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El lunes de esta semana el colegio electoral oficializó los resultados de la elección presidencial del 3 de noviembre en Estados Unidos, otorgándole la victoria electoral a Joe Biden y a Kamala Harris. Esto a pesar de que en las últimas semanas Donald Trump, sus abogados y miembros del partido republicano, lideraran esfuerzos para cambiar el resultado de las urnas. No obstante, el sistema electoral estadounidense supo aguantar las amenazas por parte de Trump y las cortes reafirmaron que la elección del 2020 fue segura, y que las afirmaciones de fraude masivo por parte del equipo que rodea al actual presidente no tenían sustento alguno.

Aunque el presidente electo, Joe Biden, en un discurso posterior a la oficialización de su victoria afirmó que triunfó la democracia y que ahora es el momento de unirse en el gigante norteamericano, su gobernanza en los próximos años tendrá serios obstáculos. El partido demócrata, aunque ganó la elección presidencial, disminuyó su mayoría en la Cámara de Representantes y no logró obtener una mayoría en el Senado de los Estados Unidos.

De esta manera, Biden será el primer presidente desde Groover Cleveland que no tiene, en sus primeros dos años de gobierno, mayoría en ambas cámaras de la rama legislativa. Por consiguiente, la agenda política de Biden y Harris deberá ser más centrista, pues, asumiendo que los demócratas ganen las elecciones del Senado de Georgia, que serán en enero, el partido solo obtendría un total de 50 senadores, imaginando que la vicepresidenta Kamala Harris haga de voto de desempate cuando Biden quiera pasar cualquier acto legislativo. Esto, a su vez, disminuye el margen de maniobra del presidente electo, pues independiente del resultado de la elección de Georgia sus propuestas legislativas tendrán que convencer a republicanos moderados, al igual que a miembros de su propio partido.

De igual forma, esto haría que Biden, en sus primeros dos años, se abstenga de implementar proyectos legislativos como el “Green New Deal” o “Medicare for All”, estandartes del ala progresista del partido demócrata, pues estas son propuestas ampliamente divisorias, y Biden no tiene las mayorías necesarias para pasarlas.

Teniendo esto en cuenta, el presidente electo podría entonces causar amplias divisiones dentro de su partido. No obstante, esto podría jugar a su favor. Biden se mostró en la campaña electoral como un líder capaz de cruzar líneas partidistas, un líder pragmático que busca encontrar acuerdos con su contraparte. En este sentido, con un senado dividido, Biden parece el líder indicado para poder avanzar a una agenda legislativa lo suficientemente ambiciosa, pero lo suficientemente central para disminuir la polarización política en la rama legislativa, que frenó los esfuerzos del gobierno Obama, del cual Biden fue su vicepresidente.

Adicionalmente, las elecciones denominadas “mid-term elections”, donde se escoge a un número importante de Senadores y a la totalidad de la Cámara de Representantes, usualmente es una en la cual el presidente de turno sufre un revés importante, pues, al tener la mayoría en los primeros dos años, estas elecciones suelen ser un referendo en su accionar. De esta manera, al estar dividido el Senado y la Cámara de Representantes, Biden podrá acusar a los extremos en ambos bandos políticos como los culpables si su agenda legislativa no avanza, y su imagen podría mantenerse relativamente alta. Esto a su vez podría derivar en la elección de líderes políticos más centristas y capaces de disminuir la polarización política en la rama legislativa.

De igual forma, los años que se le avecinan a Biden y Harris no son nada fáciles. Tendrán una gobernabilidad limitada en tiempos donde estos lideraran el proceso de reactivación económica post-pandemia, deberán implementar reformas que busquen enfrentar los problemas de brutalidad policiaca, desempleo, energía renovable y protección ambiental, al igual que fortalecer lazos con instituciones y aliados internacionales de Estados Unidos, que fueron afectadas durante el último cuatrienio. Igualmente, deberán enfrentar una ciudadanía que, en un porcentaje importante, afirma que su elección presidencial estuvo marcada por un supuesto fraude y asegura que Biden no es un presidente legítimo.

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MARIO CARVAJAL CABAL

Internacionalista y Ayudante de Investigación en una Consultora Geopolítica

Twitter: @Mariocarvajal9C

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