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Enrique Gil Calvo  en ‘Medias miradas’ contrasta los signos evidentes femeninos con los signos evidentes masculinos y su representación imaginada, mirando sus distinciones a lo que refiere la contención o autonomía pronunciadas mediante la imagen, en lo que respecta a la feminidad se expresa como alguien dependiente de una pareja o de la propia familia y la masculinidad dependiente de la carrera, labor, trabajo. En este panorama la señora Ana Rosa, es la desviación de ese paradigma, ya que ella juega con el rol de mujer y hombre, haciendo siempre las cosas con autonomía e independencia, pero teniendo claro y consiente que de haber sido hombre, las obligaciones laborales y familiares la amarrarían a un lugar y a una situación de tiempo cíclico. Lo anterior puede explicarse a través del aislamiento que desde niña adoptó en su vida, alejándose del mundo político y publicitario, se cerraba y ceñía a sus propios pensamientos y a partir de allí actuaba y no tuvo un agente en su familia que la obligara a hacer algo y así se ha mantenido.

La señora Ana Rosa Londoño, tiene ojos grandes y una sonrisa cálida, usa el cabello corto lo que le da un aire fresco y autentico, abierta, sincera y espontánea, desde pequeña mantuvo un espíritu libre e independiente y no dejaba que otras personas con cualquier complejo de superioridad ya fuera por el dinero o el género pasara por encima de ella o le diera ordenes, por lo que siempre llevó una vida basada en las acciones que ella quería, limitada claro, por las posibilidades que el entorno y la sociedad le permitían realizar, por ejemplo, aunque quiso seguir sus estudios escolares de bachillerato y formarse en una universidad no tuvo la oportunidad o recursos suficientes para que ello se llevara a cabo.

Su infancia se desarrolló en una finca del pueblo Amalfi, fue criada por su abuela y un tío, allí le enseñaron los elementos necesarios para desenvolverse por sí sola y fue forjando su carácter, más tarde en su época de joven empezó a vivir en la ciudad donde trabajaba en casas de familia, salía a bailar y tomar con sus hermanas y nunca tuvo una relación de noviazgo formal, nunca tuvo lujos, sin embargo, se acomodaba a cualquier situación. Era una mujer sencilla que no usaba accesorios, tacones o maquillaje.

Al cumplir 23 años se realizó un aborto, que atribuye al exceso de fiestas y malas amistades, aunque siguió viviendo su sexualidad con plena libertad, ese pasaje de su vida le enseñó a ser más responsable. A los 25 quedó en embarazo de su único hijo, nunca le contó al progenitor de este. Se trasladó a Montería donde crió a su hijo Alex los primeros 5 años, con mucho sacrificio, vivía de ayudas de amistades y de lo poco que se ganaba en trabajos domésticos.

Buscando mejor estabilidad económica viajó a la ciudad de Santa Marta donde como ella misma dice fue feliz  porque desde pequeña le gustó la naturaleza y los paisajes que esa ciudad le ofrecía eran “mágicos” y “reconfortantes”. Además allá conoció a quien hoy es su esposo, un hombre proveniente de Marinilla, quien destacaba por su espíritu trabajador, un hombre con un pasado que le dejó dos hijos, con los que Ana Rosa tuvo que luchar hasta ganárselos definitivamente, formaron una familia a punta de diálogo y comprensión y ella se considera la cabeza del hogar, ya que él deja que tome las decisiones quizás por ese espíritu libre y dominante que la caracteriza.

Cuando tenía 43 años pasaron por una crisis económica y regresaron a Medellín, años más tarde ella empezó un negocio donde era su propio jefe por primera vez y donde podía hacer lo que más le gusta, servir a los demás; Consiste en el arriendo de habitaciones a estudiantes, negocio que ha mantenido los últimos 10 años. En este periodo se casó con su esposo, porque él es alguien muy espiritual y quería unirse a ella, sin embargo, Ana asegura no sentirse dependiente de él ni de nadie, solo de Dios, pues con el paso del tiempo se ha arraigado más a la religión, y dice que agradece cada momento que ha vivido porque eso constituye lo que es hoy, no cambiaría nada y menos ser mujer pues si hubiese sido hombre probablemente dice ella, seguiría en aquella finca…

Entrevista realizada a la señora Ana Rosa Londoño

Por: Mariana Arteaga

NIÑEZ

A: Yo nací el 3 de octubre de 1960, fui criada por mi abuela y un tío, no me crió ni mi mamá ni mi papá, desde pequeña yo aprendí a defenderme sola, yo recuerdo que desde los 4 años yo iba sola a la casa de la vecina a ver qué había, eso era para mí un placer. Nosotros por lo general teníamos todo en la casa, la leche…Todo lo que se cultiva en una finca porque yo fui criada en una finca en el pueblo que se llama Amalfi y la finca era de la vereda Las ánimas…Nunca me sentí atemorizada, ni con miedo, yo vivía tranquila donde estaba, no le tenía miedo a lo que estaba a mi alrededor. Me deleitaba irme por el “monte” viendo los árboles, los animales…

M: ¿Por qué cree que no sentía miedo?

A: Muy poquitas veces en mi vida he sentido miedo, pero es el hecho de haberme criado en ese lugar, donde a pesar de que no había luz en las noches, yo me sentía bien porque escuchaba los animales, y nunca me sentí sola, y por lo que siempre aprendí a vivir sola, el miedo para mí no fue una debilidad, y hoy en día lo reconozco, gracias a eso he superado muchas situaciones. En ese tiempo vivir en esos lugares era muy bonito, no como ahora que uno ya no puede salir.

M: ¿Tenía amigos? ¿Iba al colegio?

A: Mis amigos eran mis vecinos, al colegio fui a los nueve años que empecé a estudiar porque prácticamente lo hacía en la misma casa, porque mis vecinos algunos si sabían estudiar, yo tenía muchos, era muy amiguera pero eso sí con mucho respeto y ellos me enseñaban a leer, me consiguieron una cartilla que se llamaba “Nacho” y con eso yo fui aprendiendo a leer, después empecé a estudiar en la escuela cerca de la finca cursé hasta tercero de primaria, ahí aprendí a leer y a sumar algunas cosas y ya, hasta los 19 años que volví a seguir estudiando.

M: ¿Existían diferencias entre hombres y mujeres?

A: Prácticamente el papá era el que mandaba pero que estaba en la casa solo por las noches, en el día estaba trabajando, entonces cuando llegaba todo el mundo en silencio, la mamá siempre estaba ahí en la casa, el papá era la figura autoritaria. Yo nunca tuve restricciones en cuanto a jugar con los niños y eso, pero si veía alrededor que las niñas tenían que jugar con las niñas y los niños con los niños, yo solo me preocupaba por tener amigos, jugar, correr, estar tranquila y ya.

M: ¿Cómo la reprendían o castigaban?

A: pues mi abuela nunca dejó que me pegaran, ella nunca lo hizo, además yo tenía un carácter, en el colegio sí cuando no respondía correctamente o no llevaba la tarea nos daban con la regla en la mano, eran muy estrictos, pero no podían pegarnos en otro lugar, y yo era muy rebelde, siempre defendía mi opinión, mis amigas eran más calladas, y yo agradezco haberme criado así porque las niñas de la edad mía hoy tienen muchos hijos, tuvieron unos marido muy dominantes, una vida muy sumisa, mientras que yo no, yo hice lo que quise, yo salía sola desde los 7 años, montaba caballo, a muchas de ellas no las dejaban hacer nada de eso. Yo doy gracias porque yo pude vivir la vida más abierta más por decisión propia, en cambio ellas no, ellas vivieron la vida de otros. Yo creo que yo cumplí los dos roles, ayudaba en las cosas domésticas a mi abuela y ayudaba en el trabajo del campo a mi tío y yo por eso me siento bendecida, porque me abrió otros pensamientos y si hubiera sido hombre me hubiera tocado ceñirme al patrón de hombre que trabaja y mantiene a una familia.

ADOLESCENCIA Y JUVENTUD

A: Ya estando más joven, la rumba me gustaba mucho los fines de semana, a mí me animaba mucho la música, el baile, y estar entre la gente. Después de eso mi tío se consiguió una novia, y se iban a casar, yo siempre fui muy decidida, lo que le dije fue bueno si usted se va a casar que su señora se haga cargo de sus cosas, él se casó y la señora no sabía hacer absolutamente nada, me tocó entrenarla, quedó embarazada, quedé de cuidadora yo, entonces ya pasé de cuidar a mis hermanos a cuidar algo así como una madrastra, era casi de la misma edad mía, tenía 17 años, en ese tiempo había un trabajador en la finca que trabajaba con mi tío, y por lo general yo iba a llevarle el almuerzo, en ese tiempo ya yo de 16 años una señorita, un día fui a llevarle el almuerzo y él quiso abusar de mí, el me agarró por la parte de atrás de una forma que yo enseguida hice fuerza y le dije “suélteme” como no me quiso soltar yo mandé el codo y le pegué en el estómago y le dije “suélteme o le digo a mi abuela” entonces me soltó y salí corriendo a la casa, llegué a la casa y le dije a mi abuela que no volvía a llevarle el almuerzo, ella me preguntó por qué y le dije que ese señor se estaba propasando conmigo, al otro día mi abuela lo confrontó, él trabajó esa semana y no lo volví a ver más…

M: ¿Usted cómo veía la situación de que su tío estuviera casado con alguien de su edad?

A: La verdad que a mí me parecía terrible, por ella yo aprendí cosas que ni por ahí había sabido, entonces yo me preguntaba como así que ella no sabe hacer esto, que no sabe lavar, que no sabe cocinar, pero si sabe cómo atender a alguien en la cama y esto aquello o aquello, cuando ella tuvo el niño, yo ya empecé a hacer cosas afuera yo de cuidandera no me iba a quedar, yo me había criado sola, a mí no me cuidaron, porqué yo iba a criar a otra de mi edad, así que un día dije ¡ya no más! Y me fui a trabajar con una amiga de mi madrina en Rionegro, y a la finca volví como a los dos años, pero a pasear, en Rionegro muy chévere fueron dos años, trabajé bien, y después mis dos hermanas se vinieron a vivir acá a Medellín y decidimos vivir las tres juntas, en una casa pensión, a los 20 años, empecé a trabajar en casas de familia. A los 20, 22 años yo viví una vida muy chévere, rumbeaba, paseaba tenía amigos, trabajaba, demasiado independiente. Siempre lo fui, desde muy niña, eso sí yo aprendí, pero después de vieja a pedir algo o a dar las gracias, yo me eduqué de una forma que lo que yo tenía era porque me lo ganaba, entonces eso de pedir no estaba en mi vocabulario y dar las gracias tampoco, aprender esa situación fue bastante duro. Pero hasta los 22 años fui una chica relajada, llena de amigos, paseaba, mejor dicho, excelente.

Por allá en Rionegro tuve un amigo, ese fue el primer novio que realmente, hablando a calzón quitao fue con el primero que tuve relaciones, a los 20 años, fue algo que nadie me había dicho, ni me habían explicado cuando niña, fue como quien dice el instinto, éramos casi de la misma edad me llevaba como un año, y no me gustó eso me dolió mucho (risas)… Fue una relación como quien dice de jóvenes, yo no le paraba bolas a eso.

M: ¿Por qué cree usted que no le “parabas bolas” a eso?

A: Porque quizá yo nunca fui apegada a otra persona o sea que como las cosas llegaban y así mismo se iban, todo estaba de paso, así era con mi familia, si yo estaba lejos yo nunca lloraba ni nada, o ahora entiendo que de pronto fue el hecho de haberme criado sola, entonces para mí el que llegaba no era un apego, y tampoco esperaba que esa persona se quedara a mi lado, en mi casa a mí me tildan de la fría, la dura, de la que no llora por cualquier cosa. Y pues, con ese novio como yo me vine para Medellín, fue como “es que como usted se fue” y yo ah bueno pues suerte, chao, esa era yo, no era apegada.

M: ¿Qué accesorios usaba para salir?

A: La verdad yo nunca fui de accesorios, así como usted me ve así sencilla, ahora porque ya toca ponerse algo, pero siempre fui relajada para vestirme, yo nunca  estaba a la moda, lo que podía comprar eso me ponía, por lo general las mujeres usaban vestidos, pero yo como a los  23 fui muy feliz cuando pude comprar las telas para mandar a hacer los pantalones, bota ancha hasta la cintura.

M: ¿Pensaba en casarse?

A: Yo nunca pensé en casarme, eso no estaba en mis planes, eso de criar muchachitos y mantener a un marido, no, yo tan independiente no quería atarme a nadie, pero Dios tenía otros planes más adelante, eso era lo que la mayoría de las mujeres deseaban y no veían la hora de salir de la casa para casarse, pero ahí no había ninguna libertad porque pasaban de un dueño a otro y yo con eso no iba, eso de matrimonio no, eso era lo que la sociedad nos vendía en ese momento y todas las muchachitas pensaban en eso, yo no y la verdad me siento bien y realizada con lo que viví hasta ese momento, nunca me apegué a nada y eso me dio libertad para no vivir la vida de los demás sino la mía y ver en la vida de los demás lo que yo no quería para mi vida, aunque casi nunca es lo que uno quiere ser sino lo que el entorno le permite ser, al final termina uno aceptando cosas.

ADULTEZ 

A: Hubo un espacio, una situación en vida en la que yo cambié de empleo, cambié de casa de familia y me hice amiga de la hermana de la patrona, pero ellas dos eran muy diferentes, para ser hermanas eran totalmente diferentes, dos polos opuestos. Me hice muy amiga de la que llevaba una vida más desordenada, la hermana de la patrona. En ese trayecto hubo algo en que yo perdí el sentido de la orientación de lo que yo pensaba y venía haciendo, que yo no hacía las cosas porque las demás personas quisieran sino lo que yo quería hacer, pero a raíz de esa amistad me dejé llevar y empecé a hacer cosas por lo que la otra decía. Nosotras salíamos mucho de rumba, en esas salidas yo conocí a un hombre que se volvió muy amigo mío y luego empezamos a salir, pero nada formal, éramos lo que se dice un vacilón (risas), él era de Pereira, pero a mí eso no me importaba, yo no lo quería para casarme, ni nada serio. En ese proceso, hubo un pequeño inconveniente, a pesar de la edad que tenía, unos 23 años, yo era muy inocente para los asuntos de relaciones, los padres no enseñaban absolutamente nada, uno aprendía como por instinto, entonces, hubo un mes en el que el periodo no me llegó, yo le dije a mi amiga y enseguida me dijo, que estaba embarazada. Yo no entendía, ella me explicó y me dijo que no me preocupara, me llevó donde una señora que hacía bebedizos, ahí la decisión no fue mía, sino de ella porque yo no sabía qué hacer, dejé que ella tomara la decisión por mí, la señora me dio unas tomas y a los días me llegó el periodo, desde ahí yo corté la relación con esa muchacha, nada que ver, no volví a salir con ella, después me dijeron que eso era algo terrible, pero pues ni modo ya lo había hecho, me dejé influenciar mucho por ella, así que corté esa amistad, definitivamente por más carácter que uno tenga siempre hay un momento en el que alguien o algo lo hacen hacer otra cosa.

Después de ese aborto yo no tomaba pastillas ni nada, pero sí empecé a controlarme.

Ya a los 25 años, me enamoré ciegamente del sobrino de mi patrón, y eso fue algo que yo todavía me digo, no puede ser posible, entonces me volví cómplice de él en todo, yo era la amiga, la confidente, la todo, hasta que una noche pasó lo que tenía que pasar y bastó una noche para quedar en embarazo, ahí si me di cuenta a los 20 días que empecé a vomitar y decidí seguir como fuera el embarazo. Mis patrones se fueron para Montería y yo me fui con ellos, nadie supo que yo estaba embarazada, de mi familia nada, él siguió sus estudios y se fue por allá por los Llanos orientales, nunca se enteró, yo no quería ser la de metidas de patas, ya cuando la patrona se enteró que mi hijo era del sobrino de su esposo ella empezó a humillarme y yo para eso no sirvo, así que le pedí la liquidación y me fui, Dios nunca me desamparó, con otra muchacha que trabajaba en una casa vecina me fui para las finca de los patrones de ella en Montería también, entonces ya empecé a trabajar solo por días, lavaba, planchaba y así… Hasta que tuve a mi hijo, él es costeño, nacido y criado en Montería.

M: ¿Alguna vez se imaginó siendo madre?

A: Ni por ahí, nunca lo pensé, era una situación que yo no entendía, me sentía sola, en las noches yo era nostálgica y triste, porque yo no contaba sino con esa amiga, porque de mi familia nadie sabía nada, ellos conocieron a mi hijo cuando tenía 15 meses que yo vine a Medellín.

M: ¿Cómo fue el cambio de vivir en Medellín a vivir en la costa?

A: ¡El calor! Hacía mucho calor, creo que era lo distinto, ah bueno y las apariencias, allá la gente vive de las apariencias, en una ciudad tan grande la gente no anda pendiente de la vida de los demás, pero en pueblo pequeño, infierno grande, incluso mis patrones eran distintos a cómo eran en Medellín, la señora se sentía más grande. Igual cuando me fui un año más tarde para Santa marta a trabajar en un restaurante, allá conocí a quien es hoy mi esposo, que también es paisa, entonces me fui a trabajar a la tienda de él, estaba divorciado y pues hicimos buena compatibilidad, decidimos formalizar una relación.

M: ¿Por qué con él decide formalizarse finalmente?

A: Yo nunca le había parado bolas a eso, pero esa vez yo ya venía pidiéndole a Dios pues que yo no quería quedarme sola del todo, porque yo sabía que mi hijo crecía y se iba y pues de esas cosas de la vida decidimos formalizar una relación, fue algo para mí muy difícil en el principio de la relación, porque él era una persona con unos antecedentes y yo también lo mío, él era una persona muy desconfiada y yo no estaba acostumbrada a pedirle permiso a nadie, no fue nada fácil, entonces después los niños, él tenía dos niños, uno con síndrome de Down y una niña,  llegaron a pasar vacaciones, fue un encontrón maluco, se quedaron seis meses allá y eso se volvió un despelote.

Yo le dije a él que eso me estaba resultando muy difícil, porque era algo nuevo para mí, él ya había tenido una familia pero yo no, ya había vivido con alguien pero yo no, entonces él me dijo una frase que sería eco durante el resto de mi vida con él y fue “la mujer hace al marido”, yo no iba a permitir que toda la vida siendo independiente alguien me sometiera a sus caprichos, primero fue difícil, pero pasó la situación él fue aprendiendo y yo también.

Llevamos casi 30 años juntos, nos casamos hace 8 por lo civil por lo que ya él era casado, pero eso no ha sido impedimento para seguir, hemos pasado por muchas situaciones económicas de enfermedad, accidentes, cambio de ciudad.

M: ¿Por qué regresaron a Medellín?

A: Porque estábamos pasando por una mala situación económica y acá teníamos a la familia y eso, por lo que nos vinimos él a trabajar en un almacén con una hermana que hasta el día de hoy aún sigue allí y yo también trabajando con mi hermana, después estando acá una amiga me dejó el negocio de la casa de familia atendiendo a estudiantes y ya llevo 10 años con eso y de eso vivo, siempre he creído que nací para servir, primero criando a mis hermanos, luego a todos los hijos de las casas donde trabajé, a mi propio hijo y a estos jovencitos que vienen a estudiar y que las mamás me dejan encargados y ahora esperando a mi segundo nieto, así como usted ve mi casa así ha estado en todos estos años rellenándola de a poquito, los muebles intactos y pequeños, no me gustan las cosas grandes, es más todo es muy antiguo. Y pues de eso seguiré hasta que Dios me lo permita o me muestre otro camino…

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