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«Pobre cuerpo, inocente animal tan calumniado: tratar de bestiales sus impulsos, cuando la bestialidad es cosa del espíritu». (Cernuda, «Posesión»). 

La poesía de Cernuda me encanta porque no quiere parecerse a lo que se entiende por poesía. Como si al no gritar, ni declamar, ni reiterar, sin bonituras ni frases sonoras, su efecto poético fuera más hondo. 

A diferencia de lo que se cree, los buenos poetas no necesitan contorsionarse como saltimbanquis en busca de la pirueta verbal; jamás confunden la afectación del lenguaje con el estilo. Saben, como dice Reyes, que hasta los perros sienten necesidad de aullar a la luna llena pero eso no es poesía. Los buenos poetas simplemente hablan. Y ya de la abundancia del corazón se derraman sus versos. Algo similar ocurre con los mejores cantantes: no cantan en sí. Si uno oye bien, simplemente hablan. Así el bolerista Daniel Santos, cuyo vozarrón sigue estremeciendo el Caribe, tan sólo habla; nada sobreactuado. Lo mismo Edith Piaf o Sinatra. 

¿Por qué el lenguaje como sin brillo de Cernuda, inclinado hacia un prosaísmo de complejos periodos sintácticos y circunvalaciones gramaticales, por qué deja impregnado de poesía al lector? La introducción de Ángel Rupérez tampoco logra explicarlo. Admite que es una poesía que opera sobre el cuerpo, como un analgésico.  Admite además que Cernuda es el poeta más independiente de su generación. Tributa en el surrealismo, pero una poema suyo de esos años veinte de la vanguardia madrileña nos dice algo más.  Es su poema «Los placeres prohibidos»:

 

«….Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente, con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta,

la única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia:

Si no te conozco, no he vivido

Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido».

 

Los críticos afirman que, después del estallido de la Guerra Civil, Cernuda aprendió mucho de la poesía inglesa en su exilio londinense. No hay duda: por el tono flemático que lo asiste en ningún momento carente de bellas imágenes como en «Impresión del destierro»:

«En un salón del viejo Temple, en Londres,

Con viejos mubles. La ventanas daban,

Tras edificios viejos, a lo lejos,

Entre la hierba el gris relámpago del río».  

 

Los críticos dicen muchas cosas. Lo que más me gusta de Cernuda, por ahora, pertenece su última etapa. Se trata del Cernuda que, tras largos años en Inglaterra y en Estados Unidos, metido en el gris orbe anglosajón, hacia finales de los años cuarenta de pronto pasa la frontera a México. Y en su obra «Variaciones sobre tema mexicano» toma posesión de su lengua, de la vida y de su cuerpo. Él, que ha dicho ser un «español sin ganas», de súbito recobra todas esas ganas a la vista de los chamacos mexicanos. Y dice así en «Posesión» 

«El cuerpo no quiere deshacerse sin antes haberse consumado. Y, ¿cómo se consuma el cuerpo? la inteligencia no sabe decírselo, aunque sea ella quien más claramente conciba esa ambición del cuerpo, que éste solo vislumbra. El cuerpo no sabe sino que está aislado, terriblemente aislado, mientras que frente a él, unida, entera, la creación está llamándole (…)

Mas para fundirse con el mundo no tiene el cuerpo los medios del espíritu, que puede poseerlo todo sin poseerlo o como si no lo poseyera. El cuerpo únicamente puede poseer las cosas, y eso sólo un momento, por el contacto con ella. Así, al dejar éstas su huella sobre él, conoce el cuerpo las cosas.

No se lo reprochemos: el cuerpo, siendo lo que es, tiene que hacer lo que hace, tiene que querer lo que quiere. ¿Vencerlo? ¿Dominarlo? Cuán pronto se dice eso. El cuerpo advierte que sólo somos él por un tiempo, y que también él tiene que realizarse a su manera, para lo cual necesita nuestra ayuda».

 

Hay tanto qué decir de Cernuda… Poeta inagotable, del futuro. Aquí una antología online de sus poemas: http://www.poemas-del-alma.com/luis-cernuda.htm

Sólo una recomendación final. No nos detengamos ante la belleza de las palabras, la pulcritud de las estrofas, la importancia de los poemas o su posible significado. No intentemos captar eso. Otra cosa, con eso basta.

 

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