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Hace unos años escribí una entrada sobre cómo son las cosas cuando vives solo. Se llamó «La verdad de vivir solo». Por eso el título de esta entrada es un poco rebuscado.

La entrada anterior la escribí un poco desde el humor, como la mayoría de cosas que publico, como me gusta escribir. Pero ahora, que estoy viviendo solo otra vez, ya no es tan chévere. Les confieso que ya me está dando duro.

Es algo que vengo sintiendo hace rato, y es una de esas cosas de las que no se suelen hablar, en parte porque da oso. Pero me animé porque la semana pasada me encontré con dos amigos de hace muchos años, creo que no nos veíamos hace como 8, y cuando les hablé de esto, ambos me dijeron que también se sienten así.

Desde pandemia muchos cambiamos de estilo de vida, y a muchos nos quedó esa soledad, ese aislarnos de los demás. Y eso no es nada bueno.

Lo irónico es que somos muchos los que nos sentimos solos, como quien dice no estamos solos. O sea, sí  pero no.

Estamos, pero no somos los únicos, como solemos creer en el silencio de nuestras casas. De hecho, Marta, una de las amigas que mencioné arriba, me habló de un grupo de Telegram que se llama algo como «el combo de los sin combo». En conclusión no estoy solo en mi soledad.


El tema con la soledad es que es algo a lo que te vas acostumbrando, es como un hoyo negro del que, mientras más te acercas o más tiempo te quedas, más difícil es salir.

Cuando dejas de salir a la calle, empiezas a buscar excusas para no salir. Que el clima, que el trancón, que no te arreglaste hoy… cualquier cosa.

Ahora, también debo reconocer que Bogotá es particularmente difícil para hacer vida social, al menos para los que trabajamos desde la casa. Salir se vuelve una experiencia kármica: meterse a un trancón o exponerse a un lavadón monumental por cuenta de estas lluvias aleatorias. Eso en el mejor de los casos. Porque en el peor escenario te expones a atracos y raponeos. Eso sin hablar de lo absurdamente caro que está todo.


Siento que debo aclarar un poquito mi situación: Desde hace unos meses vivo solo, y en general lo disfruto. Pero a eso debo sumarle que trabajo solo. Soy lo que llaman un «solopreneur», por lo que no tengo que hablar con nadie para trabajar, mucho menos ver a nadie. No tengo reuniones de planeación, no tengo a alguien en el escritorio de al lado para rajar de algún cliente.

Mi mayor interacción física con alguien es pedirle el recibo del agua al vigilante en la portería, o poner la tarjeta en el datáfono cuando hago mercado.

Hacer home-office no es nuevo para mí, lo hago hace unos 10 años, solo que antes de pandemia tenía otro tipo de trabajo, que me implicaba salir a reuniones con clientes. Incluso tuve empresa, empleados, oficina y demás. Todo eso cambió con la pandemia.

Yo imagino que este sentimiento de soledad viene potenciado por mi relación que se terminó hace poco.

Seguramente muchos de ustedes, al menos los que no se sienten así, tendrán la solución mágica para todo. Pensarán algo tipo «pues fácil, sal a la calle», o «tan fácil, ¿por qué no llamas a algún amigo?». Créanme, lo he intentado. Además eso es un poco como cuando le dicen al deprimido que no esté triste. Así no funcionan las cosas.

He ensayado muchas cosas. Durante un tiempo tuve un amigo en el barrio, pero se fue a vivir a Europa el muy perro (es con cariño, viejo Dani).

Tengo otro amigo en el barrio en que vivía antes, pero si voy a diario lo que me gasto en parqueaderos me arruina (igual supongo que a la larga son excusas). Con decirles que hasta di una conferencia en mi conjunto residencial, al que se registraron como 20 vecinos, pero fueron 3.

A alguien que consideraba de mis grandes amigas, la última vez me dijo «Seguro nos vemos! Es más, lo pongo en mi Calendar para no ocuparme ese día con otra cosa.» Eso fue hace como 4 meses, desde ese día no hablamos. Yo también tengo mi orgullo.

He entrado a Apps de citas, tipo Tinder, inicialmente para conocer personas que vivan cerca y charlar café. Pero la verdad es que es bien complicado dar con alguna persona adecuada. O yo soy muy mamón, que también es una opción.

También me han dicho que la soledad es mental y pendejadas de esas. Creo que hasta mi terapeuta me lo ha insinuado (si me lees, también es con cariño).

Lo que sí es un hecho es que el ser humano es un ser sociable —yo particularmente soy muy sociable— y necesita pertenecer a algún grupo.

Cuando somos jóvenes no lo apreciamos mucho, porque ahí están el colegio y la universidad, donde uno hace amigos por inercia. En esos momentos uno piensa que es imposible que uno pueda sentirse solo, o que le cueste. Yo jamás pensé que me iba a sentir así.

Pero a medida que pasa el tiempo, tus amigos se casan, y los solteros ya no encajamos tan fácil en los planes de papás. O ellos ya no tienen tiempo de salir, normal.

Tengo una amiga que vive en el exterior, ya me cansé de escribirle a preguntarle si tiene tiempo de hablar. Como sé que sí me lees, sabes que es con cariño.

Así que acá estoy, a las 9:30 de la noche, en el estudio de mi apartamento, mirando a la ventana, pensando en que no converso con alguien hace más de 3 días. En que no tengo una conversación profunda y significativa hace al menos una semana, y así es la mayoría de mis semanas.


Con esta entrada no pretendo generar lástima ni mucho menos. Creo que un poco es, además de desahogarme, que si alguno de ustedes se siente así, sepa que no está solo.

Sí, pero no. O no tanto.

Sepa que me puede escribir, dejar un comentario, escribirme por redes, lo que sea. Cualquier pendejada. Las pendejadas son mi tema favorito.

Y como no encontré una manera inteligente ni elegante de terminar esta entrada, la cierro así:

¡Chan chán!

@OmarGamboa

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