Varias veces he pensado si Juan Gustavo Cobo Borda ha sido el ensayista por antonomasia o el gran crítico colombiano. Temo negarlo, porque Cobo Borda no es autor de ensayos literarios en sí, sino de comentarios al margen de sus propias lecturas. En la solapa de su último libro, “El olvidado arte de leer” (2008), los editores no resaltan mucho su bibliografía ya que en realidad él no ha escrito el gran ensayo lúcido o inmortal; comentan más bien, entre chiste y chanza, sus 1.93 metros de estatura que le garantizaban éxito en el baloncesto, los 25.000 libros de su biblioteca y su vicio hedonista de leer.
Pero sus lecturas a veces fatigan terriblemente ante la repetición de comentarios en torno a Mutis y García Márquez – como si fueran los dos únicos escritores colombianos. De lejos parece como si la novela colombiana, dicen en México, consistiera en lo siguiente: “Mutis y Gabo escriben, mientras Cobo Borda”. Acá en este libro, al menos, hay un comentario sobre Laura Restrepo y una brevísima mención a “La tejedora de coronas” de Germán Espinosa y a “Rosario Tijeras” de Jorge Franco. Y unas páginas muy incompletas sobre el gran poeta Charry Lara.
A mí el libro que más me ha gustado de Cobo Borda ha sido "Lector impenitente" (2005), donde está su fascinante ensayo, ese sí, titulado “Alfonso Reyes – Jorge Luis Borges: una amistad literaria”, entre otros artículos. Pero en todos sus libros, la lucidez o los momentos de gran reflexión se mitigan, se deshacen por su espíritu frívolo. La frivolidad no es nada malo; viene desde los cirenaicos de la Grecia antigua, quienes tomaban la literatura como una efímera sensación y nunca escribieron nada relumbrante. Igual: ¡qué importa!
Para probar si Cobo es o no es un verdadero crítico, citaré un largo escolio de Nicolás Gómez Dávila – otro espíritu aparentemente frívolo pero que sí dejó una obra deslumbrante – en donde están las condiciones del crítico esencial. Y ustedes juzguen….
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“La verdadera crítica literaria no consiste en un discurso, sino en un adjetivo oportuno”.
“Un crítico no es el ciudadano anónimo que nos habla de un libro. Ni siquiera es, tan sólo, un hombre erudito, inteligente y capaz.
"La crítica no es la mera ocupación con las letras, ni la afición ferviente a las artes, ni, tampoco, los vagos discursos que las prolongan.
"No bastan que el amor, el gusto, la pasión meditabunda resuelvan hablarnos de lo que los seduce, los conmueve, los revela a sí mismos, sobre ellos influye, los detiene o los guía.
"Ni aprobar o rechazar, ni absolver o condenar, ni admirar o detestar, ni excluir ni elegir, ni juzgar, son en sí, y sin más, actos críticos. La crítica es, sin duda, todo eso por lo menos, pero sólo en una configuración histórica determinada, en un lugar preciso y definible de la historia literaria.
"La crítica acompaña un gran movimiento literario, una de esas amplias mareas espirituales que modifican el dibujo de las costase e invaden el interior de los continentes.
"Paralelamente a las creaciones literarias, como su sombra, como el cuidadoso dibujante de su relieve, la obra crítica camina, con menor pompa, pero quizá con igual importancia.
"En las estribaciones inferiores del Parnaso, pero en el Parnaso.
"La crítica es como una literatura a la segunda potencia.
"Literatura sobre la literatura, que para aparecer requiere las mismas fuerzas espirituales que engendraron la literatura que critica. El crítico tiene que bañarse en las mismas aguas interiores en que el genio hunde sus raíces, tiene horadar los mismos granitos, los mismos cuarzos.
"El crítico no es espectador de la literatura, sino participante. Es miembro de un grupo natural, de una generación espiritual, comulga en los símbolos doctrinarios de una secta.
La participación del crítico en lo que critica no es, así, mera actitud, mera posición de cazador, mimetismo de ave rapaz, simulacro de simpatía y flexibilidad para coincidir con el movimiento y el ritmo espiritual de la obra, Einfühlung metodológico, y paciente humildad de una inteligencia dócil a su objeto.
"La participación del crítico en lo que critica es una participación existencial, es una comunión de esencia, un temblor de hoja en el bosque bajo los soplos de idéntica borrasca.
"No hay por lo tanto crítico aislado, critico solitario, crítico que no aparezca como prólogo, como comentario perpetuo o como epílogo, de un gran movimiento literario.
"No es, así, el crítico"
Nicolás Gómez Dávila. "Escolios a un texto implícito"
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"La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran verdad"
Sí, se me olvidó mencionar esas lúcidas notas sobre Gide – no sobre Genet, Camilo – que Cobo ha leído tan bien. Cobo es ante todo un gran lector: el término de crítico es huidizo para él. Es un lector, como todos, con muchos meandros y sinuosidades que a ratos no parecen efecto de la conversación espontánea sino de cierta perversidad – por cierto necesaria en toda crítica, pero que en él no evoluciona lo suficiente. Yo lo comparo a él con Hernando Téllez – y encuentro las notas de Téllez más simpáticas y profundas (Téllez, un enamorado de Gide y de la crítica francesa estilo Saint-Beuve. Creo que a Cobo, a la literatura colombiana, le ha fakltado una crítica de corte inglesa – lo tuvimos con Sanín Cano – cuyos escritos lo acojan todo. Me refiero a ese espíritu scholar, que Borges supo asimilar de forma increíble.
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Cobo me parece, antes que ensayista que ilumina, buen conversador que acompaña. Por escrito, claro. A veces aburre, pero en cada artículo mete un datico raro, una frase bien confeccionada, alguna anécdota picosa.
En el lanzamiento de este libro mencionó la crítica que tanto se le hace y que Sebastián recoge acá: por qué insistía tanto en García Márquez. Cobo Borda dijo que lo hacía por la pregunta que cada año le hacía su hija: «Papá, ¿de qué vamos a vivir este año?». Fue gracioso.
Destacable el artículo sobre los Diarios de Genet, o el que repasa los años de amistad de Mutis y Gabo. También me gustó el referido a las novelas de Clarice Lispector.
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