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En estos días de efervescencia y calor cuando las pirámides, cadenas y demás negocios arrebatan los lánguidos ahorros que incautos compatriotas depositan con la ilusión de recibir un jugoso beneficio, el cual solo obtiene el bribón que decide abrir la oficina; aprovecho para contar una historia de lo que prometía ser la solución a los problemas de hambre y pobreza que agobiaban a una comunidad asentada en un lejano pueblito de nuestra querida nación.

 

No es mi intención retomar este trillado e inaudito tema, solo voy a contar una historia de la vida real de la cual he sido testigo de primera mano y en la cual los marranos no son los inversionistas sino los generadores de riqueza o para decirlo mejor son la riqueza misma…

 

También aclaro que para no herir susceptibilidades sólo mencionaré que la historia se desarrolla en un departamento de reciente formación, en un municipio que lidera las indecorosas listas de corrupción del país. Como parte de mi trabajo me trasladé al municipio a evaluar el plan de gestión social de una empresa con influencia en la zona; para ello fui invitado a una escuela en donde se iba a realizar la presentación de uno de los proyectos de inversión social cuyo bajo costo y cubrimiento garantizado lo iban a catapultar como un modelo digno de imitar alrededor del mundo (o mejor, del tercer mundo).

 

Acudí muy interesado al acto con un compañero y nos dispusimos a escuchar la maravilla que nos mantuvo expectantes durante días, así que pasamos a un salón de clases en el cual había un papelografo con una pirámide dibujada. Hasta ahí nada extraño, las rarezas comenzaron cuando llegó el expositor y pintó en la cima de la pirámide un malogrado chonchito. El plan de inversión propuesto consistía en que la empresa como parte de su inversión social daba en comodato a determinada familia una marrana y una cantidad suficiente de concentrado para un año; durante ese año la marrana debía ser preñada por un voluptuoso semental y los frutos de la unión se dividirían así: una pareja de lechones para la empresa y el resto para el beneficiado.

 

Culminado este primer ciclo, la marrana pasaba a otra familia donde repetiría la operación año tras año (no me atreví a preguntar por cuanto tiempo); mientras tanto los marranitos recogidos iban a parar a otras familias beneficiadas creando un increíble efecto multiplicador el cual debía elevar la producción de marranos a niveles que envidiarían en la propia China.

 

Finalizada la exposición me levanté y fui al baño para pellizcarme y echarme agua fría con el fin de saber si la propuesta era en serio y de ser así, para evitar un ataque de risa. Posteriormente retorné al salón con el fin de terminar la reunión sin manifestarle al expositor nuestro escepticismo, pues no creíamos que la cochambrosa pirámide fuera a ser un exitoso modelo de inversión social.

 

Ya en la ciudad traté de buscar numerosas explicaciones para rechazar el proyecto, incluso pensé en consultar a los defensores de derechos de los animales, para que me asesoraran sobre legislación acerca de la explotación sexual de marranas o trata de marranas; me propuse acudir a conceptos médicos que persuadieran a los proponentes del proyecto, teniendo en cuenta los nocivos efectos de una dieta a base de porcinos, incluso pensé en proponer una asesoria sicológica o unas vacaciones pagas para la marrana, pero nada sirvió para disuadirlos y pese a que se objetó el proyecto, éste se llevó a cabo porque una idea tan valiosa no merecía ser archivada.

 

Hace unos días viajé para hacerle seguimiento al plan finalmente aprobado y ejecutado. Al visitar de nuevo la escuelita recordé la pirámide porcina y decidí preguntar, la repuesta fue aun más risible que la misma propuesta, aunque previsible teniendo en cuenta el carácter festivo e inmediatista de los habitantes del pueblito. Esto fue lo que pasó:

 

El programa estaba beneficiando las primeras familias hasta que una plaga virulenta, marranicida, de proporciones bíblicas acabó totalmente con los marranos del programa; las primeras investigaciones no arrojaron datos sobre el origen de la misteriosa peste.

 

Lo “sorprendente” del caso es que a la peste le bastó con los dos días previos a las fiestas patronales para acabar con los chanchos. Según los pobladores se trató de una muerte anunciada puesto que durante las festividades siempre ocurrían estos  episodios de mortandad de cerdos, gallinas, chivos y ocasionalmente de reses en el pueblo; desafortunadamente la empresa no lo tuvo en cuenta ni tomó los correctivos necesarios.

 

Ante esta debacle hubo habitantes que expresaron su preocupación ya que pensaban que ante el desafortunado fenómeno, la empresa iba a suspender el programa y eso afectaría considerablemente el condumio en las próximas fiestas. Investigando un poco más, me enteré de que la mortandad no respetó ni a los sementales, es más, no dejo ni los cadáveres para poder establecer las causas del deceso. Afortunadamente lo memorable de las fiestas, en donde abundó la bebida y la comida (en especial la carne de cerdo) fue que todos los afectados olvidaron rápidamente el horrible percance y sus consecuencias.

 

Espero que esta historia sirva como ejemplo y evite que más incautos resulten sacrificados (como ocurre siempre con los marranos), en uno de estos multiniveles tan de moda en la otrora tierra del sagrado corazón y actualmente mejor conocida como la tierra de los faraones por sus numerosas pirámides.

 

 

DON BETO

 

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