Un amigo con mucha mala leche y que se toma a pecho mis obsesiones lingüísticas me preguntó el otro día, para fastidiar, por qué escribo la palabra ‘blog’ en redonda. Él cree que debería ir en cursiva porque la Real Academia Española no la recoge en su diccionario (*). Yo sabía que tarde o temprano alguien me iba a hacer esa pregunta, y para ella tenía preparado un artículo en este blog. La respuesta tiene que ver con eso que se llama ‘manual de estilo’: una especie de decálogo en el que periódicos, editoriales y otras empresas dedicadas a publicar textos establecen unas normas básicas de escritura que han de seguirse a rajatabla.
Para empezar, que quede claro que un ‘decálogo’ no tiene que tener diez mandamientos: pueden ser once, ocho, quince o los que hagan falta. Dicho esto, la web de Lavadora de textos no tiene otro manual de estilo que mi sentido común, mi libertad -dentro de un orden, oiga- y mi sometimiento casi total a los criterios de los expertos, desde los académicos de la RAE hasta maestros de la ortografía como José Martínez de Sousa. En este caso han pesado más el sentido común y la economía gráfica (entendida la ‘economía’ como la ‘contención o adecuada distribución de recursos’) que mi sujeción a una serie de normas que, por otra parte, respeto muchísimo.
El manual de estilo es una herramienta eficaz que unifica los modos de redacción de aquellos colectivos en los que muchas personas, cada una con sus manías, se dedican a escribir a las órdenes de un mismo jefe. Así ocurre con los periódicos, la mayoría de los cuales disponen de un librito que propone trucos para evitar errores comunes y dicta, entre muchas otras cosas, en qué casos se usa la cursiva.
Este blog no tiene nada de colectivo: su redactor y su jefe somos la misma persona, el estilo lo dicto yo con bastante raciocinio, yo lo infrinjo y yo me echo mis broncas cuando procede. Pero como tengo la misma mala leche que el querido amigo que me hizo aquella pregunta, voy a explicarle con todo detalle por qué escribo ‘blog’ en redonda. Para ello recurriré a un tocho que fue mi biblia durante los largos años que dediqué a corregir páginas de prensa: el Libro de estilo del diario español El País (Ediciones El País).
A mí me tocó hace un tiempo el marrón de elaborar la segunda edición del manual de estilo del periódico La Opinión de Tenerife, y en ese opúsculo incluí una idea que extraje del libro de El País y que debería ser respuesta suficiente para mi amigo: «Un texto inundado de palabras en cursiva, o considera tonto al lector o está escrito sólo para iniciados». El País se refería aquí al abuso de la cursiva en los segundos sentidos (‘el brazo derecho del presidente’), pero yo hago extensivo ese criterio a otros usos indebidos del recurso gráfico que nos ocupa.
Respeto y difundo el razonamiento de quienes sugieren la cursiva para algunos vocablos de otras lenguas que los hispanohablantes emplean sin necesidad, como ese esnobismo del ‘marketing’ -anglicismo que ha usurpado su lugar a ‘mercadotecnia’- o ‘parking’ -más corto pero también más feo que ‘aparcamiento’-. Sin embargo, también coincido con El País cuando dice que no deben ir en cursiva algunas palabras que, aunque no sean propias del español, son «de uso generalizado», como las referidas a modalidades deportivas (‘golf’). Y yo añado: «… y no tienen correspondencia con una palabra en español». ¿Se les ocurre alguna para ‘golf’? A mí tampoco.
Pues bien: si ‘golf’ es una palabra de uso generalizado, mucho más lo es ‘blog’, que aparece cada dos por tres en este blog (perdón por la redundancia) y que el Diccionario panhispánico de dudas propone sustituir por ‘bitácora’, una voz hermosísima que, sin embargo, no me seduce para el ámbito de Internet. Suena a documental de Cousteau. Yo me quedo con ‘blog’, y como no creo que mis lectores sean tontos ni que mis textos estén destinados a iniciados, no la escribo en cursiva.
Tampoco me olvido de la economía gráfica ni de mi libertad ni del sentido común, y por eso redondeo y descursivizo (¡vaya verbo!) ese monosílabo, tan británico y contrario a nuestro genio de la lengua como lo es ‘snob’, una voz que la RAE no ha tenido más remedio que aceptar -con ‘e’ y sin cursiva: ‘esnob’- para no llevarle la contraria al habla de la calle. La misma que dentro de poco -no lo duden- encontrará en el diccionario y sin cursiva la palabra ‘blog’ (*).
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