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En Semana Santa, mi madre fue a Sevilla, en el Valle del Cauca. Yo estuve en el fantástico hotel de Barú y la vista de mi habitación daba directo al mar. El cuarto de ella tenía una ventana pequeña -a la altura de su nariz- y le tocaba empinarse para ver hacia una calle.

Llegó feliz a contar sus ‘aventuras’. Empezó mostrándome 255 fotografías que tomó (con dificultad) en su cámara digital. Me hizo verlas todas: «Aquí estamos con la prima Matilde y el primo Gilberto… Esta otra es la misma foto, pero con flash… En esta somos los mismos pero con el primo Lucas, porque no se había alcanzado a meter… Aquí la repetimos porque yo salí con los ojos cerrados…  Acá, la que salió con los ojos cerrados fue la prima Matilde… Esta otra es exactamente la misma foto, pero se ve que el primo Gilberto se está saliendo del marco porque se cansó de esperar tanto». Son un grupo de imágenes tomadas cuadro a cuadro, de manera que si uno las pasa rápidamente (como cuando ‘La Pequeña Maravilla’ leía un libro) se puede ver la escena en movimiento.

Viajaron en dos carros y -sin exagerar- el 40 por ciento de las fotos corresponden al ‘paisaje’ de la carretera. En resumen, el contenido de esas imágenes es el siguiente: mi papá manejando, el sobrino de mi mamá manejando, el carro de mi tía al frente (se ve el parabrisas del carro de mi papá), la abuela durmiendo en la parte de atrás, una mancha verde que (supongo) es una de esas paredes de pasto que crece de manera natural a los lados de la carretera, una vaca acostada, una señora sentada en una silla Rimax frente a una tienda llamada ‘El Circo de Sorlei’, un potrero al fondo con un alambre de púas en primer plano, una señal de tránsito que indica «curva en ‘s’ «, otra pared al lado de la carretera (esta vez sin pasto), una casa pobre con tejas de zinc, un puente de barandas amarillas, un túnel, otra vaca (en esta ocasión, café) y el trancón de regreso a Bogotá.

 

Y apenas íbamos en la foto 136…

Hay otras fotos que me tomó mucho trabajo entender. Por la pose de mi mamá, de mi papá y de mi hermano, suponía que estaban en algún lugar digno de ser retratado, pero no entendía de qué se trataba. Tenían la típica postura de la clase media, con la pelvis hacia adelante, los hombros caídos, las gorras torcidas, los pómulos rojos y la frente brillante.

Parecían estar en uno de esos potreros de Bogotá que tienen un sendero formado con las pisadas de la gente que quiere cortar camino: «Por ahí hicimos un recorrido para respirar aire puro», me explicó. Ella, que parece el conejo de Duracell porque cuando le dan pie para hablar «dura y dura», describió con sus ojos de niña la sensación de estar rodeada de verde: «Ay hijo, sentí una paz tan chévere…  abracé el tronco de un árbol y me gustó mucho ese momento de conexión con la naturaleza… y vi un pajarito como de colores…». Empecé a cabecear del sueño. Me di cuenta -horrorizado- que apenas íbamos en la foto número 136.

Le pedí que, en vez de ver más imágenes de esas ‘choco-aventuras’, me contara de sus mejores momentos. No tuvo ni que pensarlo: «¡La plaza del pueblo durante el fin de semana!». Temí preguntar «¿por qué?», pero lo hice. Ella contestó con emoción: «Ay Andrés, eso es un espectáculo… los viejitos viendo pasar a la gente, los niños corriendo unos detrás de otros con los mocos escurridos, las parejas de novios comiendo helado de vainilla en cono de galleta blanda…». Volví a cabecear.

La siguiente parte en su ‘fantabulosa’ historia fue contarme de familiares que no recuerdo o que, simplemente, nunca he conocido: «Pues imagínate que la tía ‘Cleo’ (es decir, mi tía-abuela) está superaliviada, muy contenta con sus matas y tiene un perrito divino que cuida como a un bebé… y el tío Agustín es un viejito muy activo, todos los días camina por el pueblo y tres veces a la semana sube hasta Versalles en un Willys que pasa cada 2 horas para bajar frutas y verduras…». También me contó -a carcajadas- cosas que sólo fueron chistosas cuando pasaron en su momento, pero que no son graciosas para quien no estuvo ahí.

 

Yo me subí a un kayak, ella se montó en un Willys

La historia de mis días en Barú es más sencilla. Se la resumí a mi mamá en un minuto: estuve con mi novia en el hotel, en un balcón con vista al inmenso Mar Caribe, desayunamos, almorzamos y comimos en el buffet del lugar y el plan incluía actividades de snorkeling, windsurfing y kayak.

Mi madre me miró boquiabierta. No entendió nada cuando le hablé de esas actividades, pero hizo una especial cara de perdida cuando escuchó «kayak«. Movió levemente la boca, como queriendo repetir la palabra ininteligible que acababa de oír. Pude leer sus labios. «¿’Cayad’?», murmuró. Le expliqué, sin esforzarme y siendo despectivo, que eran deportes acuáticos. Ante mi falta de interés por contarle más, encogió los hombros y dijo en tono ‘importaculista’: «Aish… pues yo me monté en el Willys… y eso subía por esa carretera destapada haciéndonos mover para todos lados como si fuera una montaña rusa… y en medio de ese ‘zarandeo’ (que no es lo mismo que el ‘zandungueo’) alcancé a agarrar una gallina que se le estaba cayendo a una señora… la gente me felicitó por mis buenos reflejos».

Admiro cómo mi mamita ve con sorpresa las cosas sencillas que pasan a su alrededor. Ella hace de todo un cuento, una historia, algo que vale la pena que los otros conozcan. Su colección de fotos incluye imágenes de ella acostada en una cama con su hermana y su mamá («ahí estábamos ‘recochando’ «, dijo) o sirviendo un sancocho al carbón sacado de una olla negra («es el mejor que me he comido en la vida y ni te cuento de la gallina que matamos»).

Se preocupó por explicarme el contenido obvio de otras fotos, como aquella en la que aparece la abuela llenando un crucigrama: «Mira, acá está tu abuela llenando un crucigrama». Hizo memorable cada uno de sus momentos, ya fuera descansando en una hamaca («aquí estoy ‘tirándole al relax‘ «) o contemplando la fachada de una iglesia (para mí son todas iguales). También inmortalizó a la «Peluquería Jáiver» (vea aquí la foto y además lea «Si su nombre es ‘guiso’…»).

Regresó a Bogotá diciendo que quiere vivir en Sevilla. Le pasó lo mismo cuando recorrió Boyacá y quedó fascinada con los paisajes y las vacas. No conozco a nadie de mi edad que se «goce» el verde boyacense. Si mi mamá hubiera viajado a Barú, seguramente, lo habría disfrutado mucho más que yo.

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*Próximo miércoles, desde las 8 a.m.:
‘Chistes tontos de la infancia’

*facebook.com/agomoso Twitter: @Agomoso

*¿Quiere que firme su libro? ¡Veámonos en Corferias!

Este viernes 13 de mayo, de 6:00 a 7:30 p.m., estaré en el Salón Tomás Carrasquilla. Haré parte del panel «De la web al papel».

Este sábado 14 de mayo, de 3:00 a 4:00 p.m. estaré en el stand de Intermedio Editores, pabellón 6.

«A usted también le ha pasado, ¡admítalo!» -de Intermedio Editores- está a la venta en la Feria del Libro. También en Panamericana, Librería Nacional (aquí, compra on-line), Prodiscos, Tower Records y La 14, entre otras. Incluye 20 artículos INÉDITOS (vea aquí los títulos). ¡El prólogo es de mi mamita!

*Si se lo perdió…

‘Todo nos gusta regalado’

‘Nos fascinan las ‘lobas’, ¿por qué a ellas no les gustamos los ‘lobos’?’

‘La bendita maña de decir mentiras’

‘El amor al carrito nuevo’

‘Cosas que nos pasan a los hombres en baños ajenos’

‘Sudando en el peor puesto del TransMilenio: la puerta’

‘Sobreviviendo a los lectores criticones de mi blog’

‘Almuerzos de mujeres: ideales para entenderlas mejor’

‘Cuando los hijos regañan a sus papás como niños chiquitos’

‘Mujeres que le tienen fobia al motel’

‘El arte de ‘levantar’ en la oficina’

‘Sobreviviendo como asalariado a la reestructuración de una empresa’

Shows de mujeres que hacemos los hombres’

‘Esta es la historia (que me imagino) de unos taxistas que golpearon a un par de pasajeros’

‘¿Cuándo será mi última ‘faena’ entre sábanas?’

‘Si yo fuera celador, sería igual de insoportable’

‘Salí del país, me unté de mundo y ahora soy mejor que ustedes’

‘Querido Niño Dios: te pido que mi familia no me avergüence en la fiesta de Año Nuevo’

‘Que alguien me explique los gozos de la novena de aguinaldos’

‘Manejo como una dulce anciana’

‘Mi tía, la invencible, tiene el superpoder de la intensidad’

‘Muéstrame tu foto de perfil en Facebook y te diré cómo eres’

‘¿Por qué los colombianos nos creemos «la verga»?’

‘¡Deje el resentimiento contra los ricos!’

‘Soy muy cobarde; le tengo pavor a las peleas’

‘Yo no entendía por dónde orinaban las niñas; dudas que muchos teníamos, pero nos daba pena preguntar’

‘Mi abuela es más progresista y liberal que sus hijas’

‘Es cierto y es un karma: los hombres pensamos siempre en sexo’

‘Respuesta masculina a cosas que ellas nos critican en la cama’

‘Carta de un hombre que no ve fútbol, ni le gusta, ni le importa’

‘A mí me tocó aprender a bailar con mis primos’

‘¿Por qué las mamás pelean cuando hacen oficio?’

‘Así es, aún vivo con mi mamá’

‘Si su nombre es ‘guiso’, usted tiene pasado de pobre: att. Jáiver’

‘Salir con… colombiana vs. extranjera’

‘Volví con mi ex… suegra, pero no con mi ex novia’

‘Qué miedo empezar una nueva relación’

‘Me salió barriga; ahora sí salgo a trotar’

‘Así se sufre una temporada sin trabajo, ni novia, ni plata pa’ viajar’

‘Qué difícil ganar una beca cuando no se tiene pasado de ñoño’

‘Mi mamá habla un mal español; mi papá, un pésimo inglés’

‘Sí, soy metrosexual… y usted también, ¡admítalo!’

‘Conquistar a las mujeres de hoy requiere más que sólo actitud; aliste una hoja de vida impresionante’

‘¿Cómo se atreve mi ex novia a casarse?’

 

*ESTE BLOG APARECE EN LA SECCIÓN ‘DEBES LEER’, EN LA PESTAÑA VERDE DE ELTIEMPO.COM. TAMBIÉN PUEDE USAR EL LINK CORTO: bit.ly/agomoso

 

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