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Por Rubén Balanta Mera

“¿Será que ya no me quiere? ¿Me ha dejado de amar?”, me pregunto minuto a minuto desde que he estado sentado aquí en la banca de este parque lleno del insoportable ruido de los niños jugando o llorando; esperando que ella vuelva a su trabajo. Sin embargo, no ha pasado nada. Pienso que soy un idiota y debí haberme resignado desde hace rato, pero mi mamá siempre me enseñó que la esperanza es lo último que se pierde. La verdad es que estoy anonadado; nuestro amor era de verdad. Recuerdo cuando nos vimos: fue amor a primera vista. Mi mamá me había llevado a un psicólogo, según ella porque no estaba bien de la cabeza. Puras mentiras.  123RF man sitting alone on park

Así que cuando estábamos esperando me le volé y me vine a sentar aquí; fue entonces cuando la vi, ella también lo hizo y hubo una conexión inmediata. Su belleza me cautivó. Su sonrisa acabó por terminar el trabajo. Puedo decir que ese fue el día más feliz de mi vida. Cada día venía aquí a la misma hora, esperando a que ella llegara. Siempre llegaba en punto.

¿Cuándo se retrasará por algún motivo?, me preguntaba.

Me desesperaba y me daba un ‘miniataque de pánico’, mas su mirada cálida me calmaba.

Nuestros diálogos eran cortos, pero intensos. No utilizábamos las palabras. No las necesitábamos. Nuestro lenguaje era el de seres superiores. Teníamos una sincronización perfecta. Sabía interpretar muy bien sus gestos y ella los míos. “Acompáñame a mi casa”, me decía a veces cuando salía tarde del trabajo. Yo era su protector. No podía dejar que le pasará algo; de modo que de lejos la acompañaba, vigilando sus pasos, acechando en la oscuridad, fantaseando con que la recompensa por cuidarla hasta su casa fuera un beso que desde hace tiempo estaba esperando… o por lo menos un… “gracias”.

31535957 - view of woman walking alone at nightSiempre se le olvidaba que yo iba detrás de ella, ya que, cada vez que estaba en la puerta de su casa, entraba sin despedirse. No la culpaba, sabía que había tenido un día difícil. En las noches, acostado en mi habitación, imaginaba el día que la tuviera entre mis brazos, probando cada centímetro de su piel, llenando su cuerpo de mí, explorando lo hondo de su monte de venus, llevándola a lo más profundo del éxtasis. Mi sed por ella cada día era más grande. Mi habitación estaba llena de fotografías que le tomaba siempre desprevenida.

Ella era solo mía. Quería tenerla.

Mi objetivo era hacerla feliz como yo lo era con ella. Cada dos días la sorprendía con un regalo que dejaba siempre en su casa mientras ella dormía. Siempre me las arreglaba para que no se diera cuenta.

“Estoy elaborando un plan para que estemos juntos y seamos muy felices. Quiero que lo entiendas. Tú eres para mí, yo soy para ti. Confía en mi amor. Tengo todo planeado. Nada va a salir mal”, decía la última carta que le dejé en su mesa de noche mientras soñaba en los brazos de Morfeo.

Cuando cumplimos nuestro primer mes me desperté con la sensación de que era el día que había estado esperando. Estaba ansioso. Me vestí con la mejor ropa. Ese día nunca lo olvidaré. Al llegar al parque y sentarme en la banca mi presentimiento fue confirmado. Ella llegó radiante y más hermosa al trabajo.

Fue el primer día que rompí con el sagrado ritual de quedarme sentado en esta banca hasta que saliera y verla de nuevo. Fui a prepararle una sorpresa. Ese día llegó tarde a su casa.

No entiendo aún por qué cuando entró y vio las velas encendidas y el corazón de pétalos se asustó.

Me fui hacia ella tratando de tranquilizarla. Parecía que no me reconocía. No razoné… ¿Por qué ella quería soltarse de mis brazos? “¡YO TE AMO. TÚ ME AMAS. ¿QUÉ PASA?!”, le grité.  21266212 - slow dance

No podía hacer nada, me tenía desesperado. Entonces mi mano alcanzó un cuchillo y este se hundió en ella, y como si fuera una pieza de Orfeo ed Euridice (Orfeo y Eurídice es una ópera en tres actos del compositor alemán Christoph Willibald von Gluck, con libreto de Raniero di Calzabigi, que data de 1762 y basada en el mito de Orfeo) bailamos juntos en una preciosa sincronía, mientras la sangre brotaba siguiendo el compás de la pieza, marcando, manchando todo, dejando huella del baile que se estaba llevando a cabo, el cual llegó a su fin cuando la bella doncella cayó rendida en mis brazos, quieta, tranquila, cansada del baile.

A partir de ese momento fue cuando pudimos disfrutar al máximo nuestra velada y tuve el sexo más grandioso que jamás había tenido. Pero ya han pasado varios días y no la he vuelto a ver. No puedo concebir qué salió mal.

Yo no le quería hacer daño. Yo la amo. Fui cuidadoso con todo. Incluso, antes de salir esa noche de su casa limpie todo. Yo sé que ella volverá.

Sé que no es igual a todas las mujeres que me abandonaban después de acostarse conmigo. Ella es diferente. “¿Será que ya no me quiere? ¿Me ha dejado de amar?”… No dejo de preguntarme.

 

**Gracias a un lector

* Condolezza quiere ser tu amiga, escribe a este blog literario y cuenta tu historia a:  condolezzacuenta@hotmail.com  Twitter: @condolezzasol. Todas las historias serán revisadas y corregidas para ser publicadas.  Se reservarán los nombres, si lo deseas.  

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