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La ortografía, la ortotipografía y todas aquellas normas,
disciplinas, técnicas y oficios encaminados a que la escritura cumpla lo
mejor posible su función comunicadora son a veces campo de batalla para
discusiones profundas sobre cuestiones aparentemente simples. Algunas
de ellas se convierten en debates interminables que continúan incluso
cuando uno de los contendientes -por lo general la Real Academia
Española- cree haber cortado por lo sano a golpe de decreto.


Una de esas discusiones, que tal vez usted no tenía ni idea de que
existía -ni falta que le hace-, es la relativa a la colocación del punto
antes o después de los signos de cierre de comillas y paréntesis.
Lo
que hacemos casi todos es escribirlo después de esos signos, pero,
aunque somos mayoría, no todo el mundo lo hace siempre así. Y, lo que es
peor, hay personas que se han pasado años discutiendo sobre dónde debe
ir.

No soy quién para restarles importancia a debates como ese: si tienen
lugar es porque sus promotores buscan acercarse a la perfección en el
uso del lenguaje escrito. Pero no deja de ser verdad que al común de los
mortales no le interesan lo más mínimo.

Esta disputa tiene ya sus años y en ella participan varios autores,
que al parecer no terminan de ponerse de acuerdo. Uno de ellos es José
Martínez de Sousa, una eminencia en el campo de la ortotipografía. En Ortografía y ortotipografía del español actual
(Ediciones Trea), Martínez de Sousa dice que «si el texto
entrecomillado comienza a principio de párrafo o después de punto o
signo que haga sus veces, el punto [de cierre] ha de colocarse dentro de
las comillas (es decir, que estas abren y cierran el texto)». Les pongo
un ejemplo:

No te des tanta prisa. «No por mucho madrugar amanece más temprano.» Ya lo dice el refrán.

Por el contrario, si el texto entrecomillado no comienza después de
punto ni de otro signo que cumpla sus funciones, «el punto ha de
colocarse después de las comillas de cierre». Otro ejemplo:

No te des tanta prisa, que «no por mucho madrugar amanece más temprano». Ya lo dice el refrán.

El debate es en realidad mucho más complejo y con variados
argumentos, que se resumen, en el caso de los que defienden lo expuesto
más arriba, en que dado que el punto tiene como función indicar el fin
del sentido gramatical de una oración,
si esta es independiente del
resto del texto y comienza y termina con comillas o paréntesis, lo
lógico es que toda la oración, incluido el punto, quede dentro de las
comillas o los paréntesis.

Sin embargo, la Real Academia Española, cuyas decisiones causan más
de un dolor de cabeza a ilustres y expertos disidentes, optó esta vez
por la sencillez, aun a riesgo de dejar a un lado el sentido común, y mi
opinión es que hizo bien al zanjar la cuestión de esta manera: «Nunca
debe escribirse un punto de cierre de enunciado delante de un signo de
cierre de comillas, paréntesis, corchetes y rayas».

Hay que decir en defensa de Martínez de Sousa que, a pesar de ser en
ocasiones muy crítico con la RAE y de mantener erre que erre su punto de
vista sobre este asunto (califica la norma de «errónea», afirma que es
una «contradicción» y justifica lo que dice de manera extensa y
coherente), no le resta autoridad a esa institución y cree que no hay
ninguna razón para no cumplir el precepto «si la Academia dice que [el
punto] debe ir ahí». Él, por su parte, no tiene intención de cumplirlo.

Conclusión: casi todos seguiremos poniendo el punto donde lo hemos
puesto siempre,
pero si usted lo ve alguna vez de la otra forma no
piense que es un despiste de quien lo colocó ahí, sino una manera
diferente de hacer las cosas. Así lo hacía, por ejemplo, el filólogo
Fernando Lázaro Carreter, director durante años de la misma academia que
después dictó que su exdirector lo hacía mal. Qué cosas.


Ramón Alemán

www.lavadoradetextos.com
@Lavadoratextos

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