquilla nos contará con lujos de detalles cómo se encantó del Teatro Colón, lo qué hablaba con Rafael Pombo, la "belleza" de Julio Flórez y sobre la única vez que se saludó con José Asunción Silva. Gocemos de las picantes descripciones que hacía a sus tías y a su amigo Pachito.
Bogotá, octubre 28 de 1895
… No sé qué horas serían cuando llegamos a la estación de La Sabana. ¡Qué gentío, qué movimientos!: el chinerío voceando periódicos, peleando por sacar equipajes, ofreciendo carruajes y comestibles; la novelería de la gente; el palpitar vertiginoso de la gran ciudad, lo entutuman y lo aturden a uno. Por el teléfono se averiguó por el hotel. Ángel nos metió los bártulos en un carro; nosotros nos metimos en una calesa, y después de atravesar muchas calles nos descargó en el "Hotel Europa", calle de Florián, al propio frente del Banco de Colombia…
Bogotá, noviembre 5 de 1895
… Las estatuas de Bolívar y de Mosquera son una belleza. El Capitolio lo hace soñar a uno con el Partenón: tal es de severo e imponente. ¿Cómo será cuando lo terminen? (…) Dos cosas me han hecho abrir la boca en legal forma, y son el mercado y el Teatro Colón (…) el teatro tiene 105 palcos y 104 focos de luz eléctrica en figura de glicina. Las filas segunda y tercera están sostenidas por cariátides doradas, correspondiendo cada una a las divisiones de los palcos, y cada una distinta en posición y cara (…) Tres veces he estado en el gran teatro, en "Hermani", "Aída" y "Rigoletto"; pero ni cuenta me he dado de la ópera y de los cantantes por ver teatro y concurrencia; pues los hombres van de frac y flor en la solapa…
Bogotá, diciembre 2 de 1895
¿Y qué te diré de Julio Flórez? Nada, m’hijito: porque para formarse idea de él, se necesita verlo, oírlo y tratarlo. Siempre se dice que los hombres célebres se achican al acercárseles: ¡pues con Flórez sucede lo contrario! Así y todo intentaré retratártelo. Es el poeta por temperamento: el hombre marcado por Dios con el sello del genio; con el genio encarnado en un cuerpo de hombre. Es la poesía hecha carne. Ni alto ni bajo, delgado al par que esbelto; pie y manos finas y largas, y muy airoso y reposado de movimientos. La cara, la cabeza toda, es un poema por la expresión y por la belleza: pálido, con una palidez de perla, y tan fino y satinado de tez, que parece cera esmerilada; las cejas y los bigotes son tan negros, tan finos y tan primorosamente dibujados, que no parecen de gente de "verdá", sino de gente pintada. Los labios son tan graciosos, tan volubles, y tan sumamente rojos, que no puede concebirse cómo, en esa anemia que denuncia aquel cuerpo, haya ahí tanta sangre y tanta vida; y son sus dientes tan primorosos y blancos que hasta parecen azules. Tiene orejas violadas y unos ojos rasgados con una pupila tan grande y de una negrura tan intensa, que se le forman focos de luz, como a los ojos de las Dolorosas; también en el pelo liso y un poco flotante se quiebran los rayos solares como en superficie charolada. En toda esa figura tan idealmente hermosa y tan varonil, hay no sé qué de triste y enfermizo que encanta y ofusca al mismo tiempo. Viste siempre de negro, traje muy humilde y aseado, corbata angosta y cuello tendido; nunca usa sombrero de copa sino de fieltro. Es muy moderado y silencioso, y su voz es medio atragantada, a la vez que muy dulce. Toca violín con una expresión y un sentimiento que pone los nervios en rebullicio. Canta con tanta suavidad y con estilo tan particular, que eso sí es de veras que es cosa de otro mundo. ¡En cuanto al modo como recita no podré expresártelo! Bástete saber que le oí recitar una poesía inédita titulada "Víctor Hugo", y me dejó enfermo: toda la noche me la pasé viendo al hombre. ¡Qué estrofas! ¿Qué arranques! La cara se le contraía como a un poseso y su voz era por momentos la de un acaecido. ¡Sin duda, Pachito, que el poeta de veras es un loco, un verdadero energúmeno! (…)
Carlos Arturo Torres sí que es un tipo: nadie puede figurarse que aquel señor tan común, tan naturalote, tan sencillo y como todo cristiano, sea el gran escritor, el gran poeta de la idea. (…)
Don Rafael Pombo es las ruinas de Herculano: una curiosidad arque-antropológica. ¡Qué desencanto! No está tan viejo para tanta chochez: debe ser algo de tocamiento. ¡Si lo oyeras disertar sobre un remedio que ha descubierto para los hombres que no sirven! (…)
José Asunción Silva… ¡¡¡Virgen de la Trinidá, mi querida Madre!!! ¡Ese sí que es el tipo de los tipos, y la cosa particular! Es un mozo muy bonito, con bomba de para arriba, y muy crespo él y barbón… ¡Pero no te puedes figurar una bonitura más fea ni más extravagante! Es muy culto y muy amable; pero con una cultura tan alambicada y una amabilidad tan hostigosa, que se puede envolver con el dedo, como cuenta Goyo del dulce de duraznos de Santarrosa. Modula la voz como dama presumida, y, sin embargo, no tiene nada de adamado. Anda como un huracán, pero con mucho compás. Da la mano pegándola al pecho, encocando cuatro dedos y parando el índice, de tal modo que uno tiene que tomársela por allá muy arriba! En fin: es un prójimo tan supuesto y afectado, que causa risa e incomodidad al mismo tiempo; y a vueltas de tosas esas rarezas, es muy ilustrado y parece muy inteligente. Ya me explico por qué hizo aquella caricatura tan famosa de la poesía rubendariaca: es que él es un rubendariaco en carne viva. Aquí lo llaman José Presunción Silva Pendolfi (por pendejo), y por hacerle pareja al ministro a Silva Gandolfi, el ministro [embajador] venezolano. Aquí terminó la galería: otra vez, si hay lugar y ocasión, te hablaré de otros notables".
(Tomado de Epístolas, en "Obras Completas de Tomás Carrasquilla". Editorial Bedout, Medellín, 1958. Tomo II.)
Desocupado lector: si te agrada Carrasquilla, te remito a la página de la biblioteca Luis Ángel Arango, en donde puedes leer sus cuentos más famosos. http://www.lablaa.org/blaavirtual/literatura/carrasqu/carras1.htm
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