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Es partidaria de que sus nietos -hombres y mujeres- se equivoquen, tropiecen, aprendan de cada borrachera y conozcan varias parejas sexuales antes de casarse. Mi madre y mis tías se escandalizan, pero oyen con atención.

No se arrepiente de haber dedicado su existencia a criar ocho hijos de un solo hombre -quien sí tuvo la sinvergüencería de tener otras tres criaturas con una segunda mujer-. Si mi abuela tuviera que repetirlo, haría lo mismo, pero les aconseja a sus nietas todo lo contrario: «No se casen jóvenes; estudien, viajen y conozcan a los hombres; eso sí, ¡cuídense! Para eso están los anticonceptivos, aprovéchenlos. ¡Lo que hubiéramos dado en mi época por tenerlos! No conocíamos ni el método de escupir pa’ afuera».

Sus comentarios sonrojan a algunos y divierten a otros. Es imprudente, deslenguada, boquisucia (la palabra está avalada por la RAE). Opina de la vida de todos y da consejos que nadie ha pedido. Pero no hay quien la cuestione, ni quien le pida que se calle. Tiene ‘inmunidad diplomática’ y lo sabe. Se lo ha ganado. Lo máximo que llegamos a decir es: «Esa abuela si es más… ¡uish!».

A mí me produce mucha credibilidad su discurso, porque no busca ser políticamente correcta con sus comentarios ni se preocupa por matizar las conclusiones de su valiosa experiencia.

En una de mis épocas de vagancia, cuando mi madre no sabía qué hacer conmigo, la abuela se me acercó y me dijo: «Nadie en este mundo va a hacer que usted coja oficio. Eso va a pasar un día de estos, cuando usted mismo se ponga un volador entre el culo».

 

«Deje que haga lo que quiera ‘mija’… y que sepa lo que es comer mierda»

A mis tías las trasnocha el hecho de que sus hijas tengan vida sexual. Recriminan que se «entreguen a cualquiera» y sufran por todo pendejo que se les aparece en frente. Mi mamá aspira a que mi próxima novia sea la pareja definitiva con la que me case y tenga hijos. «No me cabe en la cabeza que uno tenga a un novio que no va a ser el marido de uno; así pensaba yo», dice ella.

Debe ser que el ladrón juzga por su condición ¡Bandidas mis tías! ¿Qué ocultará mi madre? La abuela, en cambio, no tuvo oportunidad de entregarse a nadie más; tal vez por eso está convencida de que vale la pena probar; cree que otros (nosotros) merecen conocer lo que ella no pudo.

«Deje que haga lo que quiera ‘mija’, para que sepa lo que es comer mierda», les dice la abuelita a sus hijas, con esa forma de hablar -tan sabia como ordinaria y grotesca-, para referirse al libertinaje de sus nietas. No se trasnocha por la ‘promiscuidad’ de ellas -y mucho menos por la de nosotros-.

Cree firmemente que nuestra generación no puede permitir que le arrebaten el privilegio del libre albedrío; la oportunidad de ennoviarse, sexo por primera vez, terminar la relación, comer mierda por desamor, volver a ennoviarse, sexo con otra persona -y vendrán otras-, acabar de nuevo, más mierda, empezar otra vez.

Piensa que las mujeres de hoy tienen el deber de reivindicar a las de su época y empoderarse de la manera en que ellas no pudieron. Eso sí, tampoco piensa en cambiarnos a los hombres, de manera que guarda un inamovible machismo heredado. Dice que si el marido no llega a casa en la noche, la mujer no debe esforzarse ni siquiera por preguntar dónde estuvo, porque la respuesta es más que obvia.

 

Sus expresiones burdas y lenguaraces son un indicador de sabiduría

Ella le sugería a mi mamá que no fuera ‘cantaletosa’, que de nada servían los gritos para regañarme si perdía el año o si llegaba a casa dando tumbos por causa del alcohol o si lloraba como una colegiala por una novia que no podía reconquistar.

Su teoría es simple: si bien los niños definen sus talentos y valores con las enseñanzas recibidas en la primera infancia, lo que realmente forja su carácter depende de las raspaduras en sus piernas.

Yo no entendía el concepto (hace falta ser diablo viejo para comprenderlo), hasta que le pedí una explicación. La ilustración de mi abuela fue más que elocuente: «Uno de sus tíos -me contó- se cayó de un segundo piso cuando era chiquito. Me quedé quieta, sin intención de moverme, y le grité con voz de mal genio que fuera ‘guapo’ y se levantara. Arrugando la cara de dolor, con los ojos llorosos y con miedo de que le pegara, se puso de pie y caminó. Si hubiera corrido a recogerlo, él se habría puesto a llorar, y yo no habría tenido manera de saber si estaba realmente lastimado».

Con el perdón de Dios, hay que tener los años de Satanás para llegar a una conclusión tan brillante. He entendido que las expresiones burdas y lenguaraces de mi abuela son un indicador de sabiduría, porque la verdadera experiencia no se demuestra con frases elaboradas sino con ejemplos ilustrativos y contundentes.

Por eso justifico su respuesta a la pregunta de hasta cuándo quisiera vivir: «Ay, ‘mijo’, hasta el día en que pueda limpiarme el culo sola». En principio, el comentario me causó desagrado («esa abuela si es más… ¡uish!»), pero luego entendí la profundidad de su pensamiento. La verdad, yo también quiero vivir hasta ese día, porque una cosa es comer mierda por libre albedrío y otra cosa es que se la tengan que limpiar a uno por incapacidad.

 

*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Yo no entendía por dónde orinaban las niñas; dudas que muchos teníamos, pero nos daba pena preguntar’

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*Si se lo perdió…

‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’

‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’

‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’

‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’

‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’

‘Así es, aún vivo con mi mamá’

‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’

‘Salir con… colombiana vs. extranjera’

‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’

‘Qué miedo empezar una nueva relación’

‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’

‘Así se sufre una temporada sin trabajo ni novia ni plata pa’ viajar’

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’

‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’

‘Conquistar a las mujeres de hoy requiere más que sólo actitud; aliste una hoja de vida impresionante’

‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’


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