Hace algunos días los medios de comunicación y el ciudadano de a pie debatían sobre el dilema Uber – Taxi, debido a los hechos ocurridos en la ciudad de Bogotá, donde al parecer, un carro usado para brindar servicio de transporte bajo la plataforma de Uber fue quemado por un grupo de presuntos taxistas, todo en aras de una protesta, dicen ellos “legítima” contra la “ilegalidad” en la prestación del servicio de Uber. Los taxistas alegan la falta de licencias, permisos y seguros en la prestación del servicio de transporte público de lujo, la falta de regulación por parte del Estado frente al mismo, y por ende una competencia que ellos llaman desleal, regulada única y exclusivamente por la “mano invisible” del mercado.
Pese a ello, muchos ciudadanos concuerdan en lo mismo: y es que el servicio de taxi en la ciudad no es el mejor; se sienten inseguros subiéndose a un taxi; algunos otros, tildan a los taxistas de ladrones ya que en muchas ocasiones estos exageran el cobro de una carrera, además de los llamados “paseos millonarios”; la famosa frase “por allá no voy” y la deficiente calidad en el servicio, entre otras. Para infortunio del gremio taxista, el servicio de Uber parece ser más eficiente y de calidad, sabes cuánto vas a pagar y es decisión tuya aceptar la tarifa o no, sabes cuánto tardarás en promedio hasta tu lugar de destino, los carros están siempre en buenas condiciones, puedes calificar a tu conductor después de terminado el trayecto, si tienes algún inconveniente con el pago, la plataforma te genera soluciones de inmediato, te colocan la emisora que desees, y hasta te dan dulcecitos durante el viaje.
Lo anterior, ya todos lo sabemos, en ese sentido, lo que pretendo con esta reflexión es dejar a consideración de todos ustedes, los siguientes puntos:
Primero que todo es importante tener en cuenta que Uber es simplemente una plataforma, y que el servicio, por ende, lo prestan particulares que se inscriben a la misma a través de una app en su dispositivo móvil, teniendo en cuenta esto, es claro que no podemos limitar el uso y disfrute de una aplicación determinada, bajo el supuesto de que estamos en una sociedad donde se deben respetar las libertades individuales, y es el usuario quien decide usarla o no. En ese mismo sentido, es importante para un país como Colombia entrar en la era de la tecnología y la globalización, teniendo en cuenta que por lo menos el 70% de los aspectos de la cotidianidad se están resolviendo y desarrollando en tiempo real a través de la internet.
Por otro lado, es posible afirmar que el servicio de taxi por lo menos en Bogotá es un oligopólico, es decir, que la oferta del servicio la prestan pocos grupos, lo que no da espacio a la competencia perfecta, que es el principio razonable en la libertad del mercado; en torno a ello, es importante mencionar que un “servicio público” debería prestarse en condiciones de competencia perfecta con el fin de que el mismo se autorregule y permita a los demandantes del servicio elegir entre variadas ofertas, en ese sentido, se supone que el Estado sólo debe entrar a corregir aquellos fallos que el mercado no pueda tratar. De todas formas, según declaraciones de algunos delegados y representantes del gremio, ellos simplemente se negarán a tener competencia, aún si el Estado entrara a regular de manera efectiva dichas plataformas. Además, ¡no nos digamos mentiras! Este no es un tema que se encuentre en la agenda estatal, y por tanto no se le va a dar el tratamiento que se requiere, o por lo menos, no por ahora.
En tercer lugar, tanto los conductores de taxi como los de Uber, son ciudadanos de a pie, que, si hacen lo que hacen, es para buscar el sustento diario para sus familias y/o para sí mismos; ¡ambos buscan sobrevivir en la selva de cemento! y finalmente, el único que elige a cuál de los dos generarle trabajo y un ingreso determinado es el ciudadano que demanda el servicio, en ese sentido y dadas las opiniones y sucesos ocurridos, es importante que los señores taxistas se pongan las pilas, se autoevalúen, y comiencen a hacer las mejoras pertinentes.
Para terminar, tenga en cuenta señor ciudadano que por más que las instituciones de justicia no funcionen de la mejor manera en nuestro país, usted ¡no debe tomarse la justicia a manos propias! Entre otras cosas, evitemos generalizar, no todos los conductores de taxi son malos. Y por si acaso: la demanda del servicio de transporte en la ciudad en grande, ¡para todos hay!
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