Kant decía que para la PAZ PERPETUA los intelectuales nunca deberían convertirse en políticos ni los políticos en intelectuales, «porque la posesión de poder echa a perder inevitablemente el recto uso de la razón». El ensayista estadounidense, Mark Lilla, parece corrobar esa impresión al bosquejar a los intelectuales del siglo XX que coquetearon y se enseguecieron con los poderosos y los tiranos. No voy a entrar a discutir lo que dice sobre Benjamin o Heidegger, sobre Foucault o Derrida. Ni siquiera a comentarlo. Sólo voy a parafrasear las impresiones intrínsecas que me ha dejado este ensayo.
Las ideas totalitarias de los tiranos (aun democráticos) no son engendros inexplicables, sino consecuencias lógicas de una idea central en el pensamiento occidental: el sueño de la razón, de la razón como explicadora de todo; el anhelo de lo absoluto.
Las peores tiranías no son conducidas por analfabetos, sino por políticos «intelectualizados» que pierden el equilibrio por saber borronear unas cuantas cosas o discursos. Sus odios son herméticos como una pared sin ventanas. Irreconcialiables.
Un intelectual se degrada cuando deja de concibir al ser humano como individuo, es decir, cuando lo concibe como hombre-masa, como hombre-ideología, como hombre-partido. Cuando cree simpatizar con las víctimas y los desamparados, realidad simpatizando con los victimarios.
¿Qué ocurre en la mente de un ser humano para que sea capaz de defender «intelectualmente» una dictadura, una guerrilla esclavista, un ejército paramilitar, un regimen que no tolere la libre discusión y acalle a sus enemigos, pensando que todo eso es algo bueno e incluso hermoso? ¿Acaso las ideas más sublimes y justicieras se pueden distorsionar hasta lo monstruoso?
!Bah! Pero esa palabra «intelectual» tiene demasiado peso semántico. Nadie debería considerarse seriamente «intelectual». Como dice Gómez Dávila, la mudurez del espíritu nos llega cuando dejamos de sentirnos encargados del mundo.
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Esas anotaciones, Sebastian, me parecen una radiografía de lo que ha pasado en latinoamérica y en colombia, donde cualquier estudiante leía a Marx o a esos pensadores temerarios y se iba al monte a echar bala. yo creo que los que echan bala no sonbrutos intelectualmente hablando, sino muy fanáticos de una idea. Por no hablar de Venezuela, donde Chávez se esta convirtiendo en un gran escritor y pensador, descuidando otros asuntos de esa nacion. Ese fanatico leyo unas cuantasparrafadas sobre historia y quiere acabar con la oligaruía colombiana, así porquesí, lo mismo que ha dicho la guerilla por 60 años
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La gente piensa que este tipo de libros son reaccionarios, pero no, son del más auténtico liberalismo
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