Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

                          

Es, creo, la cuarta reimpresión de "Para antes del olvido". Y al parecer su autor, Tomás González (Medellín, 1950) no suele aparecer entre los principales narradores colombianos de la segunda mitad del siglo XX. Ya se ve cómo hace de falta la crítica en nuestro país. Pero no nos quedemos en quejumbres. Pasemos de una vez a comentar esta hermosa novela.

Toda la novela se organiza por fragmentos. Tiempos y lugares distintos arman un círculo, creando al final una especie de elipsis que nunca se cierra lo suficiente. Los fragmentos son autónomos entre sí, y el lector los va uniendo por sutilidad o por una vaga percepción – como sucede en la música de Debussy.

Los dos protagonistas de esta novela son Josefina y Alfonso. Los fragmentos dedicados a Josefina son los de menos aventuras, ya que ocurren a lo largo de un período de sesenta años durante los cuales ella vive medio encerrada en un viejo caserón de Envigado. Como la amada inmóvil de Amado Nervo, parece muerta o en una eterna espera, desde 1913 hasta 1977, la llegada prometida de su amor adolescente, Alfonso. En cambio, los fragmentos dedicados a Alfonso contienen las aventuras más interesantes. 
 

En 1913 Alfonso sale de la "fortaleza de musgo", es decir, de lo profundo de la cordillera hacia el valle extenso del río Magdalena. De Medellín ha descendido a través del Ferrocarril de Antioquia que cincuenta años después por fin lo acababan de terminar, trayendo en su mente y en sus maletas todo el carácter antioqueño  tan rudo y tan febril pero tan nostálgico y terco. En el buque que lo conduce hacia el mar, pierde la virginidad, o gana más bien la mundanidad con cierta actriz española  perteneciente a una flotante compañía de Teatro. Pero no puede olvidar a Josefina. No sabe gozar el presente. 
 

De Barranquilla sube a Bogotá, y allí traba amistad con los poetas modernistas del momento, algo decadentes y demasiado afectados. Por ejemplo, se hace amigo del poeta Aurelio Martínez Mutis, a quien Rubén Darío sin querer lo premió en una revista de París en 1912, pues en adelante el pobre Aurelio se creyó el mejor poeta de Colombia cuando no era más que un modernista pasado de moda; también se lo creyó Carlos Villafañe. En  la Bogotá de 1913, cuando Alfonso arribó por primera vez, los señores se creían abogados o poetas y hablaban todo el tiempo de política; no había hombres de ciencia, o gente dedicada al progreso práctico,  y de ahí que el ambiente histórico de esta novela discurra ceremonioso por no decir que tedioso, sólo que la prosa de Tomás González va bellamente de prisa, sin ninguna afectación. ¿Cómo le hace? 

Otro de los poetas con los que se cruzó Alfonso se juraba a sí mismo ser el más respetado por cuanto se apellidaba Del Castillo: era en realidad Eduardo Castillo, vanidoso y cocainómano poeta bogotano que desdeñó "La vorágine" (1924) de Rivera, pero que dejó dos versos con los cuales le perdonamos todo:
 

           "sobre una charca oscura flota el croar gimiente
           de un sapo que se muere de amor por una estrella"
 

Alfonso poco a poco va olvidándose del amor místico y a ratos irreal que siente por Josefina. Pero si entrega a su nueva amante, una hija de cierto militar de enrome poder en aquellos días del régimen conservador, todas sus aventuras siguen siendo fragmentos de ese único y eterno amor confinado en un caserón de Envigado. 
 

A riesgo de no contar lo que cuenta mejor Tomás González ni revelar el desenlace, hablemos ahora de las impresiones estéticas que deja Para antes del olvido. Una prosa poética nos baña de erotismo. Tomás González describe escenas eróticas con impresionismo, es decir, no diciendo cómo la hija del militar  besa a Alfonso y lo va desnudando, y el cómo va acariciando sus senos y lenta y suavemente penetrándola, sino con otra óptica: por una mesita que se cae golpeada por las piernas de ella que se arquean; por una lámpara que se apaga; por el sonido voluptuoso y sudoroso de las sábanas. Hasta el erotismo sasí e hace más intenso porque nos excita la imaginación… y otras cosas… Por lo demás, Tomás González manifiesta en esta novela su amor por la poesía francesa y por el modernismo hispanoamericano.
 
Además de "Para antes del olvido", Tomás González – sobrino del Brujo de Otraparte Fernando González y cuya hrelación cuenta  en "La historia de Horacio" – ha escrito también "Los caballitos del diablo", entre otras estupendas novelas. También recomiendo su colección de cuentos titulada "El rey del Hanka-Manka" y su libro de poemas, "Manglares".    

Sebastián Pineda

___________________

Tomás González

Revista Arcadia

Otros enlaces a Tomás González:

El secreto mejor guardado de la literatura colombiana

Manglares, poemas de Tomás González

Los caballitos del diablo, de Tomás González

Compartir post