Latinoamérica está obligada a pensarse desde el conflicto. Obligada también a asumir la memoria de la víctima, porque memoria es conocimiento y al mismo tiempo justicia. Y como la víctima es una realidad nueva en las democracias occidentales, pondríamos a prueba aun más la tan mentada universalidad del cristianismo cuya filosofía se asienta -sin ironías- en proteger a la víctima…
Pero nuestros Cristos -los que pretenden «salvarnos»- son demasiado retóricos, leguleyos, tramposos, propietarios, arribistas, mundanos, con ínfulas de intelectuales, autoritarios, multimillonarios. Casi tan arbitrarios como el Mahoma del Islam.
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Sebastián Pineda Buitrago
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