La maldad del mundo nos ha acostumbrado a la suspicacia. Pero no deberíamos ser propensos a concebir sospechas o tener desconfianza de todo. Que las apariencias engañan, como quiere hacernos creer cierto dicho popular, es un consejo equivocado, pues vivimos entre apariencias. Nadie llega nunca a la verdad suprema.
Slavoj Žižek lidera la voz cantante de la suspicacia intelectual. Y lo hace muy bien. En su último artículo en The London Review of Books, “In the Grey Zone”, acusa de aburridos a quienes se atragantaron de falsas suspicacias para condenar a medias –o a veces hasta para celebrar– los asesinatos contra la redacción de Charlie Hebdo. Los hace ver como gente que sigue un patrón deplorable: sospechar y oponerse a todo “consenso liberal”, aun así sea en solidaridad con las víctimas, sólo por oponerse, y acaso criticar pero con muchísima reserva a los victimarios.
Al condenar tajantemente esa masacre, en efecto, muchos de ellos –los vi en Facebook– temían dejar de ser suspicaces (¿inteligentes?) y lo que es peor, pecar de islamofobia al simpatizar con Europa o con el cristianismo o con el “malvado” mundo de Occidente. Pero Žižek les aclara: “There is nothing Islamophobic in condemning the Paris killings, in the same way that there is nothing anti-Semitic in condemning Israel’s treatment of the Palestinians”.
Otra cosa es que Žižek sospeche y se oponga al vago lema de “Je suis Charlie” y a la imagen hipócrita que dieron los políticos “all around the world holding hands in solidarity with the victims of the Paris killings, from Cameron to Lavrov, from Netanyahu to Abbas”. Sergei Lavrov, por ejemplo, es el ministro de asuntos exteriores de Rusia, donde se han cometido decenas de asesinatos contra periodistas: ¿hubiera sido capaz de marchar en Moscú por la misma causa? Todos los gobernantes viven en la falsedad hipócrita. Basta ver cualquier capítulo de la serie House of Cards para desengañarnos de la política –o para interesarnos. En vez de la portada con la imagen de Mahoma llorando, el último número de Charlie Hebdo debió caricaturizar, para Žižek, la hipocresía de esos políticos europeos.
Pero, aun así los hubiera caricaturizado, habría que ver con suspicacia esas caricaturas políticas; la revista Don Juan, en la provinciana Colombia, ha seguido el eco de esa sospechosa solidaridad post-Charlie Hebdo poniendo de portada la caricatura de dos semidioses criollos: Uribe y Santos.
De tanto buscarle la cara al diablo voltea a verte.
El periodismo –aliado incondicional del patrioterismo– ha heredado todo el integrismo religioso, y nos ha vuelto fanáticos de portadas o titulares de revistas y periódicos.
Nada como volver a la relatividad del lenguaje: representación del mundo, pero no el mundo. Por encima del texto, el contexto: la vida
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