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Colombia's coach Jose Pekerman reacts during their 2014 World Cup qualifying soccer match against Chile in Barranquilla, October 11, 2013.    REUTERS/John Vizcaino (COLOMBIA - Tags: SPORT SOCCER)

«Pekerman, ¿berraco o boludo?». Así presentaba El Espacio su portada del 18 de enero de 2012. En las páginas interiores del periódico se hablaba entonces de un «Súper Pekerman», el mismo técnico que hoy recibe los impactos de la mezquindad colombiana y que podría irse tristemente del cargo tras la renuncia de Luis Bedoya.

La mugre que rodea a la Fifa y la Conmebol está salpicando sin razón al técnico argentino. La dimisión de Bedoya a la Federación Colombiana de Fútbol a pocas horas de los importantes juegos contra Chile y Argentina dejan ver que la situación, justificada en razones personales, era insostenible. El impacto sobre la selección ahora es imposible de negar. La salida de Bedoya remueve los cimientos de este proyecto. El tufo de corrupción que se olisquea no se acaba con tapabocas.

Pero hay que ser claros y marcar diferencias. Bedoya se apersonó de la tarea de reemplazar a Leonel Álvarez con alguien de renombre y contrató a Pékerman (tras la negativa de Martino), pero el técnico le debe compromiso a la Selección, a un país, más que a un directivo.

Bedoya renunció y son muchos los que están aprovechando para arremeter contra el entrenador y augurar su salida. ‘La mitad del país está detestando a Pékerman’, espetó un personaje de la radio. ¿Eso es verdad? Lo dudo.

Increíble este país de desagradecidos. Los calificativos despectivos están sobresaliendo cuando lo que necesitamos es calma. Algunos que se mienten con sus verdades absolutas no le reconocen a Pékerman su labor sino que ahora atribuyen el éxito de la Selección Colombia en el Mundial de Brasil al superlativo rendimiento de los jugadores. A nada más.

Bedoya, al explicar la salida de Leonel, contaba que en la Federación se habían dado cuenta de que “todo lo que habíamos avanzado se empezó a perder”. Y estamos perdiendo, otra vez. En lugar de estar apoyando a Pékerman, de criticarlo constructivamente si es el caso, estamos haciendo todo lo posible para abrirle la puerta de salida tras la renuncia de Bedoya.

Pékerman nos debe ahora su responsabilidad porque su compromiso ya fue evidente. Cambió la mentalidad de un equipo, acabó con la vagabunda relación de técnicos compinches con la prensa y renovó la fe de un pueblo hacia su mejor símbolo nacional. Su madre murió y aun así se fue a dirigir a Colombia en un horripilante amistoso contra Canadá. ¿Acaso no recuerdan cómo celebro el equipo ese gol de James Rodríguez? ¿Se olvidaron de su cara acongojada cuando sacó del Mundial a Falcao, Amaranto y Muriel? ¿No recuerdan tampoco los ojos de Mondragón cuando él ordenó que entrara a la cancha ante Japón?

Todo esto no es una apología obtusa. Que un empresario cercano al técnico siga rondando la Selección es impresentable. Lo que ha jugado el equipo es muy poco para las expectativas. Pékerman, como cualquiera de los mejores técnicos del mundo, se ha equivocado en convocatorias, cambios y alineaciones. ¿Y? El propio Pékerman nos lo pidió: “Paciencia”. Pretender que no podemos perder ni equivocarnos es una ridícula soberbia.

“Uno tiene que aprender a ser inmune, no sordo”, dijo alguna vez Luis Bedoya sobre las dificultades de su excargo. Pues bien, sería ideal que esto lo aplicara Pékerman. Que, si lo dejan en el Comité de la Federación Colombiana, siga en el puesto. Que con un empate ante Chile y un triunfo contra Argentina, incluso solo con un triunfo contundente ante los gauchos en Barranquilla, estas turbias aguas se calmarán un poco. Que él aceptó el reto de llevarnos a Rusia 2018 y debe cumplirlo.

… Que, por favor, no volvamos a los vicios del pasado. Por favor.

En Twitter: @javieraborda

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