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Anticipo que este escrito no es en contra de los hombres, no. Pero es un hecho que en la historia de la humanidad ha sido dirigida, en la mayoría de las ocasiones, por ustedes. Aún hoy las riendas políticas están en sus manos; de 193 países solo 10 son gobernados por nosotras. Y a pesar de que los derechos y libertades son los mismos para todos, también es claro que nos ha tocado luchar un poco más (bastante) para garantizarlos. Lo que es peor, estos muchas veces dependen del género masculino.

La batalla también es en contra de los estereotipos y de todos aquellos que asumen que las mujeres solo debemos ocuparnos de un hogar con hijos, porque esa es nuestra naturaleza, dar vida y nada más. Justo acá empieza la cruzada por la libertad de nuestros cuerpos y por el respeto a nuestras decisiones. Si nos ha costado hablar y decretar que los abortos sean libres, abiertos y seguros, imagínense poner en la agenda pública la anticoncepción quirúrgica voluntaria a la mayoría de edad y con la posibilidad biológica de procrear (sin tantas trabas), y del derecho de las mujeres al disfrute y goce pleno de la sexualidad. Sobre esto la Corte Constitucional ha versado lo siguiente:

Toda persona tiene derecho a tener una vida sexual plena, sin obstáculos  y/o represiones que impidan vivir ésta experiencia, pues hace parte de su libre albedrio decidir: (i) si quiere tener relaciones sexuales cómo, con quién y con qué frecuencia, (ii) si quiere tener hijos fruto de esa relación; (iii) que método de planificación le gustaría emplear para evitar un embarazo y/o una enfermedad venérea, entre otras. Para ello, el Estado deberá implementar las medidas que sean necesarias para garantizar la salud sexual y reproductiva de las personas.” Sentencia T-690/16

De esas tres, ninguna se cumple a cabalidad. Según datos de la Fiscalía (2020) en lo corrido del año pasado, hasta diciembre se registraron 50.800 denuncias por delitos sexuales cometidos contra una mujer o una niña y sobre el método de planificación, en el que por regla general la carga es de la mujer, ocurren dos situaciones: la primera tiene que ver con la educación sexual, ésta sigue siendo muy limitada en colegios públicos y privados y poco abierta para todas las mujeres -sobre todo en zonas rurales-, es decir, no se cumple con la exigencia de los garantías contenidas en la Constitución Política, como lo es el derecho a la información y a una salud sexual reproductiva y sana; la segunda está relacionada con los “peros” con los que se encuentran las mujeres al momento de decidir no tener hijos, bien sea porque es su proyecto de vida o porque ya no quieren tener más a quien criar.

A pesar de que la progenitura responsable encuentra su respaldo en la Ley 1412 de 2010, las mujeres son quienes tienen que enfrentarse a posiciones médicas que cuestionan su decisión, por ejemplo: la edad (como si uno a los 30 años no supiera lo que quiere), el hecho de no tener hijos previamente o que, por asuntos religiosos o éticos, el médico se niega a practicar la cirugía de manera arbitraria. Bien afirma Alex Confort: “Cuando un médico habla de anticoncepción no hay que preguntarse cuánto sabe de medicina, sino con qué ideas religiosas, morales o políticas se identifica”. Lo único es que descontamos es que la mujer deba tener el permiso de su pareja (en algo hemos evolucionado, faltaba más).

Aunque el artículo primero de la Ley 1412 de 2010 reza que “Las parejas tienen derecho a decidir libre y responsablemente el número de hijos que conformarán la familia. La progenitura responsable se considera una actitud positiva frente a la sociedad, y como tal será reconocida, facilitada y estimulada por las autoridades”, me permito aclarar que la decisión de no tener hijos no depende de una pareja y que el trámite no ha resultado ser tan fácil para las mujeres que han tenido que empezar de cero cuando un médico se niega a tramitar su solicitud. Cosa distinta sucede en el caso de los hombres, quienes además tienen la suerte biológica de revertir su decisión y para ellos el trámite resulta ser sencillo y sin tantos cuestionamientos.

Así que, una vez más, tenemos una discusión sobre el rol de género y el derecho de nosotras a decidir lo que queramos sobre nuestro cuerpo, y cómo ello incide en el proyecto de vida. Basta ya de hombres que se creen con el poder divino a cuestionarnos y a imponer sus visiones, tradiciones y opiniones sobre asuntos que sinceramente no les competen. Tal y como lo mencionó Sarah Grimké, líder de los derechos de las mujeres,“I ask no favor for my sex. All I ask of our brethren is that they take their feet off our necks”.

Finalmente, de antemano sé que a muchos les da miedo la palabra “feminismo”, pero quizá es el momento para acercarnos un poco más a las luchas de las mujeres, porque eso sí es un asunto de todos. Y sí, todos deberíamos ser feministas.

Twitter: @Lore_Castaneda

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