Lorica ha sido la protagonista de muchos de mis escritos y es que su majestuosidad no puede reducirse a una sola columna. A pesar de que han pasado algunos días, aun siento el sabor del pescado en la boca, el sol en mi frente y la sensación de la lancha en el agua.
Como escribí en mi post de Instagram, el mundo es de los soñadores y locos que se fijan en las cosas que los otros no ven. Uno de esos locos nos permitió recorrer el Sinú.
‘Entre amigos’ lleva por nombre el tour que te reencuentra con las raíces si eres de estas tierras o con la vida misma si vienes de afuera, una mezcla de cultura, naturaleza e historia.
Mientras “el profe” narra con gran entusiasmo la historia que ha constituido a Santa Cruz de Lorica, frente al Mercado público, el famoso “Ranchón”, el resto del grupo se deleita con los primeros sorbos de café mañanero, acompañado de una degustación gastronómica que incluía la polvorienta galleta de limón. Embarcamos en el malecón, un grupo de personas muy variadas, el secretario de gobierno que saludaba con familiaridad y regocijo a las personas del pueblo, a su vez, María Rosario vivía un idilio de amor con su holandés a quien le brillaban los ojos maravillado con el paisaje que se le presentaba el del río, el del mar, el de ella, o la combinación de ella en el río y mar, la historiadora con ojos de turista que le regaló a la mamá su primera experiencia en lancha, una barranquillera que llegó a pasear con su hijo y protagonizó uno de los tantos momentos divertidos, cuando sin pudor y muerta del susto empezó a gritar “Ay Dios mío, yo venía feliz en el río” pues el paso por la desembocadura dejó atrás las aguas tranquilas del solemne Sinú y se abrió ante la turbulencia de las olas del mar Caribe, otro par de personajes, y por supuesto, Jesús Hernández Ballestero, el promotor del tour, su señora, Carmen “la cachaca” y su hijo, el gran Lucas, quien se disfruta todo con la particular inocencia y curiosidad de la infancia, juntos han creado la marca patrimonio, denotando orgullo y admiración por nuestra cultura bajosinuana.
En el descenso del Río se admira el pueblo de San Nicolás de Bari, sus artesanías de enea y estatuillas de barro características de la cultura zenú, un sinfín paisajístico, especies de aves, y casi se puede percibir en los labios lo salubre del agua. Pasar la desembocadura de Tinajones es una experiencia única, donde acentuamos la costeñidad y lo caribeño, llegando a la Bahía de Cispatá en San Antero, donde espera un buen pescado en la Isla Terraplén y el recorrido por los manglares, reflejo de la simbiosis ecosistémica.
Si me detengo a contar con detalle las vivencias de este recorrido sacado del realismo mágico de García Márquez pero en palabras de Zapata Olivella, me extendería, la invitación es a que ustedes también la vivan, la sientan y la cuenten, entonces, solo entonces, los locos ya no seremos unos cuantos.
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