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Juan Manuel Santos apoyó el proyecto de ley presentado por el senador Juan Manuel Galán que busca legalizar el uso medicinal de la marihuana. Santos no sólo dijo que ve con buenos ojos la iniciativa porque la yerba es capaz de reducir el dolor de los pacientes terminales, sino porque la lucha contra las drogas fracasó.

En esta materia no puedo estar más de acuerdo con Santos. ¿Por qué el Estado, que no sufre de malestares físicos y mentales derivados de dolencias mortíferas, tiene la potestad de prohibir el uso de una sustancia que es susceptible de aminorar el padecimiento de alguien que ya no tiene cura? No hay ninguna respuesta a esta pregunta que hasta ahora me haya calado. Me han dicho que prohibir las sustancias psicoactivas es parte de nuestro Contrato Social o que es la voluntad suprema de nuestro sistema democrático. Ninguno de estos argumentos es válido frente a seres humanos que necesitan de un componente que, aunque no va a curarlos, si les va a permitir sobrellevar mejor ciertos momentos de dolor y pesadumbre.

Diversos estudios han sido concluyentes en afirmar que la marihuana tiene múltiples beneficios. Es excelente para tratar las migrañas, controla las náuseas y el dolor abdominal que padecen, por ejemplo, quienes son sometidos a fuertes sesiones de quimioterapia, baja la presión intraocular en pacientes con glaucoma, es relajante muscular y antiespasmódica (ideal para quienes sufren de esclerosis múltiple) y hasta ayuda a atenuar las molestias de la menstruación.

Siendo así, ¿cuál es la animadversión social en contra del cannabis? No sé de dónde proviene el estigma, pero sí considero que está errado. La tacha social nace de prejuicios infundados y no de razones verdaderas. De esta manera, valdría la pena darnos cuenta de que en nuestras manos está la potestad de darle un giro al pensamiento mojigato y santurrón que nos caracteriza y que no nos deja avanzar por las sendas del liberalismo.

Porque esa es justamente la invitación que nos hace nuestro presidente al apoyar el proyecto de ley para permitir la utilización terapéutica de la marihuana. A que deliberemos como sociedad y que nos permitamos abandonar los pensamientos retardatarios y conservadores que impiden a las personas definir libremente el manejo de su vida.

Es cierto que toda sustancia lleva consigo un riesgo para la salud cuando se ingiere en cantidades desproporcionadas (incluso el agua en exceso puede ser mortal). La marihuana no es la excepción pero la alternativa no es prohibirla, la opción debe ser educar en su consumo y promover una política para desmanchar su uso. Así como los que fuman tabaco o consumen licor no son mal vistos por la sociedad, tampoco deberían serlo quienes gustan de la marihuana. ¿Por qué unos sí y otros no?

Llevando el debate un poco más allá y fuera del terreno de la medicina, en donde el debate técnico tiene muchas aristas inmanejables para los mortales, cabe decir que ya en varios estados de Estados Unidos el cannabis es legal y no sólo como tratamiento clínico sino también como droga de entretenimiento. Esto es un síntoma de una civilización evolucionada que permite a sus ciudadanos vivir a plenitud sin hacer daño a nadie.

En fin, la propuesta de liberalizar la utilización paliativa de la yerba es polémica porque hay quienes afirman que dicha iniciativa será la puerta para la legalización definitiva de las drogas. Yo creo que esto no es una situación indeseable, sino todo lo contrario. Legalizar de manera incondicional debe ser el objetivo ulterior pues eso permitirá llevar a un nivel superior la capacidad de autodeterminación de la que debe gozar todo ser humano. Empezar por permitir la formulación medicinal de la marihuana es el primer paso en el recorrido hacia una sociedad más libre.

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