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Foto: iStock

Hoy quiero hablar contigo, como si estuviéramos en una sala con un café en la mano y la cabeza llena de preguntas. Esa sensación de «¿para qué sigo intentándolo?» no es exclusiva tuya. Yo también la he tenido, y quiero que sepas algo: no estás sola o solo en esto. Pero, sobre todo, quiero que escuches algo más importante: ¡no te rindas! Sé que suena fácil de decir, pero mi intención no es darte un discurso de película motivacional; quiero que conectemos de verdad, y para eso voy a contarte algunas cosas que aprendí tropezando, cayendo y, sí, levantándome. Porque si yo he podido, tú también. Debo decirte que lo primero y fundamental es conectar con tu propósito de vida. Sí, suena cursi, pero no lo es, de hecho es fundamental. Todos tenemos un porqué, una razón que nos mueve, aunque a veces se pierda entre el ruido. ¿Sabes cuál es el tuyo? Si ahora mismo no lo tienes claro, no pasa nada. A veces el propósito no grita, susurra. Pregúntate:

  • ¿Qué es lo que más me llena cuando lo hago?
  • ¿Qué haría incluso si no me pagaran por ello?

Puede que pienses: «Eso suena muy romántico, pero mi propósito es pagar las cuentas y sobrevivir». Lo entiendo. Pero incluso en medio de la rutina más dura, puedes encontrar algo que te haga sentir vivo o viva. Busca esos momentos, aunque sean pequeños, porque ahí está la gasolina para seguir. No te voy a decir que una vez lo hagas todo va a cambiar, pero si te puedo asegurar que la manera como te relacionas con eso que te está pasando si se mueve y aquí es donde viene otra cosita: conéctate mas con tus fortalezas, sí, las tienes y en cantidad.

No voy a dejar que digas: «Es que yo no soy bueno para nada». Mentira. Todos tenemos algo que hacemos bien. A veces es tan natural para nosotros que ni siquiera lo notamos.

¿Eres buenísima escuchando? ¿Se te da organizar cosas que parecen un caos? ¿Tienes una habilidad para encontrar memes que resumen la vida? ¡Todo cuenta! Te propongo un ejercicio: escribe una lista de las cosas en las que sabes que eres bueno o buena. No te censures. ¿No se te ocurre nada? Pregunta a tu círculo cercano. Te sorprenderá lo que ven en ti que tú pasas por alto.

Apóyate en tu red (no, no eres una isla)

A veces, cuando sentimos que todo va mal, nos encerramos. Nos da pena, vergüenza o simplemente no queremos molestar a los demás. Pero déjame decirte algo: tus verdaderos amigos, tu familia o esas personas que siempre están ahí quieren ayudarte. No estás cargando el mundo sola o solo, aunque así se sienta. Llama, escribe, pide un abrazo. No subestimes el poder de una conversación con alguien que te quiere. Y si sientes que no tienes a nadie cerca, busca comunidades o grupos donde compartan tus intereses. Siempre hay una mano amiga si estás dispuesto a buscarla.

¡Ahh y los sueños! Hace poco escuché a alguien decir que los sueños son como plantas:si no las riegas, se secan. Pero aquí está el truco: siempre puedes plantar otra semilla. Tal vez ese sueño que tenías hace años ya no te motiva. Está bien. La vida cambia, tú cambias. ¿Qué te ilusiona ahora? Puede ser algo tan pequeño como aprender a bailar salsa o tan grande como emprender un negocio. No importa el tamaño, lo importante es que te dé ganas de levantarte.

Y bueno, si todo esto que te he dicho no funciona y  te vas a rendir, por lo menos hazlo con estilo, ¿no? Compra una capa, grita dramáticamente en medio de la sala: «¡Renuncio a todo!» y después ríete de lo ridículo que suena. A veces necesitamos una pequeña dosis de humor para descomprimir la presión. Porque sí, la vida es dura, pero también es increíblemente divertida si sabes dónde mirar.

Así que ahí te va mi último consejo, ya se acabó el café. Solo uno. No te estoy pidiendo que conquistes el mundo mañana, solo que hoy des un pequeño paso. Levántate de la cama, haz esa llamada, escribe esa idea, sal a caminar. A veces, lo único que necesitas para no rendirte es moverte un poquito. La vida no es una línea recta. A veces es un espiral, un zigzag o un revoltijo que ni Picasso entendería.

Pero mientras sigas caminando, siempre habrá algo nuevo por descubrir. Así que, ¿qué me dices? ¿Te animas a seguir? Vamos, que el mundo aún no ha visto todo lo que puedes dar.


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