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Quisiera que esta discusión fuera más sutil pero no puede serlo, porque un muchacho de 16 años que se suicida cuando las directivas de su colegio lo atacan por su orientación sexual no es un acto sutil. Tampoco es sutil que las directivas de ese colegio hayan optado por un homenaje a su memoria que fue más un insulto.

Tampoco puede ser sutil cuando unos padres usan y abusan de su hija en un video pobremente editado para transmitir su mensaje de odio.

Mucho menos puede ser sutil cuando hay colegios que organizan marchas ‘Por la familia’ y coaccionan a sus estudiantes y familias para que participen en ellas contra su voluntad, o cuando grupos de padres de familia amenazan con votar NO al plebiscito si la ministra Parody no sale de su cargo. Me queda muy difícil escribir una discusión pausada y sopesada cuando hay tanto odio en el ambiente escolar del país… Tanto odio cuando lo único que se está haciendo es pedirle a los colegios que, en sus manuales de convivencia, implementen espacios e iniciativas para que los chicos que se identifican como LGBT se sientan en un espacio seguro. La cartilla sobre la que se han regado ríos de tinta, lejos de ser el material para adultos que algunos dicen, comprende una serie de sugerencias sobre la manera en la que los colegios pueden adaptar sus manuales de convivencia para crear dichos espacios seguros, pero queda en la determinación de cada colegio cómo implementarlos porque el Ministerio NO puede interferir en los manuales de convivencia de los colegios; algo que plantea la pregunta sobre que tan ingenuo (por no decir estúpido o malintencionado) puede ser un docente para creer que una historieta homoerótica puede ser utilizada por el ministerio de educación de un país para sensibilizar sobre temas de género a los colegios del mismo. Lejos de prometer un adoctrinamiento LGBT bajo el concepto incomprensible de ‘ideología de género’, lo que busca el Ministerio de Educación Nacional es pedirle a los colegios del país que estén a la altura de su misión como espacios de formación y protección de los niños y jóvenes a los que acogen.

Sin embargo, el magisterio colombiano ha optado por no entender la importancia de la situación y de su responsabilidad al respecto. Ha optado, más bien, por aprovechar la situación para hacer exigencias partidarias y pedir cabezas de funcionarios, pero lo más preocupante de todo es la pregunta que queda en el aire sobre la idoneidad moral del magisterio colombiano cuando se embarca en un discurso de odio y destrucción de la diferencia… Es inevitable pensar que, con posturas así, el magisterio colombiano no tiene ningún derecho ni ninguna autoridad moral de pedir el respeto cuando sus miembros son absolutamente incapaces de reconocer la humanidad de otros.

 

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