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Por: Ana María Narváez y Julián Gutiérrez*

Desde el 2004, la plaza principal de Fontibón se engalana para ser el nido de familias urbanas y rurales, quienes celebran el alimento alrededor de su Mercado Campesino. Esta es la historia de Efraín Villamil, líder comunal y vocero de los mercados.

Mercados campesinos. Foto: Ana María Narváez

Mercados campesinos. Foto: Ana María Narváez

Don Efraín es un hombre enérgico y de cabello cenizo, que durante 50 de sus 70 años de edad ha trabajado como líder comunal en el barrio El Carmen (Fontibón). Suele contarle a quien lo conoce —rodeado por más de veinte puestos en el Mercado Campesino de su localidad—, que a finales de los 90, junto a un puñado de vecinos, se preguntaron de quién y de dónde venía la comida que consumían. Desde hacía algunos años, su localidad había estado cambiando, pues ya casi no se veían las familias campesinas que llegaban con sus cosechas frescas a alegrar la vida del barrio. “Lo que pasó fue que comenzaron a burocratizar las plazas de mercado y a hacer más difícil que los pequeños productores pudieran participar”, cuenta don Efraín mientras arruga el ceño.

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Efraín Villamil y Betty María Afanador en el Mercado Campesino de Fontibón. / Fuente: www.prensamercadoscampesinos.blogspot.com

Este mismo malestar volvería en 2004, cuando el gobierno de Luis Eduardo Garzón empezaba a diseñar lo que sería el Plan Maestro de Alimentación y Seguridad Alimentaria de Bogotá (PMASAB). Sabiendo que por lo menos el 67% de la comida que llegaba a la capital venía de pequeños productores, ¿cómo era posible que el Plan de alimentación se estuviese construyendo sin la inclusión de las familias rurales? Este descontento llevaría a organizaciones campesinas y comunales a embarcarse en una travesía con causa común: la democratización del alimento.

A manera de protesta, se creó el Comité de Interlocución Campesina y Comunal (CICC), para procurar el diálogo con Garzón. Estos se ingeniaron un Mercado Campesino, buscando visibilizar “las manos detrás de la producción de alimentos que se consumían en Bogotá”. Consiguieron carros prestados y llegaron a tantos municipios de Cundinamarca, Boyacá, Tolima y Huila como pudieron, invitando a la gente a manifestarse. “Éramos tres loquitos desconocidos invitando a los alcaldes municipales a que sus campesinos participaran en un mercado, pero eso sí, con poquita comida porque no sabíamos si se iba a vender”, recuerda don Efraín. El gran día llegó, y el 4 de noviembre de 2004 se instaló, frente a la Alcaldía de Bogotá, un Mercado Campesino con productores de más de 25 municipios, que, en menos de nada, vendió todo.

Sabiendo que por lo menos el 67% de la comida que llegaba a la capital venía de pequeños productores, ¿cómo era posible que el Plan de alimentación se estuviese construyendo sin la inclusión de las familias rurales?»

Lo que inició como una protesta terminó convirtiéndose en una estrategia de sostenibilidad alimentaria atractiva para varios actores. Por un lado, los mercados fueron reconocidos y apoyados por organizaciones como OXFAM e ILSA, así como por la Unión Europea, por ser una alternativa a la concentración empresarial en la cadena agroalimentaria y una herramienta fundamental para la materialización del derecho a la alimentación. Ese reconocimiento significó, para los mercados, una ayuda económica y de fortalecimiento de capacidades por varios años. Por otro lado, no sólo lograron que el PMASAB reconociera la importancia de la economía campesina para el suministro de alimentos, sino que su articulado acogió a los mercados como herramienta de política pública contra el hambre y la seguridad alimentaria distrital.

Las diferencias entre comprar en un mercado, propiamente campesino, y comprar en otro canal de comercialización como supermercados, tiendas, entre otros, son considerables. Los Mercados, al menos los que apoya don Efraín, ofrecen productos limpios, frescos y de calidad, con precios de hasta un 40% más bajos que en las grandes superficies, eliminan gran parte de las cadenas de intermediación, y por ende, pueden garantizar un precio justo a los productores; promueven la economía campesina; buscan protegen la variedad en productos y semillas nativas; y son una experiencia social y cultura enriquecedora que permite interactuar con el productor y su trabajo; entre otras razones.

Lo que inició como una protesta terminó convirtiéndose en una estrategia de sostenibilidad alimentaria atractiva para varios actores»

Sin embargo, a pesar del respaldo institucional del PMASAB, no se fijaron los lineamientos de cómo funcionarían los Mercados Campesinos dentro de la política alimentaria. Por lo tanto, cada vez que llega una nueva alcaldía, inicia la negociación sobre el apoyo. A pesar de que en 2015 los Mercados Campesinos llegaban a 28 parques al mes, sin importar la ubicación ni el estrato socioeconómico, las relaciones con la actual administración distrital han sido difíciles. Solo en el primer año, la administración distrital redujo la participación de las organizaciones campesinas en sus mercados en un 78% y hoy la Alcaldía solo apoya un mercado permanente en la Plaza de los Artesanos y dos mercados itinerantes. Ahora que se acercan las elecciones para la nueva administración de Bogotá, regresa la discusión sobre el futuro de la participación y apoyo institucional a los Mercados Campesinos.

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Efraín Villamil en la rueda de negocios organizada por la Secretaría de Desarrollo Económico de Bogotá el pasado 6 de junio de 2019 en conmemoración del día del campesino. / Ana María Narváez

Bajo este panorama, para muchas organizaciones campesinas y comunales era claro que no lograrían mantener los mercados sin el apoyo institucional. Don Efraín, resuelto a no dejar morir los Mercados Campesinos de su localidad, decidió juntarse con otros participantes que querían mantener el proceso. “Le mandamos a decir a la Alcaldía que íbamos a seguir haciendo los mercados, con o sin permisos (…) aunque durante este año, algunos funcionarios de la alcaldía han sido más receptivos y han quedado en ayudarnos”.

Ahora que se acercan las elecciones para la nueva administración de Bogotá, regresa la discusión sobre el futuro de la participación y apoyo institucional a los Mercados Campesinos.

Este año el Mercado Campesino del parque de Fontibón cumple 15 años de fundación. Como el capricho soñado por don Efraín y los otros comunales, allí abundan productos multicolores, el olor fresco de las frutas, las hierbas y las verduras, y los sabores exquisitos que siguen conquistando el paladar de los vecinos de la localidad. Detrás de cada alimento y artesanía a la venta hay una historia y un campesino dispuesto a contarla.

Cada 15 días en el parque de Fontibón se pueden hacer nuevos amigos que cultivan las verduras más ricas, que enseñan recetas, dan cátedras sobre las propiedades inimaginables que tienen los alimentos, y hacen gala —sin modestias— de sus mejores cosechas.  Cada quincena, como hace 15 años, los compradores pueden encontrar a don Efraín, un hombre que desde sus 20 años ha trabajado como líder comunal en la localidad de Fontibón, buscando junto a sus vecinos la construcción de tejido social para generar comunidades más fraternas y resilientes.

Mientras recorren los puestos de frutas y verduras, verán a un hombre que saluda a lo lejos, que ya empieza a perder la memoria, y que sonríe de manera cómplice mientras señala a una familia en un puesto de verduras y dice: “¿a usted eso no le parece muy lindo? ¡Todos juntos celebrando el alimento!”.

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Fin de semana en el Mercado Campesino de Fontibón. / Ana María Narváez

* Investigadores de Dejusticia.

** Los días de Mercados Campesinos en Fontibón son publicadas en la cuenta de Twitter @mdoscampesinos

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