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Los peligros que asechan al post-conflicto.

“Justicia es el hábito de dar a cada quien lo suyo” – Ulpiano-.

Razón le asiste al Alto Comisionado para la Paz cuando sostiene: “El gobierno no se metió en este proceso para dejar las cosas como están. El gobierno se metió en esto para que entre todos transformemos la realidad.- El Tiempo- marzo 2 – y agrega: “Para que sea efectiva, la paz debe llevar cambios reales”.

Los avances en los diálogos de Paz que se adelanta en La Habana son sorprendentes, y están como dice el dicho: “a pipo y cuarta”, de lo que se infiere que la firma de los acuerdos son hechos, sin duda alguna, irreversibles, faltando la refrendación del constituyente primario, cuya participación bien puede ser por el referendo o convocando a una Asamblea Constituyente, siendo ésta el medio expedito para lograr la construcción de un nuevo proyecto de Estado y de una sociedad común acorde con lo plasmado (presumo) en dichos acuerdos, y que requieren la introducción de reformas radicales para su viabilidad y desarrollo y que se constituya en prenda de garantía para que la anhelada Paz sea estable y duradera.

Me identifico plenamente con Antonio Caballero en su análisis que hace en su última columna publicada en la Revista Semana, y, en mi modesto modo de pensar, adiciono un poco en lo referente a la justicia, ya que esta, como lo sostiene él, es una condición necesaria y garantista para la no repetición. La justicia en cabeza del Estado debe entenderse de dos maneras puntuales: una como el administrador de justicia como tal de manera justa, pronta y cumplida, y otra, como un deber y obligación que tiene de velar porque el desarrollo cotidiano gire en torno a la aplicación de una justicia social, y es que la falta de equidad, la falta de esa justicia social y económica se convierte en el principal caldo de cultivo para cualquier nuevo desorden violento.

Los avatares que pueda traer el post conflicto son diversos y debe tenerse previsto sus soluciones, las cuales se encuentran en proceso avanzado: aceptación mayoritaria del pueblo; perdón de la sociedad y acogida en su seno de los reinsertados a la vida civil; acompañamiento y ayuda económica y técnica de la comunidad internacional; prever la generación de empleo; manejo adecuado y diáfano de los recursos para su sostenibilidad; un estatuto garantista de oposición; garantías reales para nuevas fuerzas políticas; seguridad individual y colectiva que responda a la protección y garantía de los derechos; reforma agraria que facilite el acceso al verdadero trabajador del campo y, ante todo, una radical reforma de la justicia, incluida la transicional, a fin de evitar sobresaltos con los organismos internacionales.

La esencia del Estado de Derecho descansa en que toda la estructura estatal está sujeta a la constitución y las leyes, el ejercicio de la autoridad es reglado con observancia y respeto por los derechos individuales, colectivos, culturales y políticos, obligando a su imperio a gobernantes y gobernados, a magistrados y jueces, a las fuerzas militares y de policía, y, en ese orden de ideas, a todos los funcionarios que tengan jurisdicción y mando. Debemos volver por nuestros fueros y reclamar con vehemencia nuestro Estado de Derecho que es el estado ideal para la convivencia armónica y en paz, y rechazar de manera enfática los desafueros cometidos desde el Presidente, pasando por la dictadura de los jueces hasta llegar a tener que soportar el poder y la impunidad que cobija a la sórdida manada de politicastros.

Todo lo anterior, y otras más que se quedan dentro del tintero, tiene solución si hay voluntad política y sentido patrio, incluyendo al intolerable senador Uribe Vélez y a su movimiento “maniqueo”, pero, unos pocos que no tragamos entero y somos realistas, nos topamos con dos enemigos silentes y descomunales que encierran un peligro letal para una paz estable y que invitan por un camino expedito y adornado con múltiples excusas a conformar nuevos grupos de delincuencia organizada, como lo son: la actual administración de justicia corrompida y venal y cuyo hedor apestoso se siente desde a la lontananza; y una clase de politicastros miserables sin ética ni moral y proclives al contubernio criminal como medio facilista para su incremento patrimonial.

Si en realidad se quiere manejar el post-conflicto con seriedad y responsabilidad, y no se quiere tirar por la borda todos los esfuerzos que se están realizando hasta el momento y superados exitosamente, se debe emprender, sin pérdida de tiempo y de manera simultánea, la reforma radical a la justicia y a la política, sin titubeos y sin consideración a la magnitud del revolcón.

La reforma a la justicia requiere cambios radicales y urgentes, sobre todo, en lo atinente a la conformación, elección, funciones, inhabilidades e incompatibilidades de los miembros de las altas cortes, fiscalía y procuraduría, y la proscripción de sus empalagosos privilegios y/o prerrogativas, la investigación y juzgamiento de los aforados, incluido el Presidente de la República. La corrupción galopante que se viene dando en la mayoría de los magistrados de las altas cortes es exacerbarte, inaguantable y vergonzosa a nivel nacional e internacional, su administración de justicia es venal, sesgada, selectiva, polarizada y politizada. Cadena perpetua para estos operadores judiciales, es poco.

Y ni qué decir o pensar de lo que se necesita reformar en la política colombiana. Al frente del Palacio de Justicia en donde moran plácidamente los impolutos togados está el Capitolio Nacional, escenario en el que se trama a diario las diabluras más increíbles y notorias, sólo desconocidas por los mencionados togados. Allá están sus “parceros” de sinecura y de otras yerbas; allá están los 268 Padres de la Patria; allá, dizque, descansa la democracia; allá se cocinan las leyes con sus consabidos orangutanes como sustancia; allá se ejerce a plenitud el Tráfico de influencias, a cien metros de un vergonzante Consejo de Estado; allá se purifican, sin sonrojarse, los conflictos de intereses, también, a cien metros de la venal Corte Suprema de Justicia; allá están los ineptos zánganos miembros de la Comisión de Acusaciones; allá están los más garosos atracadores y expoliadores del erario público, a través de los abominables, inicuos e inadmisibles “cupos indicativos”, y, los más triste, son patrocinados y con guiño por el Presidente de la República.

No hay clientelismo, no hay tráfico de influencia, no hay conflicto de intereses que sean más corrompidos y corruptores que la figura nefasta de los cupos indicativos, es preferible y más controlable volver a la vieja figura de los auxilios parlamentarios, al menos se fiscalizaba mejor la adjudicación y ejecución de las obras, hoy por hoy, la decisión y el montaje del “serrucho” solo necesita al parlamentario, alcalde y contratista, el cuento chino de la licitación es para los nefelibatas. Los cupos indicativos son vergonzantes y excluyentes por principio, se viola el derecho a la igualdad de oportunidades, cierra el paso a nuevas fuerzas políticas, ya que estas no tienen acceso a esa opulenta comilona.

Esta figura de peculado disfrazada de cupo indicativo fue creada en el gobierno de Andrés Pastrana, siendo ministro de Hacienda el actual Presidente. No se alcanzan a imaginar estos próceres el daño que le hicieron al país y el que le siguen haciendo con su invención. Y, por supuesto, se requiere mucho ingenio para su creación, pareciera que algún muñeco diabólico hubiese metido su mano, por cuanto es la manera perfecta para organizar verdaderas empresas criminales, es el prototipo clásico del Concierto para Delinquir.
¿Habrá algún colombiano que crea en la duración y estabilidad de una Paz con estos lunares cancerígenos que atentan contra una mínima democracia? ¡Por Dios!

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, marzo 12 de 2015.

Apostilla: Este país está tan descompuesto y putrefacto que ningún órgano de investigación y control se atreve a investigar los atracos descarados que se dieron con los cupos indicativos en las pasadas elecciones de 2014. Las pocas obras que se empezaron como señuelo quedaron inconclusas, el resto de los recursos en el bolsillo de los que sabemos. ¡Apague y vámonos!
El día que en Somalia (Africa) sepan lo que ocurre en Colombia, quedan espantados.

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Marco Aurelio Uribe García, abogado. Manizales

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1 Comentarios
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  1. Vea don Marco Aurelio, sin escribir tanta paja, lo que quiere realmente la cúpula de la guerrilla es que puedan reintegrarse a la vida de ciudad y no tanto a la de vereda, con toda la plata que tienen encaletada y sin tener que pagar nada de nada. Y de paso pertenecer a la cloaca mas grande de este pais que se llama el congreso. Asi de riki riki. Adicionalmente La izquierda mamertoide en locombia se reinvidica mediáticamente y podrán tener alguna posibilidad para el 2018, por que con ese fantasma de las farc como van a ganar algo?. Vea don marco, ud lo veo un poco viejo como para creer que Alias Santrich se quedo ciego por que se hizo la paja en luna llena.

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