Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Hay una idea que se repite en muchas conversaciones y es “siento que ya debería haberlo resuelto”. Lo dicen personas brillantes, preparadas, con experiencia. Lo dicen líderes de equipos, madres, emprendedores, profesionales independientes. Lo decimos todos, en distintos momentos. Como si existir, y más aún, liderar —un equipo, una empresa, una familia o a uno mismo— viniera con un manual invisible que no terminamos de cumplir.

Y ahí es donde aparece esta pregunta con la que titulé esta entrada:

 

¿Cuánto de lo que no ves en ti está frenando tu forma de estar en el mundo?

Porque a veces no se trata de aprender más. De hecho, no nos faltan conocimientos, títulos, herramientas, talleres. Lo que muchas veces falta es mirar. Mirarse. Y no me refiero a ese mirarse rápido de espejo antes de salir, ni al escaneo superficial de “¿cómo estoy?”, hablo de esa mirada honesta, profunda, valiente. La que incomoda. La que revela. La que no siempre gusta, pero siempre libera.

En los procesos de coaching que facilito, tanto individuales como en equipo, ese momento llega. No siempre en la primera sesión, pero llega. Esa pausa donde alguien respira hondo, baja los hombros y dice algo como:

  • “Me doy cuenta de que estoy sosteniendo más de lo que necesito, porque no sé cómo soltar sin sentirme culpable”.
  • “Estoy repitiendo algo que juré no repetir”.
  • “Odio esta parte de mí, pero es la que me protege”.

Y entonces, dejamos de hablar de productividad, de objetivos o de gestión. Empezamos a hablar de humanidad.

No hay separación real entre lo personal y lo profesional. Somos la misma persona con distintos trajes. Por eso, cuando algo no está resuelto dentro, se filtra, tal vez en el tono con que respondemos, en las decisiones que evitamos, en el tipo de vínculos que sostenemos, en los silencios que acumulamos o en el cansancio que no tiene nombre, pero pesa.

He acompañado a personas que parecían tener todo claro, pero no sabían cómo decir lo que realmente sentían. A otras que evitaban el conflicto tanto en casa como en la oficina, hasta que su cuerpo habló por ellas. A muchas que funcionaban “perfectamente bien” para el mundo… mientras adentro se sentían agotadas, desconectadas, perdidas.

Y no, no es drama. Es vida. Es lo que pasa cuando dejamos de funcionar en automático y nos damos permiso para vernos. Para preguntarnos con honestidad:

  • ¿Desde dónde estoy actuando?
  • ¿Qué parte de mí estoy ignorando o tapando?
  • ¿Qué necesito sostener… y qué necesito soltar?

Mirarnos no nos debilita, al contrario, nos ordena.

Y hay algo lindo acá: cuando nos atrevemos a hacerlo, se abren espacios nuevos no solo afuera, sino dentro. Y entonces, aparece la claridad para tomar decisiones difíciles sin sentir que llevamos el mundo encima, el el coraje para tener conversaciones que antes evitábamos y lo más importante, aparece una reconexión con nuestro propósito, con esa parte que no necesita demostrar nada para valer.

Y sí, a veces se necesita acompañamiento. No porque no seamos capaces, sino porque no siempre podemos vernos a nosotros mismos con suficiente nitidez y aquí  los procesos de coaching no son una solución mágica, pero sí un espacio seguro para mirar con otros ojos, sin juicio, con profundidad, con intención.

Si estás viviendo con el freno puesto, si liderar —o simplemente vivir— te está costando más energía de la que debería, tal vez no se trate de hacer más. Tal vez sea hora de hacer una pausa… y mirarte

 


Si quieres que te acompañe como coach para avanzar en algún aspecto de tu vida personal o profesional, en el siguiente LINK encuentras como contactarme

 Si eres de áreas de recursos humanos o estás relacionado con el desarrollo organizacional, te invito a unirte a un nuevo canal AmbitoRH en donde a diario encontrarás información y contenido valioso para tu gestión  Aquí

Todos mis libros en Amazon https://www.amazon.com/Coach-Sandra-Mateus


Recibe las actualizaciones de mi blog suscribiéndote con tu mail


[subscribe-by-email-form autopt=»true»]

Compartir post