De Sábanas Mojadas Hablan las Canciones…
Aprovecho estas fechas tan amorosas para rendir un homenaje y un reconocimiento a esos seres anónimos que han propiciado las condiciones para que la explosión demográfica de bogotanitos se mantenga en aumento.
Los grandes certámenes en todas las latitudes del mundo siempre dejan huellas de desorden en las que cientos o miles de personas no pensaron, dado su exaltado estado de ánimo. Esta traza aparece en todo tipo de sucesos: conciertos, partidos de fútbol, desfiles etc., afortunadamente, después de cada acontecimiento aparecen un puñado de seres que se encargan de volver todo a la normalidad y permiten que la vida siga su camino.
Ocurre lo mismo en eventos menos multitudinarios pero con niveles de excitación tal vez superiores a los que experimentan las grandes masas: me refiero a los encuentros de carácter amoroso.
Estas celebraciones, encuentros o como se les quiera llamar, tienen lugar miles de veces al día en nuestra amada capital, durante periodos que celestinas modernas identificadas con un pequeño arbusto en la entrada, han clasificado en dos categorías: rato (equivalente a tres horas) y amanecida (hasta 12 horas); esto implica que cada cuarto dedicado al encuentro de dos amantes, puede albergar cerca de ocho encuentros diarios. Dado que estos lugares funcionan durante 24 horas, y teniendo en cuenta las consecuencias que conlleva la impaciencia de los amantes, es importantísimo mantener las habitaciones en las condiciones de asepsia e higiene que requieren los encuentros, en un tiempo record. Esto requiere una logística que debe ser impecable; no hay nada más antierótico que entregarse a los placeres de la carne en un lugar con evidencias físicas y biológicas de otros amantes…
Los encuentros comienzan con la llegada de los participantes (quienes en algunas oportunidades traen unos tragos de más en la cabeza u optan por adquirir bebidas en el lugar bajo el sugestivo nombre de refrigerantes), luego de su anuncio en recepción esperan la asignación de su temporal nido de amor, a donde al fin llegan luego de recorrer pasillos colmados de habitaciones donde se dan lugar otros encuentros; posteriormente entran al lugar previamente asignado de acuerdo a la necesidad de los apremiados amantes, sauna, jacussi o algún elemento suntuario. El cuarto preparado con anterioridad por nuestras protagonistas, está aromatizado por un olor penetrante a ambientador industrial que borra evidencias olfativas; ya han tendido la cama, cuyo colchón es protegido con una tela sintética que lo aísla de secreciones anteriores y sobre este aislante las sábanas limpias, capaces de aguantar una relación por vez, sobre estas, una cobija que, aun tibia, espera la nueva pareja, y finalmente, una colcha que muchas veces hace juego con las cortinas. Cada habitación posee un baño con dos pequeñas toallas y un par de los afamados jabones chiquitos marca Pétalos, patrocinadores oficiales de los encuentros amorosos en el país.
Luego de cancelar lo acordado, según la modalidad escogida, los amantes se sumergen en su pasión, mientras una de nuestras heroínas deja sutilmente bajo la puerta la factura que sirve también como paz y salvo con el establecimiento para salir de nuevo a la civilización.
Y es al final de todo este ajetreo que aparecen las protagonistas de este relato, quienes en breves instantes tienen que restituir las condiciones en las que florecerá un nuevo encuentro apasionado, su labor es silenciosa, invisible y valiente, siempre cumplidoras de su deber, sea cual sea la naturaleza del evento o las practicas que este conlleve. Su misión será siempre la misma, garantizar un espacio aséptico para el amor (si fallaran en algún momento, arruinarían el anhelado momento de una pareja), esto a costa del impacto tal vez negativo en la vida sexual de estos seres, debido a las dantescas imágenes que han tenido que presenciar y que aun no ha sido determinado.
Como retribuir tan generosa labor? Es imposible darles una propina (sólo aparecen hasta cuando el cliente ha cruzado los arbustos), tampoco es posible solicitar a los amantes que controlen sus instintos y piensen en estas pobres mujeres en el momento supremo (le quitaría magia), adelantar algo del arreglo, botar utensilios en las canecas, devolver el brillo a los espejos etc., es imposible de llevar a cabo, dado lo escasas que resultan las tres horas y el estado de agotamiento al que se llega luego de un evento de esta magnitud. Por eso, dedico este espacio para dar un sentido agradecimiento en mi nombre y en el de todos los bogotanos que hemos utilizado sus servicios y que agradecemos a esos seres que tienen el engorroso trabajo de crear un espacio higiénicamente adecuado para la explosión demográfica de nuestros conciudadanos (aunque no siempre esa sea la intención de estas citas clandestinas).
DON BETO
Que divertido! me he reido demasiado! Buen tributo a las trabajadoras anonimas.
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Como siempre, muy bien escrito. Este blogger, ademas de divertido sabe narrar de una forma entretenida cosas de la ciudad desde un punto de vista muy personal. Me gusta mucho
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Alguna vez se han preguntado porque ese tipo de establecimientos, llamese motel o residencia, a donde se va a «tirar» por horas, no existe en los paises europeos???………… Ah… y bueno, si es cierto que es una labor complicada esa de limpiar las habitaciones en una especie de «el rey a muerto :-(…. que viva el rey!!» 🙂
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Es divertido lo que escribe lo cual hace que uno termine la nota, pero aun puede dar mucho ?mas de si; ensayo y error asi se hacen los buenos escritores… adelante
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Que articulo ta bueno. No utilizo estos sitios con frecuencia, pero es cierto, es una labor anonima epro importante. Este es el blog que mas me gusta, muy bien.
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ahi es donde uno aprecio la oportunidad de «vivir solo»
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tirara mucho
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Me divierto como un enano con tus escritos, pero este es sencillamente fenomenal! Buena reflexion en visperas de un dia en el que muchos conjugaremos el verbo «moteliar»
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Como me he reido y disfrutado con la lectura de este post, claro que lo mismo no piensa mi pobre abdomen postoperado. Se apreciaria un «enter» despues de cada final de parrafo.
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