Por estos días que la gente se pelea dizque por el próximo Presidente de la República recuerdo lo que dijo alguna vez el premio Nobel de Paz Adolfo Pérez Esquivel. Palabras más, palabras menos, ironizaba sobre los abrazos que se daba el pueblo argentino tras el título en el Mundial de 1978 al tiempo que la dictadura de Jorge Rafael Videla manchaba con sangre a toda una Nación.
Cosas así de irracionales suelen pasar gracias al fútbol. Este juego es capaz de salvarnos de la cotidiana decepción. Y en Colombia aparece otra vez, a poco de iniciar el Mundial de Rusia, como una excusa para abrazarnos en días caracterizados por la más absurda polarización política.
Incluso en tiempos más estremecedores, la Selección Colombia se convirtió en un remedio a la virulencia característica de nuestra historia. Por un partido de fútbol hasta guerrilleros y soldados dejaron de dispararse en la selva, así fuera solo por un momento.
Así sea en discusiones bizantinas, es mejor hablar de la Selección que pelearse por candidatos o por lo que sus fanáticos expresan. En el panorama actual parece imposible que se abracen los más fervorosos creyentes de Gustavo Petro o Álvaro Uribe, ¿cierto? Si no es porque James hace un gol, parece que en la actualidad los colombianos no somos capaces de abrazarnos en medio de nuestras diferencias, bajo ninguna circunstancia.
Alguien podría decir, con razón, que es estúpido engañarse con un gol y olvidarse de los problemas más graves que tenemos como país. Cierto. Pero quizás la mejor excusa que tengamos para hacerlo sea la necesidad de aferrarnos a cualquier tipo de alegría que aparezca entre tanta tristeza.
Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, criticaba en el documental La Historia Paralela que en la conquista argentina del Mundial del ’78 ‘Mientras se gritaban los goles, se apagaban los gritos de los torturados y de los asesinados’. A diez cuadras nomás del estadio Monumental de River, los perseguidos por la dictadura eran torturados, asesinados.
Es un pésimo ejercicio relacionar el fútbol con la política. También lo es el tipo de comparación que hago en estas líneas. Sin embargo, que valga la salvedad para reiterar que en el caso colombiano es mejor aprovecharse de la Selección para olvidarse de las diferencias que promueven estas elecciones presidenciales y, además, de una parte de la ciudadanía capaz de vitorear a un político y evitar el saludo a un vecino. Tristemente eso es lo que nos está pasando, hasta cuando juega la Selección. Ahí sí, ¡vamos, Colombia! Ahí sí estamos firmes: ¡Vamos con toda, Colombia!
Ñapa: Sigo invitando a conocer y comprar mi libro «El fútbol en boca de todos«. Si el libro no le saca una sonrisa, le devuelvo el dinero 🙂
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