Han llegado haciendo ruido o han llegado silenciosos y agazapados la ansiedad y el miedo.
En cada ataque pensé que era el final, pensé que sería muy difícil volver a levantarme o, sencillamente, no tenia ganas de volver a despertar porque se acabaron los motivos, se acabó la alegría, se acabó la esperanza y el panorama se tornó negro y tenebroso.
El miedo se apoderó de mí y me hizo ver enemigos gigantescos e invencibles en cada recuerdo, en cada actividad, en cada pensamiento. Era una lucha intensa y dispareja contra unos molinos de vientos que solo existían en mi cabeza. Y si los dejaba allí, seguirían creciendo y haciéndose más fuertes y más invencibles. No entendía las palabras de amigos, hermanos, familiares, etc., que me decían que hay que pensar positivo, que siempre se debe tener esperanza, que la vida sigue, que «lo que es pa’ uno nadie se lo quita y que si está frío se lo calientan». Eran tantos los consejos… pero yo solo atinaba a pensar: «¿Qué saben ustedes de tener ansiedad o temor a lo desconocido? ¿Qué saben ustedes de haber caído mil veces (o solo una vez) y haber recibido heridas tan profundas, que con solo pensar en que se repita la caída ya el cuerpo, la mente, las emociones y el mismo espíritu tiemblan aterrorizados? ¿Qué saben ustedes de mis ganas de acabar con mi existencia cuando siento que el monstruo de la la ansiedad y la angustia se despierta y quiere agredir nuevamente mi débil ser? ¿Qué saben de mis continuas luchas, de mi soledad, de mis lágrimas, de mi oraciones, de mi introspección en la búsqueda de esa esencia que me pueda liberar de la prisión que yo mismo construí?».
Porque son décadas de lucha contra el monstruo que se aparece en los momentos en los que menos lo espero, que llega para sabotear mis vivencias, y que arriba porque he tratado de convencerme de que todo lo domino, aunque en ocasiones me falta tela de dónde cortar. Hay momentos en los que no ayudan las técnicas de meditación, la música relajante, el contacto con la naturaleza, el reír de forma forzada para convencer a mi mente de que soy feliz. Es cierto que esto puede ayudar en el camino a la recuperación, pero solo sirve cuando uno no ha caído en niveles críticos. Los humanos somos seres sociales, criaturas que por naturaleza necesitan de otras. Y es precisamente la interacción la que nos ayuda a levantarnos de esos niveles críticos; es el calor humano, la mano amiga, los que nos ofrecen ese punto de apoyo que nos permitirá mover el mundo, tanto interno como externo.
Al final supe (o entendí) que la ansiedad y el miedo atacan a tres de cada cuatro personas… y la vida moderna, y la misma tecnología, nos hacen mas sensibles a estos ataques. Lo increíble de toda esta historia es que todos sufren en silencio, la gente no habla de sus angustias, no busca ayuda, no comenta su pesares, no se humaniza. Porque nadie sabe con la sed que otro vive… Entonces tratemos siempre de mostrar nuestro lado amable, nuestra misericordia con el prójimo.
Cada uno de nosotros tiene sus problemas en la vida y piensa que son los mayores, pero si solo escucháramos por un momento lo que aqueja al transeúnte desprevenido con el cual nos cruzamos en la calle, podríamos comprobar que en todas parte «se cuecen habas». Muchas veces ayuda el darse cuenta de que no estamos solos en esto, que ayudando a otros nos ayudamos a nosotros mismos, que escuchando a otro podemos ser esa mano amiga que lo ayude a salir del hueco.
Son, precisamente, las diferentes crisis en la vida las que nos generan estas emociones de ansiedad, angustia y miedo en el diario vivir: desempleo, divorcio, ruptura familiar, separación de la pareja, muerte de familiares o amigos, graves enfermedades, problemas económicos o sentimentales, diferentes tipos de traumas emocionales. Y las crisis siempre existirán, pero si miramos en retrospectiva: muchas veces son lo mejor que nos pueden pasar. Esto lo dijo recientemente un amigo: «Gracias a Dios tuve esa crisis con mis hijos, así pude hablar y aclarar diferentes puntos de vista que nos distanciaban como familia, corregir esas falencias y fortalecer los sentimientos filiales».
Pasar por una crisis es difícil, pero casi siempre salimos de ellas siendo mejores personas, más fortalecidos y más empáticos con los demás. Lo que ocurre es que en las crisis no tenemos tiempo ni voluntad para mirar todo lo que podemos aprender, apenas alcanzamos a buscar la manera de sobrevivir y no pensamos en los grandes premios que nos esperan al final del camino.
linda descripción de lo que ocurre en el mundo interno de quienes padecen ansiedad.Un camino es vivir guiado por los valores y propósitos de vida mas que por las emociones y pensamientos que son los que suelen fallar en los procesos ansiosos.
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Me encanto.cuantas veces pasamos por algo similar. Bello muy bello
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