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Soy hijo de un arquitecto boyacense muy próspero y con grandes extensiones de tierra cebollera, a quien no le agradezco otra cosa que unos cuantos pesos que me han servido para poco en momentos en que no los he necesitado. Soy hijo putativo de un negro sin grandes extensiones de tierra, pero inteligente, con varias carreras y especializaciones encima, muy inteligente y próspero, pero pienso que tal vez con ambición hubiera podido llegar a Papa. Tengo dos padres, uno blanco y uno negro, uno biológico y otro putativo.

Soy hijo de dos mujeres, las dos hermosas, mi madre bogotana y mi abuela boyacense criada a punta de papa y rejo me dice ella cada vez que debe llamarme la atención, soy hijo de las dos, a las dos les debo todo lo que soy, todo lo que tengo y todo lo que pueda tener, y todo lo que pueda llegar a ser. En mi casa siempre la mayoría ha sido por tradición femenina, mi abuela, mi madre, mi hermana, mi perra pastor alemán virgen y yo, que estoy entre hombre y mujer, pero creo ser más mujer que hombre, por eso prefiero no recurrir a la democracia dentro de los muros de nuestro apartamento, ahí soy un dictador. Yo soy el que tomo las decisiones más irrelevantes y poco transcendentales, de lo demás que se encarguen ellas, las mujeres de mi casa.

En los países que he visitado, siempre me he encontrado con hombres que me preguntan por las mujeres de mi país, y yo les hablo de mi madre, mi abuela y mi hermana. – si, si,si, ¿pero cómo son las paisas en tu país?­– me preguntó un canadiense, son como mi madre, mi abuela y mi hermana, son hermosas le contesté. ­– ¿es verdad que todas las mujeres en tu país tienen las tetas grandes?­– me preguntó un francés, pues mi madre no las tiene tan grandes, mi hermana un poco si, y mi abuela las tiene como las tienen las abuelas, le contesté. – ¡che! ¿Es verdad que las mujeres colombianas solo quieren efectivo y que si no ténes estas en el orto?  – me pregunto un argentino borracho, y le dije que no, yo no tengo dinero y mi madre, mi abuela y mi hermana me quieren. – ¿verdai que las mujerei colombiana toas son putá weon? – me indagó un chileno, bueno, que yo sepa mi madre, mi abuela y mi hermana no lo son.

Ya el simple hecho que nuestras mujeres colombianas tengan fama en el exterior de putas, interesadas y plásticas es sin duda para mí ofensivo, es insultante, es irritante, no es para menos. Pero más humillante es ver como entre risas y conversaciones desordenadas algunos hombres colombianos se divierten alentando la imagen denigrante de nuestras mujeres en la opinión extrajera. Yo soy amigo de la verdad por dura que sea, por incomoda que resulte, por eso debo reconocer que ese tipo de mujeres si las hay en Colombia, y no es una cantidad mínima, son muchas las que quieren capitalizar a punta del sacrificio sexual, son muchas las que instalan en su cuerpo un centro de atención al cliente personalizado, que busca dejar al cliente complacido a cambio de bonitas y costosas retribuciones por tan dedicada y sacrificante labor. Entonces se hacen no como ellas se gustan sino como al cliente le guste no porque el cliente tenga la razón sino porque es él cliente el que paga. El tamaño de las tetas, la forma del culo, la cintura, la nariz, las orejas, el mentón, el ombligo, hasta el clítoris se lo pueden ahora intervenir mediante una breve intervención quirúrgica por si el cliente quiere reinaugurar el establecimiento dedicado al placer.

En que carajos están pensando los pocos hombres colombianos que toman la tremendamente estúpida posición burlesca y fiestera sobre la imagen de nuestras mujeres colombianas.

Estaba en Uruguay, no recuerdo el día pero recuerdo el frio abusivo y penetrante. Acompañaba a un amigo francés a un lugar donde vivió por una época. En ese lugar tuve la desgracia de conocer a un colombiano desastroso, él tipo decía ser paisa, y tenía ese acento que a mí me irrita con tan solo oírlo a lo lejos, y él lo tenía en frente. Decía ser jugador de futbol, decía ser hombre, decía saber mucho, decía tantas estupideces, una detrás de la otra, parecía una maquina humana de estupideces. La basura de “hombre” intentaba darle lecciones a una manada de extranjeros curiosos por visitar nuestro país, pero no por nuestras montañas, café o playas, sino por nuestras mujeres tetonas, putas y comprometidas con la vida placenteramente facil, él les mostraba como se tenian que vestir para levantar con facilidad, para “culiarse” a cualquier colombiana. Le aseguro que ni mi madre, ni mi abuela, ni mi hermana, ni siquiera mi perra “culiarian” con usted. Le dije al indecente tipo ese. (risa nerviosa y estúpida) ­– ¿y porque no? – me preguntó. Usted es alguien peculiar, tal vez por eso sea le contesté. Pero él no sabe que es ser peculiar, él piensa y relaciona el término con lo único en lo que sus neuronas trabajan, y es en sus ganas enormes de tener sexo con la primera mujer que por desgracia se le cruce por sus narices.

Dentro de mis amigas, las mujeres de mi casa y con las que a diario tengo contacto en Bogotá no recuerdo conocer una de las que menciona el paisa futbolista que conocí en la capital del Uruguay, en mis recuerdos está viva doña Rosita, la señora que me vende cigarrillos en frente de los estudios de radio los martes cuando grabo programa, madre de dos hijos, uno cocinero y otro estudiante de diseño gráfico. Doña rosita me acerca el encendedor con sus manos maltratadas, y no por putiar, sino por lavar ropa por más de 20 años en casas ajenas. Está viva doña Nidia Quintero, la cara y el alma de la Fundación Solidaridad por Colombia quien cada año convoca a la única marcha a la que voy con gusto y ánimo. O una de mis colaboradoras en la recolección de firmas para revocar al alcalde Petro, madre de dos hijos, trabajadora incansable, responsable y honesta, maltraída por un animal infeliz, golpeada por una escoria que dice ser su esposo. En mi memoria están vivas muchas mujeres, con y sin tetas prominentes, gordas y flacas, bonitas y algunas pocas no tan agraciadas físicamente, pero con toda seguridad si mujeres hermosas, completas, irrepetibles y ejemplares.

Escribiendo esto, acostado en mi cama, lejos de las mujeres de mi casa que amablemente me aman, y yo agradecido por tanto las amo de regreso, he pensado que tal vez las mujeres en Colombia necesitan menos hombres colombianos,  tal vez ellas, como evidentemente funciona en mi casa, deberían ser las que mayoritariamente tomen las decisiones más importantes de nuestro país, ellas deberían ser la mayoría en todo, las mejores en todo. Yo quiero ver mujeres colombianas representando nuestro país como ejemplarmente lo hace Toto La Monposina, o Shakira, o la tetona Sofia Vergara, porque es que el problema no es que sean o no tetonas, el problema es que lo hombres las devaluemos cínicamente como miles lo hacen a diario.

De pronto si la mayoría en el congreso no fueran hombres, y además de eso uribistas, de pronto si fueran mujeres independientes, tal vez estaríamos mejor, pienso, tal vez la realidad marcharía a otro ritmo un poco más saludable para nosotros los colombianos.

Giovanni Acevedo

 

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