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El taxista es el termómetro de la sociedad. Es como un glóbulo amarillo (yellow cab) que se mueve por el sistema sanguíneo transportando todo tipo de células.

Acaso por ello TAXI, del director iraní Jafar Panahi, fue una de las películas más aplaudidas del Festival Internacional de Cine de Berlín.  Bajo la prohibición de adecuar un set de grabación en la ciudad de Teherán, por la barbarie iconoclasta del fanatismo musulmán, Jafar Panahi empotró tres cámaras en el volante de un taxi, y él mismo se puso a conducir en todo el sentido de la palabra: hizo una meta-película, es decir, una película que se observa a sí misma. El efecto seduce de inmediato. La lente de una cámara nos va conduciendo por las calles de Teherán; la lente de la otra nos muestra al conductor, y la otra a los pasajeros (personajes, actores) que él conduce, de nuevo, en todo el sentido de la palabra. El conductor de un taxi no sólo se hermana con el director o el conductor de una película; un taxista bogotano puede ser la viva imagen de Juan Manuel Santos.

EL BOTÓN DE NACAR se llevó el premio al mejor guión. Debió haberlo ganado también en fotografía: vastas imágenes del archipiélago chileno que nos recuerdan al mejor Neruda de Residencia en la tierra. El oleaje violento del Pacífico, o el viento océanico torciendo las jarcias o arañando los acantilados de la Patagonia, es el auténtico narrador de esta película:  «Mirando las estrellas me atrajo la importancia del agua. Parece que el agua vino del espacio exterior y que la vida nos llegó en los cometas que formaron los Mares. El agua, la frontera más larga de Chile, forma un estuario que se llama Patagonia occidental. Aquí la cordillera de los Andes se hunde y reaparece en miles de islas. Es un Lugar sin tiempo, un archipiélago de lluvia.» Lo demás es indigenismo contra la conquista ; persecusión política en tiempos de Pinochet.
La ensayista Beatriz Sarlo se quejaba, a propósito de los festivales de cine en Europa, que los latinaomericanos debemos producir películas subordinadas al impacto social y político, mientras que ellos sí pueden producir películas con perspectivas estéticas. Patricio Guzmán, el director de EL BOTÓN DE NACAR,quizá le ha dado contentillo a esta perspectiva racista de la izquierda internacional; pero su película ha triunfado también por sus virtudes estéticas. Viva imagen de que ética y estética van cogidas de la mano.

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