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En
algún momento de esta puñetera vida, todos, absolutamente todos (incluyendo a
UD que se precia de tener puntualidad inglesa), nos hemos visto en la necesidad
de escuchar o decir mentirillas que justifiquen las llegaditas tarde; y es que
en el país de macho´e trapo, de pescados con números ganadores de lotería, de
falsos positivos, del himno «más lindo del mundo» (después de la
marsellesa), y otro sin fin de inverosímiles falacias, es recurrente echar mano
de la situación más absurda posible para justificarnos. Esta reprochable manía
hace que una razón tan válida y real como un trancón en las insufribles calles
capitalinas carezca de credibilidad, y en cambio decir con cierto tufo que el
abuelito sufrió el decimotercer ataque cardiaco, a pesar de que yace hace más
de un lustro, sea la excusa perfecta que da pasaporte al vasto mundo de la
impunidad.

 

La
historia que traigo a continuación es tan absurda como real ya que reposa
perfectamente bien documentada en los archivos judiciales de la ciudad e
involucra dos personajes tan distintos como ajenos que el implacable destino
decidió juntar en el corazón de nuestra ciudad.

 

Los Protagonistas

 

Hace
un poco más de dos años un humilde mensajero al que llamaremos Mincho
* salió
de su casa en el occidente de la ciudad muy a las 7:00 am a cumplir con su
trabajo diario, montaba una moto de dudosa calidad proveniente del lejano
oriente, cuyo modesto cilindraje  le permitía cumplir a cabalidad con sus
tareas de entrega de documentos. Corría el mes de abril y el invierno, como es
tradición, había anegado varias de las vías principales de la ciudad, por tal
razón Mincho se había puesto su sobretraje impermeable y un par de bolsas en
los pies que le permitían moverse por la ciudad manteniendo un agradable calor
corporal, contaba con el tiempo necesario para cumplir con su horario, todo
parecía indicar que era un día normal.

 

Por
aquella época se encontraba en la ciudad un afamado circo mexicano cuya carpa e
instalaciones se habían visto afectadas por el inclemente invierno, lo que
obligó a los cirqueros  a correr las jaulas para «proteger»
los ya demacrados animales entre los cuales se encontraba un oso al que
llamaremos Toby (nombre también cambiado para proteger su identidad).

 

Toby
había soportado de una manera estoica el invierno capitalino y el hecho de
estar 2600 metros
mas cerca de las estrellas; las condiciones naturales le habían enseñado a
soportar largos inviernos, de tal manera que la lluvia y el viento no eran
problema para Toby quien a pesar de las vicisitudes ostentaba una condición
mucho más favorable que la del león, el elefante y otras fieras africanas que
no estaban adaptadas a los andes septentrionales. La única diferencia que
encontraba Toby entre el invierno capitalino y el único que había alcanzado a
experimentar en la tundra era que en esta última, los osos suelen afrontar el
invierno con la barriga llena y los cirqueros mexicanos no se habían esmerado
por cumplir este requisito, en consecuencia Toby experimentaba un hambre
salvaje que había logrado afectar el buen humor de este tierno ejemplar.

Los Hechos

Mincho
transitaba por la calle 13 en sentido occidente -oriente a la altura de la
Avenida
Boyacá
, en este lugar una incesante
lluvia había logrado saturar el caño (como todos los años) deteniendo el
tráfico vehicular y ocasionando un trancón de esos que suelen paralizar la
ciudad. Mincho quien se había caracterizado por ser un empleado responsable no
estaba dispuesto a llegar un minuto tarde, así que decidió remontar la
inundación pasando con su moto por el borde más alto que aunque angosto parecía
seco y firme, era una maniobra que exigía el máximo de concentración, a pesar
de contar como fondo con una descolorida carpa de circo.

 

Mientras
tanto, a unos pocos metros, Toby en un ataque de tedio y hambre  había
optado por tirarse al piso helado de su jaula chapoteando en el charco con su
garra, recordando una lejana infancia en donde este ejercicio le permitía
atrapar gruesos salmones;  el desinterés del oso en el ejercicio le había
permitido pasar por alto que un equilibrista en moto, que no era de su circo,
se acercaba cautelosamente, sin percatarse de la presencia del fiero animal.

 

De
pronto la garra de Toby sintió la presencia de Mincho y en un impulso motivado
por el instinto salvaje se levantó de un salto agarrando a Mincho por la
espalda e intentándolo meter a la jaula a cualquier costo, no era el salmón que
anhelaba pero estaba finamente empaquetado y tenia la tibieza de una presa
recién cazada. Mincho aún no sabía qué era lo que sucedía, miles de situaciones
pasaban por su cabeza menos que un oso pardo lo tenia en sus planes para el
desayuno, el abrazo del oso no le permitía respirar; el chaleco, el impermeable
y demás adminículos propios de un motociclista habían permitido proteger sus
órganos vitales, sin embargo la presión sobre la caja costal le ocasionó un
desmayo que sumado a las diezmadas fuerzas del hambriento animal, le permitió
escurrirse al charco empujando la moto al andén, de la cual solo se podía ver
la mitad del manubrio.

Todo
ocurrió en cuestión de segundos y nadie se dio cuenta, solo unos bomberos que
se encontraban dragando la vía con una motobomba vieron el sanguinolento
guiñapo metido entre el charco y pensaron que se había caído en su intento de
pasar; lo sacaron y vieron su traje destrozado y algunos rastros de sangre,
bastó con levantar la cabeza para ver a Toby mirando desconcertado como se
alejaba la mejor oportunidad que había tenido en años.

Como
los vehículos estaban represados obviamente las ambulancias no podían acudir al
rescate del mensajero, por lo que los bomberos tuvieron que sacarlo a rastras
hasta un taxi que se encontraba al otro lado de la inundación; uno de los
bomberos lo acompañó hasta el hospital más cercano, pagó la carrera, explicó
rápidamente lo sucedido y se marchó.

 

Para
ese momento Mincho había recuperado el sentido, un poco maltratado pero nada
que lamentar. El dictamen médico decía que la víctima había sido atacada por un
animal (el médico no se atrevió a colocar que era un oso), que presentaba dos
profundos rasguños uno a la altura del pecho y otro en la barriga (este último
requirió un par de puntos), en la espalda habían quedado estampadas las barras
de la jaula de forma paralela a la columna vertebral, conclusión: un mísero día
de incapacidad del cual ya habían transcurrido 6 horas.

 

Mientras
tanto Toby disfrutaba de un jugoso desayuno, el bombero comentó lo sucedido a
los dueños del circo y enseguida estos se dispusieron a correr la jaula y a
alimentar en exceso al animal temiendo una visita de las autoridades
protectoras de animales.

 

La
suerte de Mincho en cambio no parecía mejorar, en el momento de la agresión
debió haber perdido el celular y la billetera, por lo que no pudo avisar a
nadie sobre su insólita situación. Además aún le faltaba ir a medicina legal, a
una estación de policía y al sitio de los hechos para recoger la moto; fue
precisamente en ese lugar donde emprendió su viacrucis ubicando la moto que
para sorpresa suya ya reposaba en los patios con sus respectivos comparendos,
obviamente el celular y la billetera no fueron encontrados, en cambio sostuvo
una acalorada discusión con los encargados del circo que estuvieron a punto de
golpear al ya maltrecho Mincho, acusándolo de imprudente y de molestar a los
animalitos. Mincho decidió ir a medicina legal para que lo incapacitaran y
poder entablar una demanda, lo cual hizo en medio de las burlas y de la ira que
le producía recitar una y otra vez su desventura a todos los celadores,
policías y funcionarios melindrosos a los que le pidió ayuda, finalmente y
luego de varias horas logró su cometido pero ya era muy tarde para poner las
denuncias así que rendido decidió irse a casa a descansar y a prepararse para
aguantar otra catajarria de burlas al día siguiente.

 

El Final

Técnicamente
esta historia aun no tiene final; Mincho hoy en día recorre tribunales en busca
de una indemnización que por lo menos cubra los dos días de patio, el parte, el
celular, los duplicados de los papeles, los arreglos de la moto, el chaleco, la
chaqueta, la camiseta y hasta la cirugía plástica. Además fuera de la ausencia
del trabajo el día del accidente, Mincho requirió un sin fin de permisos para
realizar todos los trámites requeridos ante las autoridades lo cual generó el
descontento de su jefe que poco a poco lo fue haciendo a un lado hasta que lo
pudo despedir.

De
Toby no se sabe mucho…meses después prohibieron espectáculos que usaran animales,
de tal modo que el circo se desprendió de varios de sus artistas donándolos a
zoológicos y a parques temáticos, algunos circos más inescrupulosos decidieron
simplemente liberar los animales, de todas formas Toby fue hallado culpable en
un juicio absurdamente dilatado por la imposibilidad del inculpado de asistir a
las diligencias judiciales, Toby sigue siendo prófugo de la justicia y fue
juzgado como reo ausente. El valor de la indemnización es y seguirá siendo la
batalla de Mincho quien no está dispuesto a recibir lo poco que le ofrecen
porque nadie, incluyéndolo a usted casual lector, cree que esta historia pasó,
porque estamos en el país de los valores invertidos, donde los falsos
positivos, son falsas denuncias, donde las cosas suceden «a mis espaldas»,
donde el sobornado es culpable y el sobornador inocente y donde tristemente
alguien que solo quiere defender la verdad y buscar justicia ha sido tratado
como mentiroso, loco, embaucador etc., sólo por haber tenido la desventura de
ser atacado por un gran oso pardo en la avenida Boyacá con calle 13.

 

DON BETO

 

 

 




* Nombre cambiado para proteger la identidad del protagonista

 

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