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El presidente de la Comisión de la Verdad, el sacerdote jesuita Francisco de Roux, inició una cruzada nacional e internacional luego del pomposo anuncio de la entrega del informe final el pasado 28 de junio, tras aproximadamente cuatro años de recopilación de testimonios, documentos y múltiples fuentes. El padre de Roux, fiel a su ejercicio sacerdotal, va predicando de país en país, de institución en institución, la “verdad histórica” qué, según él, muestra lo sucedido en más de medio siglo de conflicto armado en Colombia. Evidentemente, la “verdad” construida por el padre de Roux y su equipo asesor, no necesariamente debe ser aceptada por unanimidad, y esto es saludable para la sociedad colombiana y para los investigadores que lean el informe, quienes además tienen la obligación ética y científica de cuestionar, verificar y contrastar lo que allí se ha escrito, ya que sería desastroso que un documento sea proclamado como dogma, teniéndolo como verdad innegable, irrefutable o incontrastable.

Lo deseable en una comunidad académica es que el documento generado por la Comisión de la Verdad sea examinado y discutido en múltiples espacios académicos, aunque esto es poco probable que suceda, ya que el informe final responde a toda una extensa historiografía que se ha consolidado en las universidades del país, en el que la ideología marxista ha dirigido el análisis de las ciencias sociales por más de medio siglo hasta el presente, renunciando a la crítica debido al compromiso ideológico de los académicos. Y esto no es solo un fenómeno de las universidades colombianas, esto también se observa en los investigadores europeos que desde las más prestigiosas universidades siguen viendo a la América Latina como el laboratorio de los proyectos políticos de izquierda que han sido desechados de la política en el viejo continente. Toda una comunidad académica que incluso apoya económicamente la “verdad revelada” por el padre de Roux, en donde diversos investigadores, universidades e instituciones públicas se han prestado tradicionalmente como legitimadoras de la utopía marxista latinoamericana.

Cualquier estudiante de primer semestre de la carrera de Historia sabe que antes de leer un documento se deben examinar los perfiles de los autores, ya que esto será fundamental para comprender las intenciones, los objetivos, los compromisos ideológicos y los alcances de lo que se quiere transmitir a través de lo escrito. El padre Francisco de Roux desde su puesto como director del CINEP entre 1982 y 1986, además de su simpatía con el movimiento de la teología de la liberación que influenció a tantos religiosos que terminaron militando en guerrillas como el ELN, es solo una muestra de la visión del conflicto que produjeron, pero son los silencios, como el poco espacio a las victimas que produjeron las guerrillas, lo que deja en evidencia qué se quiere mostrar y qué ocultar o justificar.

Desde la publicación del libro “La Violencia en Colombia. Estudio de un proceso social” en 1962, dirigido por el sociólogo marxista Orlando Fals Borda y el sacerdote Germán Guzmán Campos (biógrafo y amigo del guerrillero sacerdote Camilo Torres), pasando por la publicación del informe “Basta Ya”, en 2013, por el Centro Nacional de Memoria Histórica en cabeza de su exdirector Gonzalo Sánchez, llegando al actual informe de la Comisión de la Verdad, se repiten y extienden las ideas y conceptos de la justicia social, la lucha por la tierra y la “violencia” del Estado colombiano contra los movimientos sociales de campesinos, obreros y estudiantes, estableciendo estos factores como los ejes que han construido una única “verdad” del conflicto armado, presentando estos hechos como los responsables de la violencia en Colombia, un discurso que tristemente se asemeja mucho al exhibido por los excomandantes de las FARC-EP en la justificación que realizaron sobre el porqué de sus crímenes atroces contra la sociedad colombiana.

Así, vemos cómo el activismo ideológico y político ha permeado e infiltrado las estructuras de la academia colombiana, americana y europea, donde el dogma marxista ha pesado más que la ética investigativa. El grupo guerrillero del ELN estuvo nutrido en sus inicios por sacerdotes imbuidos en la teología de la liberación, y con estudiantes universitarios adoctrinados en el comunismo, estudiantes quienes también militaron en las filas de las guerrillas de las FARC-EP y el M-19 en sus inicios. Por otro lado, quienes no se vincularon a la lucha armada, extendieron las ideas marxistas en los espacios universitarios de instituciones públicas y privadas, generando nuevos militantes para las guerrillas urbanas o llegando a formar parte del Estado Mayor de los grupos guerrilleros. Luego de décadas, se logró establecer en la sociedad colombiana una élite académica dogmática y abiertamente marxista que se ha consolidado en las instituciones universitarias. Una élite que además se ha vuelto endogámica, ya que vemos, por ejemplo, cómo la abogada Patricia Linares, quien ejerció como presidenta de la JEP entre 2017 y 2020, fue elegida en este cargo luego de trabajar varios años como asesora en el Centro Nacional de Memoria Histórica, cuyo exdirector Gonzalo Sánchez, trabajó posteriormente como asesor de la JEP -al parecer se devolvieron el favor-, sin contar otro sin número de funcionarios que se rotan jugosos contratos saltando de institución en institución. Sin mencionar el comportamiento de los miembros de la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz, que se muestran eficientes en el seguimiento de los casos de las víctimas generados por el Estado, pero indolentes con las víctimas ocasionadas por las FARC-EP, tal y como le sucedió recientemente a Sigifredo López, quien fue silenciado en plena audiencia, teniendo en cuenta que ya habían dejado sin participación a los familiares de los diputados del Valle que fueron asesinados cruelmente por el grupo guerrillero.

Este compromiso ideológico de las universidades en América Latina y Europa, en donde se sigue admirando a las figuras de criminales como Ernesto Guevara y Fidel Castro, mientras sin ningún pudor se sigue mirando para otro lado frente a las dictaduras de Nicaragua y Venezuela a pesar de su crueldad, son una muestra de la manipulación y la verdad que se quiere ocultar, la “verdad histórica” que se quiere construir, y las voces de las víctimas que se están silenciando y sacrificando en nombre de la paz. Entre tanto, la necesidad de justicia como medida de reparación para las víctimas se cambia con la impunidad a los asesinos más grandes de la historia de Colombia.

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Historiador y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Doctor en Historia de la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla - España. Con más de 20 publicaciones entre libros, capítulos de libros, artículos, papers y otros documentos. Entre mi experiencia profesional se encuentra mi trabajo por cinco años en proyectos de memoria histórica para las Fuerzas Militares, el Centro Nacional de Memoria Histórica y el IGAC.

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6 Comentarios
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  1. carlosocampo0526

    Muy de acuerdo con su columna. Aunque ya muchos lo habíamos dicho: las conclusiones de la comisión de la verdad será para justificar las atrocidades cometidas por los narcoterroristas de las Farc y atacar sin misericordia a las Fuerzas del Estado (no estoy diciendo que no cometieron crímenes) y grupos de narcoparamilitares como los únicos causantes de tantas atrocidades, mientras los otros disfrutan de las mieles del poder en total impunidad.

  2. Buen articulo y eso que falta la participación de Cuba en el armado de los grupos guerrilleros en Colombia y la generación de violencia en el país, el mal llamado padre de roux, no ha hablado de sangre negra, tiro fijo, rasguño y otros asesinos de los años 60, que mataron y mataron gente y luego como en el caso de tiro fijo posaron de guerrilleros. Hay que despertar y este articulo ayuda porque nos estamos quedando sin memoria. Gracias

  3. Primera vez que lo leo y fue lo mejor que pude hacer hoy, en mi mañana de lectura.. Usted, expresa con claridad, congruencia, la realidad de la retahíla del padre de Roux… así de claro es..ahhh.. y que en las escuelas , no genere un corto circuito mental y de actitud, a los profesores y mas a los niños, porque pienso que no van a entender, si es una historia de 60 años hasta hoy, porqué sigue ocurriendo, la barbarie de la guerra en nuestro país…. Que lean el porqué en las escuelas de Alemania, si lo leen sobre el holocausto, porque es historia pasada y no sigue ocurriendo a hoy. Esa la gran diferencia, los niños alemanes lo entienden y para ellos también es pasado.

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