Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Una película que, para mí, trasciende cualquier detalle del glamur de Hollywood para extrapolar una cruda realidad muy bien lograda.

Si no se ha visto la película esta es altamente recomendable, ya que se evidencian un sinfín de factores relacionados con la violencia de género y la violencia intrafamiliar.

La triste realidad que todavía vemos en el Siglo XXI ocurrir como parte de un “paisaje” desolador cotidiano visible e invisible para muchas mujeres.

Cuando nos detenemos a analizar todo el contexto de las escenas, y a pesar de que a la actriz principal la hayan criticado recientemente por la manera en como decidió publicitar la película (bastante superficial de hecho), vemos un círculo vicioso que pareciera interminable de violencia física y psicológica.

Y es por esto que el título no pudo haber sido más acertado: el fin de un ciclo de agresiones, maltratos, angustias y presiones que se estaban desencadenando de generación en generación entre las parejas de la familia. Ah eso sí, un proceso supremamente arduo que no es nada fácil de lograr. Pero esta vez, el amor carnal entre madre e hija lo pudo todo.

Nada distinto a lo que tristemente estamos acostumbrados a escuchar bien sea en las noticias del país o de casos que nunca salen a la luz pero que están ahí latentes.

¿En cuántos hogares no habrá una Lily silenciada?

Pero al mismo tiempo, ¿En cuántas salas de cine no habrá una Lily sentada viendo reflejada su realidad en pantalla?

Ojalá esta película pueda despertar a muchas almas dormidas y silenciadas para que puedan romper el ciclo vicioso del abuso continuo e indiscriminado. No solo físicamente, sino verbal y psicológicamente.

Es inevitable no llorar a lo largo de la película porque así seamos espectadores que no hayamos sufrido puntualmente ese tipo de violencias, en algún momento sí pudimos habernos sentido vulneradas e incomprendidas, o también, alguien de nuestro lazo cercano.

De verdad que es imposible no solidarizarse con tantas mujeres que padecen este horror a diario, porque cuando no nos toca las fibras de lo personal, hacerlo parte de nuestros sentimientos es difícil. Aunque, créanme, después de ver esta película que de ficción no tiene nada, nos sentimos más cercanas a las víctimas que nunca.

Se despiertan muchas conversaciones, recuerdos, enseñanzas, prevenciones y anécdotas que nos acercan un poco más a romper nuestros propios círculos o los ajenos.

No sobra mencionar que en estos momentos vivimos coyunturas de violencia de género impactantes como el del juicio francés de Dominique Pelicot, una mujer adulta la cual fue violentada durante muchísimos años sin darse siquiera cuenta. Un caso que pareciera solo generarse a través de la imaginación de un cineasta, pero nunca de un ser humano racional en sus cinco sentidos.

Qué horror, qué barbarie.

Veámosla todos, hombres y mujeres juntos.

Una deshumanización muy dura de procesar. 

Compartir post