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‘Pretérito indefinido’: se utiliza para acciones que tienen lugar en un determinado momento del pasado.

Capricho, tal vez. El mismo capricho que guía mis dedos en este momento para escribir una historia que jamás existió. Y jamás existió porque, sin ser nada, nos juramos que solo él y yo, y nadie más, se enteraría de lo que hubiese entre nosotros dos.ilustracvión. Mujer pensando en un hombre.

Él era un capricho. Un capricho de casi dos metros de altura y cabello rubio y desordenado. Aun así, las sortijas de su cabello, que parecían entrelazarse de una forma tan meticulosa y tan perfecta pero sin esfuerzo alguno, me daban esa casi analgésica sensación de que mi existir podía fácilmente resbalar y perderse entre la vasta periferia del cielo azul que tenía por ojos. Sí, señores, él era un capricho de esos que ni el azar traería a una mujer como yo.

Incluso así, él y yo fuimos. ¿Cómo pude ser tan tonta? Todo comenzó por el final.

Lo conocí durante unas vacaciones, no tenía su nombre claro y ya sabía la marca de sus boxers y dimensionaba bien lo que se encargaban de guardar. ¿Qué me quedaba? ¿Excusarme en el alcohol? Demasiado cliché. La verdad es que desde el momento en que mis ojos cruzaron su figura supe que, por lo menos, debía intentar llamar su atención. Y así fue. La buena noticia: lo logré; la mala, su juego estaba mejor planeado que el mío.

Quise hacerme a la idea de que fue una noche de copas y que el calor de una ciudad de clima caliente me había dado a cambio una buena historia de un amor de verano. Llegó el invierno y él no se había ido. Mis intentos por dejarlo en pretérito indefinido fueron en vano. De esa manera, aprovechando la tendencia posmodernista del amor, nos sugerimos ser lo que comúnmente se denomina como “amigos con derechos”.

–Bah, ¿amor? ¿Quién necesita eso?–.Ilustración: Niña pensando

Un buen polvo puede llenar mi espíritu libre e importaculista. Me dije a mí misma, mientras pensaba que había encontrado al hombre que llevaba esperando toda mi vida. Y es cierto, jamás había encontrado quién diera la talla a mi forma de ser extrovertida e insensata.

Para este momento, mi estimado lector, ya debe saber que quien escribe es una perfecta boluda y que siempre fue más que evidente que todo empezó con la pierna izquierda. Aún así, continué pensando que podía manejarlo, que jamás se saldría de mis manos, que eventualmente iba a comenzar a verlo como un objeto sexual y no como mi media naranja. Esto, además, parecía misión fácil, pues el susodicho no hacía el más mínimo esfuerzo por conquistarme; al contrario, mi interlocutor en la cama se comportaba como un verdadero patán. Y yo que me burlo de los “dicharacheros” (Adjetivo y sustantivo. (Personal) que conversa animadamente y es propensa a emplear dichos graciosos en las conversaciones: por ejemplo, dicen que los andaluces son muy “dicharacheros”), mal que bien dirán que mientras más duro se lance el bumerang o bumerán. Del inglés boomerang, que es una aplicación que permite crear minivideos de un segundo para redes sociales), más rápido volverá.

Pero no, no todo era cosa mía. ¿O sí? Tal vez no supe interpretar sus señales –y dicen que son las mujeres las que somos difíciles de entender– o simplemente malinterpreté todo.

A pesar de sus desplantes, hubo momentos en los que peló el cobre, y así fue que erróneamente creí importarle cuando comenzó a llamarme en las madrugadas para durar horas y horas hablando de todo y de nada. Cuando me llamaba con varios tragos encima para decirme que quería verme. Incluso, mandarme flores seguramente era señal de que buscaba reafirmar su patanería. Las conversaciones por WhatsApp, los mensajes, las salidas con sus amigos, las canciones mandadas y los chistes compartidos. ¡Ja! Los “te quiero que se le escaparon más de una vez… agh, pero nosotros éramos solo sexo, ¿verdad? Cómo pude dudarlo.

Eventualmente entendí que me estaba clavando una estaca a mí misma. Por un lado, me alegré de tener un buen corazón. Antes de este cretino no había sentido nada por nadie. Pero ¿de qué me servía tenerlo, si estaba desgarrándose con palabras que no podía decirle porque habíamos hecho un trato donde los sentimientos no eran una opción? Ya era hora de que algo perspicaz se me ocurriera, y ahí fue cuando decidí alejarme. Dejé de responder sus mensajes; si lo hacía, procuraba ser lo más seca posible, inclusive le dije que tenía asuntos personales pendientes y que no podía seguir haciendo lo que hacíamos.

– ¿Saben qué hizo el inepto?

Me pidió que no me fuera, que me quedara, que mi presencia en su vida había cambiado muchas cosas de él.

– ¿Adivinen qué hice?

¡Gracias, corazón bondadoso por manifestarte hasta ahora! No podía dejarlo, era tan indefenso y tan dependiente de mí que dejarlo habría sido una canallada. –Clásico tuyo, romantizar aquello que te hace daño–.

Aun así dejé a medio abrir la puerta que abrí para irme. No fui capaz de cerrarla, tenía el deber conmigo misma de largarme cuanto antes, porque sabía que había dejado de ser divertido hacía rato ya, pero la verdad es que quería a esta persona, me importaba. Alguna vez alguien me dijo que soy una mujer tan completa que no merezco que nadie me quiera a medias. En ese orden de ideas, tampoco merezco no ser querida en absoluto. Quisiera decirle a quien me dijo semejante cosa que entre “nada” y “a medias” prefiero a medias toda la vida, y seguir justificando estar con alguien que no quiere estar conmigo, pero tampoco sin mí.

Esto pasa cuando dos personas tan parecidas se encuentran.

El tiempo que duró nuestra historia supe todo de él y él de mí. Entendimos que ambos hemos tenido vidas difíciles, que cada uno pasó por momentos tortuosos que dejaron nuestras emociones maltrechas, y tal vez es eso lo que nos unió por tanto tiempo. No lo sé. Para mí el sexo fue una excusa, porque cuando le dije que no podía seguir complaciéndolo en esa dimensión me dijo: “No importa, prefiero tener tu amistad sin sexo que tener sexo sin tu amistad”. ¿Qué tal el cínico? Sigo sin poder creerlo. Ilustración: Mujer Pensando

Finalmente, un día me marché sin avisarle. Me desaparecí por completo para que no exista la posibilidad de sucumbir ante sus peticiones de niñito dependiente.

Pongo la frase en otro párrafo porque sigo esperando ese día. Definitivamente mis intentos por dejarlo a él y a “nosotros” en el pretérito indefinido del verbo “ser” fueron en vano. Siguen siendo en vano.

**Gracias a una lectora:

* Condolezza quiere ser tu amiga, escribe a este blog literario y cuenta tu historia a:  condolezzacuenta@hotmail.com  Twitter: @condolezzasol. Todas las historias serán revisadas y corregidas para ser publicadas.  Se reservarán los nombres, si lo deseas.  

Fotos 123rf.

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