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DAVID SISISI

@davidrianov

Cuando un pianista toca una de las 88 teclas que tiene un piano normal se mueve una palanca que impulsa un macillo, un pequeño martillo con cabeza de lana prensada que, a su vez, golpea una o varias cuerdas para producir el sonido de cada tecla. Cada vez que se usa un piano las cuerdas se van desafinando casi como se desafinan en una guitarra. La gran diferencia es que un piano puede llegar a tener 220 cuerdas, mientras que una guitarra solo tiene 6.

Cuando eso pasa, cuando es necesario volver a tensionar una cuerda para que el sonido que produce la tecla sea el adecuado, hay que llamar a uno de los pocos afinadores de pianos que ejerce en el país. Yuri Forero, quien afina los pianos del Teatro Colón, en Bogotá, afirma que como él solamente hay 10 en Colombia.

Este no es un oficio que se pueda aprender en ninguna universidad o escuela. Él lo aprendió de su padre, quien trabajó en el mismo teatro afinando pianos por casi 50 años y se retiró hace un año. A Yuri su padre no solo le heredó conocimiento, sino también muchos de sus clientes.

Los pianos son instrumentos que tienen, por lo general, una larga vida útil. “De más de 100 años”, dice Yuri. El que está en la Sala Mallarino, del Teatro Colón, es un Steinway, hecho en Estados Unidos. Con el número de serie del piano Yuri busca en internet y encuentra que este en particular fue hecho en algún momento entre 1935 y 1940, es decir que tiene aproximadamente 80 años. En todo ese tiempo, a este piano solo le han cambiado una cuerda. Las demás son originales.

“Después de 80 años de uso, las cuerdas se desgastan. Por eso es necesario que todo el que tenga un piano le haga mantenimiento”, afirma Yuri. Él afina los pianos del Teatro Colón siempre que hay un concierto, es decir, con bastante frecuencia. Dado que son tan pocos quienes ejercen este oficio en el país, podría pensarse que tiene mucho trabajo, pero él afirma que no es así. “Hay muchas personas a las que no les interesa afinar el piano, ya sea porque no saben que es necesario hacerlo o porque simplemente no quieren invertir en su mantenimiento”, dice. Incluso, señala que hay muchas universidades que ofrecen carreras de música pero que no afinan sus pianos: “Imagínese con qué instrumentos están aprendiendo los nuevos músicos”, agrega Yuri.

 

Igual que como se afina una guitarra, Yuri necesita que haya una primera cuerda en la nota adecuada para tomarla como referencia. Como en el resto de la música, la primera siempre es la nota ‘la 440’, es decir, aquella que vibra a 440 hertz. Utiliza una aplicación en su celular para comprobar la vibración y, si no está correcta, Yuri utiliza su palanca de afinación para tensionar o distensionar la cuerda, moviendo la clavija de la que está amarrada, igual que en las guitarras.

Una vez tiene la nota ‘la 440’, Yuri afina el ‘la’ de la octava anterior y luego todas las teclas de esa octava, para continuar con la cuarta. Luego afina las graves y por último las notas más altas. Cada vez que toca una tecla Yuri introduce una cuña, a la que llama sordina, en las otras cuerdas para que solamente suene esa que está afinando. Luego, con la llave de afinar, aprieta o afloja la clavija para que la cuerda en cuestión suene a la frecuencia que tiene que sonar, lo cual comprueba con la aplicación de su celular.

“Antes de que existieran estos aparatos, a los afinadores les tocaba tener muy entrenado el oído, porque cualquier irregularidad en el sonido hace que un pianista no pueda interpretar bien su melodía”, afirma Yuri. Su trabajo, dice, es hacer posible que el pianista imprima a la melodía todo lo que está sintiendo en el momento en que la interpreta, y para eso cada cuerda tiene que sonar como se supone que suene.

A pesar de lo que uno creería, Yuri no sabe tocar el piano. Sabe cómo suena cada tecla, sabe cómo hacer para que cada tecla suene bien, pero nunca se dedicó a la interpretación. Al igual que su padre, Yuri le transmitió sus conocimientos en afinación a su hijo, quien estudia música en la universidad y ya afina algunos pianos. La tradición familiar es la única manera de mantener vivo este oficio.

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