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Por PanzaVidela

A sus 14 años, por allá en los años 80, un muchacho de origen antioqueño hacía 7 kilómetros de ida y 7 de vuelta -siempre a pie- para ir a entrenar a la sede del Deportivo Independiente Medellín. El muchacho tenía un sueño en la cabeza. Quería ser futbolista profesional.  Jugar en la selección Colombia. Ir a un mundial. Todo eso lo cumplió. A punta de sacrificio y de trabajo. Hoy en día, luego de una brillante carrera como futbolista, es la sensación del fútbol colombiano. Como entrenador.

Leonel Álvarez es, sin duda alguna, la revelación del torneo Mustang 2009-II. En la categoría directores técnicos. Que dentro de unos días salga campeón o no, no le quita el galardón. El trofeo de técnico revelación ya se lo ganó.

 Los números de su equipo son impecables. Parecen las estadísticas de una aplanadora alemana en los estadios de Colombia. En el torneo regular -la fase previa a los cuadrangulares- su equipo tuvo un 70% de efectividad. Hizo 38 puntos de 54 posibles. Ganó 12 partidos, empató 2 y perdió 4. Y luego, en plenas finales, tuvo un 77% de rendimiento. Ganó sus 3 partidos fuera de casa. Le arrebató los 3 puntos, en un partido perfecto, al Junior de Giovanni Hernández en pleno Metropolitano. Y eso ya lo dice todo.

 ¿Qué tiene este Medellín que lo pone tan lejos del resto de equipos del torneo colombiano?  Podemos decir que es una mezcla de trabajo muy arduo, de jugadores excepcionales y de compenetración de un grupo. Este Medellín expresa en la cancha la creencia en un trabajo y la creencia en un discurso. El discurso de un equipo unido y solidario, de un grupo de muchachos que unieron esfuerzos y talentos en la búsqueda de un sueño común.

Ese discurso es el mismo que extienden en su tablero de exposiciones  todos los entrenadores de fútbol en todos los torneos del mundo. «Prometemos mucho trabajo», «Vamos a buscar un grupo unido y solidario», «Este torneo vamos por el título». Si fuera tan fácil, cada torneo daría 18 campeones con 18 equipos solidarios y unidos.

Hoy en día todos reconocen las bondades de los jugadores de este equipo.  Del gran arquero que es Aldo Bobadilla, de la seguridad que ofrece Samuel Vanegas en el fondo, del motor del equipo -Jhon Javier Restrepo- y del infalible Jackson Martínez. Ellos eran la columna vertebral del equipo que fracasó en el torneo Mustang 2009-I. A ellos, Leonel le sumó jugadores que han sido definitivos en la interpretación del futbol rápido, disciplinado y efectivo que deseaba. El mundialista juvenil «Pipe» Pardo, Luis Fernando Mosquera -quien venía de la intrascendencia total en el Santa Fe- y César Rivas Chará. Pero más allá de las individualidades, el fuerte de este equipo es su espíritu guerrero y alegre. Interesante combinación. Ese, el sello de su entrenador.

 En estos 90 minutos el Medellín se juega el título. La estrella sería la consecuencia lógica de un trabajo espectacular a lo largo del semestre. Pero, como ya lo sabemos, en el fútbol la lógica no siempre manda.  Además, el rival también ha hecho méritos suficientes para ser un digno contendor.

Sin embargo, y siendo conscientes que sólo el tiempo le dará a Leonel las credenciales definitivas como entrenador de respeto, sí podemos -desde esta tribuna de opinión- enviarle, desde ya, nuestra más sincera felicitación por el auspicioso debut como entrenador. Y porque hinchas de otros equipos, que no nos dieron sino tristezas a lo largo del semestre, hemos podido disfrutar, aunque sea con equipo ajeno, de un fútbol alegre, ofensivo y efectivo, el que todos queremos para nuestro equipo. ¡Al César lo que es del César!

 ¡Saludo Albiazul!

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