Si tienes un vehículo propio o eres de esos afortunados que cuenta con una ruta para ir y volver del trabajo, entonces no tienes ni la menor idea de cómo se comportan tus vecinos cuando usan el transporte público de nuestra querida Bogotá. Digo querida porque esta ciudad es de todos, y por esa misma razón tenemos que pensar de manera colectiva. No importa qué o cuál administración tenga el control, tampoco si el transporte público es bueno o malo, costoso o no. Todos podemos contribuir en algo para mejorar nuestra convivencia.
¿Entonces por dónde empezamos? Las respuestas a este interrogante pueden ser muchas, pero aquí solo voy a tratar una que perdimos con el tiempo: la cortesía de ceder la silla en un bus. Aquí incluimos a los caballeros y a las damas que tienen la edad suficiente para ocupar una silla y que por alguna razón olvidaron compartirla. No hablemos del color, para muchas personas, incluyéndome, eso no tiene importancia, si es roja o azul todas se deben prestar para quien las necesita.
Debo confesarles que soy un usuario frecuente de Transmilenio y sus Alimentadores, por eso he vivido casos en los que me sorprende la indiferencia de los hombres e increíblemente de las mujeres, porque son capaces de ignorar a otra mujer embarazada, a los ancianos con un bastón o a un padre con su hija en los brazos. Y por mi experiencia, quiero presentarles a esas personas que casi siempre están junto a nosotros en cualquier bus:
- Los que ignoran la señalización y el color de la silla por preocuparse de su comodidad.
- Los que miran al infinito a través de la ventana, ignorando a todo aquel que busca su mirada para pedirle la silla.
- Los que toman asiento y se duermen instantáneamente.
- Los que pierden su campo visual por usar audífonos gigantes.
- Los que no hicieron la tarea en casa y convierten el bus en un escritorio rodante.
- Los que no pierden de vista su celular desde que toman asiento hasta llegar a su destino.
- Los que por celos no permiten que alguien más se siente al lado de su mejor amigo o su pareja.
- Los que se casaron por lo civil con la ventana.
- Los que creen tener las escrituras de propiedad de la silla que usan.
- Los que creen que son reyes y reinas y su silla en el bus es un trono.
Si conoces a alguien así dile que existe un remedio muy bueno para recuperar la cortesía de ceder la silla, que se puede conseguir en cualquier ciudad del país, no cuesta mucho y no tiene el IVA del 19%, se llama “Ponerse en los zapatos del otro”, es para todas las edades y también funciona contra estos síntomas: Subir al bus sin hacer la fila, sentarse en las escaleras, comer en el bus, gritar cuando alguien los llama a su celular, entre otros.
Por cierto, este medicamento tiene serias contraindicaciones, la más peligrosa es así: la convivencia de todos en el transporte público puede cambiar radicalmente, el efecto del remedio puede llegar hasta esos lugares donde nadie cede la silla, hospitales, bancos, centros comerciales, iglesias y restaurantes. No lo consulten con nadie, ni siquiera con su médico de cabecera. Tomemos una dosis diaria de este remedio para ver en la calle a otro bogotano amable.
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TODO LO DICHO ACA ES MUY CIERTOYO PIENSO QUE QUE LOS 6 ASIENTOS AZULES SON INSUFICIENTES PARA LAS PERSONAS DE LA TERCERA EDAD LAS SEÑORAS EMBARAZADAS O CON NIÑOS DE BRAZOS LA SOLUCION QUE LA MITAD DE LOS ASIENTOS SEAN AZULESY PUNTO.
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muy buen articulo, pero lastimosamente el 05% de la población colombiana que leen el Tiempo son acaudalados o por lo menos ganan mas del mínimo y tienen vehículo propio; en cambio el 95 % restante solo leen el Qubo… conclusión Articulo neutro
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Muchas gracias José, es cierto lo que dices, pero si me ayudas a compartir este artículo con tus amigos, ellos se encargarán de llevarlo a esa población que viaja en transporte público todos los días, como yo. Un abrazo, saludos.
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Todo esto es consecuencia de que en los colegios y en los hogares a los hijos y alumnos no les inculcan las mínimas normas de comportamiento ante los mayores. Falta educar realmente a la gente para este fin.
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Algo que me ha resultado muy curioso en su cultura en sus autobhses, es que muchos ven una silla azul vacía y no hacen uso de ella. Considero que este tipo de personas lo hacen, nada más por no tener que cederla. Estoy seguro que ellos, son los mismos que una vez sentados en una silla roja, adquieren las mismas actitudes que el autor de este blog mencionaba. Cultura colombiana: su propio mal.
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En una zoociedad paupérrima como la colombiana, las sillas por colores es un gran error, justamente por lo de «paupérrima» cultura: aquellos que ocupan una silla roja piensan que la «obligación» es de los que ocupan una azul; caso contrario, los que ocupan una azul, es probable que se conviertan automáticamente en ancianos o discapacitados, por lo que piensen que los que ocupan una roja, sean los jóvenes y/o excelentes condiciones físicas. Infortunadamente, hay que sumar que la ya denostable actitud del típico colombiano del «no me importa nada más que yo». Sería un buen experimento que en todos los autobuses, todas las sillas fuesen azules.
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