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Para el profesor Kahneman, a quien mencionamos en la entrada anterior, el exceso de confianza es el más significativo de todos nuestros sesgos mentales. Lo explica en su libro “Thinking, Fast and Slow” (Pensar, Rápido y Despacio,) publicado en el 2011.

En lo que respecta al tema de inversiones, esta heurística ha sido ampliamente estudiada por los profesores Brad Barber, quien figura en la lista de los 50 eruditos en finanzas mayormente citados, y Terrance Odean, alguna vez alumno de Kahneman.

Para ellos es imposible reconciliar el volumen de las operaciones con las necesidades reales de inversionistas racionales. Explican que son el resultado de un exceso de confianza sobre la habilidad personal, el nivel de conocimiento, el nivel de riesgo asumido y lo que nos depara el futuro.

No solo malinterpretamos sistemáticamente la información que tenemos a mano, sino que además somos irrealmente optimistas ante hechos que muchas veces resultan puramente aleatorios.

Para quienes no siguen muy de cerca las noticias en el tema financiero, GameStop es una empresa que alguna vez fue emblemática en la venta al detal de video juegos. Pero ya desde antes de la pandemia arrastraba dificultades al no haberse adaptado al comercio y a las descargas vía Internet. Sus ventas llevaban tres años a la baja, los estados financieros se mantenían en rojo y su acción deambulaba entre $10 y $20 dólares.

Un buen día en plena pandemia, concretamente el miércoles 24 de febrero alrededor de las dos de la tarde del año pasado, el señor Ryan Cohen, muy reconocido en esas redes sociales tipo “Reddit” y “WallStreetBets,” publicó bajo su seudónimo “Daddy Cohen r/WSB” un tuit con la foto de un cono de McDonald’s, y el emoticón de una rana. La historia apareció en muchos medios, entre otros en el portal “celebritynetworth.”

El autor hizo alusión a una posible referencia en clave, como ocurre hoy en día con casi todo en las redes, a un indicador técnico -el “MACD” por sus siglas en inglés- cuyo gráfico pasa de rojo a verde cuando indica que ha llegado el momento de comprar (“froggy” en inglés, que puede hacer alusión a una rana). La noticia y las imágenes están en Google. El presentador de la cadena CNBC no atinaba a disimular su desconcierto.

En el mundo de las acciones, el origen de los movimientos no necesariamente se limita a un acontecimiento específico. Es factible que haya sido mera coincidencia, pero el hecho es que instantes antes de la publicación del tuit el precio de esa acción rondaba los US$49. Ese día cerró a US$91,71, y al día siguiente alcanzó a negociarse hasta en US$184.68, con una valorización cercana al 277%. Aparte del cono y la rana, no hubo, ni ha habido, información susceptible de justificar semejante trepada.

Cabe anotar que el señor Cohen no es exactamente un proletario. De acuerdo con “Businessinsider,” fue cofundador de una reconocida empresa de comida para perros, la cual vendió en el 2017 por cerca de tres mil millones de dólares. Con esos recursos adquirió 9 millones de acciones de esa empresa, a un precio promedio de US$8,43. El valor de la operación alcanzó US$76 millones, convirtiéndose de paso en miembro de su junta directiva.

El hecho es que quien compró acciones a US$344, su máximo histórico, y no se deshizo de ellas, estaría enfrentado a una pérdida de 76% con respecto a su precio actual (US$81.)
Por esos caprichos de las matemáticas, se requiere una valorización de 324% (!) para recuperar esa inversión, con el agravante que los posibles compradores han mermado su entusiasmo.

Es cierto que desde comienzos de ese año, muchos de esos jóvenes e intrépidos inversionistas lograron ponerse de ruana a Wall Street, y durante algún tiempo a algunos de sus más connotados protagonistas. Pero para muchos de ellos el camino de regreso resultó bastante tortuoso, y como siempre, en estas situaciones los ingenuos que llegan tarde son quienes terminan pagando los platos rotos. A la larga, las burbujas –algunas pueden prolongarse un largo tiempo- terminan siendo muy injustas en cuanto a la redistribución de riqueza.

Hoy en día, las acciones de memes e instrumentos afines hacen parte integral del lenguaje financiero en las redes, donde la información se difunde mediante una frase, un eslogan, o una imagen. Existen portales especializados en contabilizar esas menciones.

La periodista Rachel Louise Ensign, en una nota publicada en el Wall Street Journal titulada “Robinhood, Tres Amigos y la Fortuna que se Esfumó,” hace una reseña de los avatares por los que pasaron algunos de ellos en la plataforma que funciona bajo ese nombre, la cual les redujo significantemente los costos y los requerimientos. Alcanzaron a soñar con el color de sus Lamborghinis, con saldar sus deudas, en invertir el ahorro de sus padres, o quizás regalarles una casa. “Pero al final del día tuvieron que volver a poner los pies sobre la tierra, y preocuparse tan solo por proveer a sus familias.”

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