La parsimonia de occidente frente al fundamentalismo islámico y un mal entendimiento de la tolerancia, han conducido al mundo libre a un escenario de terror, no sólo por los atentados y los miles de vidas que han cobrado, sino, por la pomposa idiotez de muchos líderes políticos que más allá de ser ingenuos o bien intencionados, se convirtieron en instrumentos útiles de los radicales. Ya nada sorprende, hace algunos días – y como ejemplo -, la policía danesa lanzó la campaña «Hug a Jihadi», en español, “Abraza un Yihadista”. Sí, parece un titular de Actualidad Panamericana, The Onion, El Mundo Today u otro medio de noticias ‘fake’, pero no lo es.
Karl Popper, en su ensayo La Sociedad Abierta y sus Enemigos, trató de forma breve, pero profunda, la Paradoja de la Tolerancia, explicándola así, “La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia”. Es así que, en este momento, ser tolerante con los intolerantes sería el acto de torpeza más grande desde que se le permitió a Hitler avanzar con su proyecto nacionalsocialista. El “autoritarismo teocrático” que pretenden imponer las facciones más extremistas del islamismo, es sencillamente incompatible con los valores de occidente, por tanto, mientras representen una amenaza, deben ser enfrentados con toda firmeza y determinación.
Negar que la civilización occidental está fundada en una simbiosis entre el sistema de valores judeocristiano y la cultura grecolatina con todo su bagaje jurídico, filosófico, político, artístico y militar, sería un despropósito. No entender que las instituciones democráticas y las libertades individuales – al menos hasta hoy – sólo se han podido desenvolver plenamente en nuestra civilización, es una actitud procaz e ignorante. Estamos en un choque de civilizaciones como lo plantearía en su momento Huntington. Unas cuantas, completa o medianamente compatibles, y otras, diametralmente opuestas, sin la más mínima afinidad, como es el caso del mundo musulmán y el mundo occidental.
Si hay una sombra de duda, es válido preguntarse, ¿cuántos atentados terroristas han practicado las comunidades cristianas en Irán, Egipto o Catar? ¿Cuántos grupos terroristas han financiado los Estados practicantes del Wahabismo? ¿Cuántos atentados han perpetrado en países cristianos e Israel los yihadistas? Las cifras hablan por sí solas.
En principio, esto nos resulta ajeno, pero Latinoamérica no se escapa a la dinámica. Aunque creamos ver el toro desde las barreras, advirtiendo el problema como un conflicto de nuestros hermanos del primer mundo, ya están aquí. Cabe recordar que la DEA en 2016 reveló que el grupo chiita libanés Hezbollah, tiene nexos con organizaciones criminales en Colombia como la Oficina de Envigado, a quienes Mohammad Ahmad Ammar lavaba dinero, y que en 2012, el colombo-libanés Alí Mohamad Saleh fue designado por el Gobierno de EE.UU. como terrorista global. Tampoco es un secreto que en Maicao y otros sectores de la Guajira se vienen conformando células terroristas, con el auspicio de los países ‘antiimperialistas’ de la región, cuyos mandamases se lucran con dinero mal habido del crimen trasnacional organizado, tales como: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba.
Ojalá (del árabe law sha’a Allah que significa “si Dios quiere”) que el ‘buenísmo’ no nos lleve a la desaparición de la bondad, que el pacifismo no termine por someternos a un modelo opuesto a la paz, que la progresía no nos encause por caminos del pasado y que la tolerancia no nos lleve a perder el pulso con los intolerantes.
Estamos contigo Barcelona.
La Yihad… Son ellos o nosotros.
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Felicitaciones por este articulo. excelente.
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