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Por PanzaVidela

Anoche terminó en Barranquilla el sueño en el que nos
invitaron a creer Ríchard Páez y sus pupilos. Vamos a mirar varios puntos, a
manera de pre-balance, una vez terminado el semestre.

Lo primero tiene que ver con el partido de anoche.
Personalmente hubiera preferido una estrategia ultra-defensiva, tal como se
hizo en Copa Postobón para defender el 4-1. Esa vez dio resultado y esa vez
alabé la estrategia. No era la más estética para la tribuna, pero en ese
partido demostró ser la más eficaz para conservar la ventaja. Para el partido
de anoche hubiera querido lo mismo -como cualquier hincha que tiene sus gustos
y preferencias-, pero no fue el caso. Páez salió a atacar, a buscar el gol, a
defender la ventaja de otra manera. A decir verdad, la estrategia que escogió
Páez para el partido de anoche fue consecuente con su filosofía de jugar al
fútbol, fiel a su estilo y fiel a lo que este Millonarios -que cada día mostró
más una identidad propia- propuso durante el semestre. Para decirlo en otros
términos: anoche Páez murió en su ley, apostándole a sus convicciones. Y eso es
respetable. Porque fueron las mismas convicciones y la misma filosofía que lo llevaron
a disputar ese paso a la final.

Fácil es criticar con la eliminación a cuestas y tener claro
que la estrategia no fue la más eficaz. De otra historia estaríamos hablando si
el balón del minuto 5 no se estrella en el palo y deja un marcador parcial de
0-4. Por esos cuantos centímetros hoy todos estaríamos elogiando la estrategia
ofensiva de Páez, el no haber ido a meterse contra los palos, el haber
propuesto fútbol como un equipo grande. Siempre, tras los resultados, será
sencillo acomodar nuestras posiciones. El fútbol es así. Anoche se perdió, pero
debemos tener cabeza fría para ver más allá de los inmediatismos. Esa fue -al
menos de mi parte- la lección que aprendí del proceso que ha sido tener a
Richard Páez como técnico de Millonarios.

Y escribo este escrito como una especie de «deuda
moral» respecto a Páez. Sentía como un deber el hacerlo y estaba esperando
el semestre para escribirlo. Y no considero necesario la estrella 14 como única
excusa para hacerlo. En los peores momentos de la era Richard Páez -como el 90%
de la hinchada azul en aquellos momentos (así muchos, varios meses después, lo
hayan olvidado y pretendan decir que sostuvieron a Páez siempre)-, fui de los
que caí en la desesperanza respecto al futuro de Millos en manos de Páez .
Recuerdo conversaciones con José Roberto Arango en donde el «mago»
(ahora entiendo aún mejor el porqué lo llaman así) decía que «aquí no se
iba a cambiar de técnico cada vez que se perdieran 3 partidos seguidos» y
que «la confianza en Páez y su trabajo era total y absoluta».

Tras la tormenta de los malos resultados vinieron los buenos
resultados y este semestre pudimos -¡por fin!- ver en mayor medida los frutos
de esa confianza y de ese apoyo total. Se ganó la Copa Postobón (lo cual
permitió surtir las arcas y permitió cumplir uno de los objetivos de la nueva
administración: regresar a un torneo internacional). Y aún más: se vio, en un
gran número de partidos, un equipo con una identidad propia, con un estilo de
juego, con una idea clara de lo que desea hacer en el campo. Y eso le valió
ganar partidos importantes y llegar a disputar su paso a la gran final, anoche
en Barranquilla.  

Otro punto en este elogio a Páez tiene que ver con los
resultados que logró con este grupo de jugadores. Para mi gusto -y esto es una
apreciación personal debatible, como todo- esta nómina no estaba a la altura
para ganar el título, algo que quedó evidenciado anoche, ya que tiene falencias
reconocidas por el propio técnico, incluso desde antes de comenzar el torneo.
Falencias que nunca fueron del todo resueltas. Y que deberán ser objeto de análisis
por parte de Javier Alvárez y el cuerpo técnico si queremos sumarle a este
grupo lo que le falta para tener un equipo preparado para ser campeón. Como lo
es el tema del «goleador-goleador», alguien que se sume a Toloza y
que sea sinónimo de gol. Igualmente el caso del defensor central rápido y de mucha
categoría. También el tema del armador, socio de Mayer Candelo y que pueda ser
solución en la generación de ideas en el medio campo, cuando Candelo no esté en
su día. En realidad esta nómina solamente necesita un par de ajustes para
mejorar lo que en este momento es muy bueno, gracias al trabajo de Páez. Eso
hay que reconocérselo plenamente.  

Lo último para valorar y reconocer dentro de los aspectos
positivos de este semestre tiene que ver con la oportunidad que tuvieron los
jugadores juveniles. Pedro Franco por fin fue titular y sumó (aparte de su ya
exitosa experiencia internacional con la selección) partidos como titular
afianzado en el torneo local. Luis Mosquera fue titular prácticamente todo el
semestre, al igual que Eric Moreno. En menor medida lo fue Omar Vásquez. Todos
ellos hacen parte de la cuota de juveniles que tanto pedíamos en el pasado, el
famoso «futuro del club». La formación de talentos que en un futuro
retribuyan a la institución con su fútbol (como ha sido el caso de Rafa Robayo)
o con una compensación económica, en el caso de ser vendidos. Rafa Robayo es el
mejor ejemplo. Hizo su proceso de formación y consolidación en Millonarios,
retribuyó con fútbol la oportunidad que le dio el club y ahora (lo cual es muy
probable) también retribuya económicamente al club con un traspaso a otro
equipo. Ese, otro de los objetivos de la nueva administración.

Para terminar, no podría escribir un comentario de
felicitaciones por este proceso -que tarde o temprano terminará con el título-,
sin hablar del Gran Gestor (así en mayúsculas). El Hombre que nos devolvió la
ilusión refundida durante tantos años, la Persona que pudo lo que nadie había
podido: eliminar de raíz el cáncer que tenía a nuestra institución sumida en la
más profunda crisis de su historia: la famosa «dupla maravilla». Esa
Persona se llama José Roberto Arango. No sólo saneó y permitió el renacer de
Millonarios administrativa y -¡por ende!- deportivamente, sino fue quien
sostuvo contra viento y marea al Sr Richard Páez. Hecho que el tiempo demostró
ser la decisión más inteligente y que terminará -¡ahora sí no me caben dudas!-
en la anhelada estrella 14.

De la misma manera como se perdió la grandeza a través de
los años, solamente por el mismo camino se recuperará. Y tengo la percepción
que las bases ya están sentadas y que la estructura con el pasar de los meses
va tomando forma. Eso era lo más difícil. Los títulos y las copas
internacionales vendrán por añadidura. Por supuesto, corrigiendo sobre el
camino lo que haya que mejorar. Claro es que no íbamos a pasar de nuestra
pasada realidad (eliminación tras eliminación) a la vuelta olímpica. Los logros
en todas las actividades de la vida se llevan a cabo paso a paso. Mejorando
cada día.  

Antes del juego en Barranquilla varios periodistas hablaban
de inconcebible el hecho de no ser capaces de conservar la ventaja y no pasar a
la final. Decían que de ser así, en Millonarios deberían irse todos, empezando
por su técnico. Curioso que los «periodistas» actúen como hinchas y
que nosotros los hinchas -en cambio- hayamos aprendido la lección y no caigamos
en esos inmediatismos. Hoy incluso el Sr Meluk cataloga despectiva e
irrespetuosamente a los jugadores del Júnior de «mancos». Vale
recordar que es una de las nóminas más costosas del torneo, con varios
jugadores que hacen parte de los mejor pagados de nuestro fútbol. Y que, como
fue el caso anoche del arquero Viera y de Giovanni Hernández, lo demostraron
con categoría. De «mancos» poco tienen. El irrespeto, como es
costumbre, reina.   

Aprovecho para dar las gracias al compañero Azulhastalatumba
por tomar la iniciativa de continuar con el blog de la familia azul. Amablemente
el entrega su tiempo y dedicación a dar vida a ese espacio, sitio de reunión y
debate de la familia azul. Este, como se dan cuenta, no ha cerrado sus puertas,
simplemente han quedado abiertas para entradas más esporádicas, pero continua
siendo una especie de «blog hermano», con otras posturas y otros
puntos de vista, como es normal.

A todos los lectores, a los que hemos vivido este último
tramo de la realidad azul de acuerdo a nuestra manera de ver y sentir el
fútbol, les deseo una muy feliz navidad, a pesar de esta obvia tristeza
momentánea. Estoy seguro que nuestro futuro azul estará marcado por el éxito y
la anhelada estrella 14. Nos despedimos con el habitual, ¡el otro año sí será!

Pero, por encima de todo, vale recordar algo muy importante: esto solamente es fútbol, deporte, diversión. Hay cosas en la vida
que son esenciales, todos sabemos cuáles son, ¡eso para no olvidar!

¡Saludo albiazul!

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