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El Gobierno nacional entregó en El Salado (Bolívar) la casa número 100 mil de su programa de vivienda gratuita y, como era de esperarse, convirtió el acontecimiento en un festejo con más cámaras que beneficiarios.
Sin duda como colombianos debemos celebrar el evento, pues cerca de 100 familias en el corregimiento hoy tienen una casa digna para vivir, pero también debemos recordarle al Estado que salir de la extrema pobreza no solo se logra con ladrillos subsidiados, sino con modelos productivos para que la comunidad pueda generar ingresos y ser auto-sostenible.
El compromiso del Gobierno debería ir mucho más allá y ,con la ayuda de entidades como el SENA, podría crear programas de capacitación para que la comunidad aprenda a subsistir por sí sola y transformar su región en un espacio de prosperidad. Ojalá lo tengan en cuenta.
Colombia sigue en deuda con la población de El Salado, al igual que con muchas otras de este país, por la historia bárbara que tuvieron que soportar, cuando paramilitares se divertían haciendo masacres y el Estado -por omisión y acción- permitía que sucedieran. Que hayan sido seleccionados beneficiarios del programa es un gran gesto de reconciliación, pero se debe procurar que no terminen de nuevo en el mismo olvido al que los teníamos acostumbrados.