Hace cincuenta y cinco años el escritor afroamericano Manuel Zapata Ollivella escribió la novela corta: Chambacú, corral de negros, (1962). Zapata Olivella nació cerca a las orillas del Sinú, en Lórica (1920) y falleció en Bogotá (2004): el incansable viajero, lingüista, investigador, escritor, promotor cultural y explorador plasmó en su literatura parte de ese periplo de descubrimientos y radiografías de las negritudes. Inquieto por conocer lo que se escondía detrás del horizonte viajó desde muy joven y conoció la afrenta de la segregación y el racismo en Colombia, Centroamérica y Estados Unidos. También viajó a Europa y Asia, junto a su hermana Delia le expusieron al mundo parte de la cultura y las expresiones artísticas que habían dejado el mestizaje que se originó con la Colonia y la Conquista. Manuel Zapata Olivella fue velado en el auditorio León de Greiff de la universidad Nacional de Colombia en una ceremonia sincrética y aunque los dos escritores trabaron amistad en los cafés, de seguro jamás se imaginaron que uno sería despedido en medio de la cumbia, el bullerengue y la danza en un auditorio que llevaría el nombre del otro.
Chambacú, corral de negros cuenta la historia trágica de una de las más de diez mil familias que habitan la isla artificial; erigida con sudor, cascarilla de arroz, barro y desechos de construcción en la maraña del mangle. Chambacú es el símbolo de la identidad que se resiste a olvidar las costumbres, las creencias y los ritos traídos de África. En Chambacú abunda el hambre, campea la desnutrición y el analfabetismo. La Cotena es una mujer viuda con cuatro hijos y una hija, su esposo falleció luego de que uno de los gallos de pelea que tenía le incrustara la espuela en el pecho, esa mujer intentará por todos los medios que sus hijos tengan un mejor porvenir, pero para ello tendrá que enfrentarse a las condiciones adversas de la segregación y el olvido del Estado que solo volteará a mirar a Chambacú para hacer un reclutamiento forzado y así completar el Batallón Colombia que combatió en Corea. El destino adverso de los cinco hijos de la Cotena son la muestra inequívoca de aquel refrán que dice que los hijos son como los dedos de la mano, pertenecen a una misma extremidad pero son completamente diferentes. Un hijo letrado, el primer descendiente africano que supo leer y escribir acusado de comunista, un boxeador, un criador de gallos, un eunuco machista y oportunista y una noble madre soltera.
El libro es ágil en su lectura, hay unas descripciones poéticas bastante delicadas y estéticas, el ritmo de la lectura agradable, en parte, a un gran empleo de la elipsis. Pero eso no fue impedimento para que el autor intentara juegos con las perspectivas de la narración y la contundencia de los sentimientos de los personajes. Se trata de una novela que no ha caducado porque esgrime las problemáticas socioculturales que se dan en Cartagena. La obra permite que se entienda un fenómeno histórico que el turista de la ciudad amurallada a veces ni siquiera sospecha que existe.
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