Tras las pasadas elecciones del 27 de junio, en donde se eligió democráticamente al presidente del Estado colombiano, se recreó en el ambiente una serie de sinsabores y posiciones ciudadanas que dan cuenta del estado actual de la sociedad y la política en el país. Dichas elecciones dieron como ganador a Iván Duque del Centro Democrático, por una suma considerable de 10 millones de votos. Suma, por cierto, histórica, en tanto ha sido de las elecciones con mayor participación en los últimos años. Sin embargo, su contrincante, de la orilla ideológica y política contraria, Gustavo Petro, sumó alrededor de 8 millones de votos, cantidad también considerable en tanto es la primera vez que un candidato cercano a la izquierda obtiene semejante votación en unas elecciones presidenciales. A partir de ello, es importante analizar y sacar algunas conclusiones que se presentarán a continuación.
Con respecto a lo anterior, es importante, como primera medida y premisa de las demás conclusiones, el hecho de que muchos de los que votamos por Gustavo, lo hicimos a razón de lo que él representa, de lo que su discurso impulsa, en general, el voto no fue por Petro (recordemos que el voto debe ser programático y Gustavo Petro no puede ni debe convertirse en un mesías, ni mucho menos en un caudillo), por el contrario, el voto de muchos de nosotros se marcó en los tarjetones porque el colombiano promedio está cansado de lo mismo, está cansado de la corrupción, del clientelismo, de las malas prácticas administrativas, del asentamiento indefinido de los mismos con las mismas en el poder y dirección del Estado, de que sean las mismas familias por herencia quienes tomen el poder, de la pobreza, la desigualdad, y la guerra, entre otros aspectos; en ese sentido, Gustavo representaba el vuelco total en la política de antaño, la tradicionalista, representaba la transformación, y es que realmente, el Estado colombiano con todo lo que esa palabra significa, necesita un vuelco total; ¡Y claro!, puede que Petro no sea el adecuado, eso nadie lo sabrá (por ahora), pero era el único de los dos candidatos que le decía adiós a más de lo mismo, y que logró movilizar el sentir de inconformidad del pueblo colombiano aquel domingo.
El fenómeno Petro, como decidí denominarlo, logró unir incluso a los que no lo considerábamos una opción adecuada para el país, logró vencer miedos infundidos por la derecha colombiana respecto de la una izquierda “castro-chavista” como la que representa Gustavo, hizo que miles de personas en las grandes capitales decidieran decirle no la corrupción (que representa Iván Duque y su equipo, pronto gabinete de gobierno), logró duplicar su votación respecto de la primera vuelta presidencial, logró definir a los indecisos, cambiar la decisión de aquellos que proclamaban el voto en blanco, el acercamiento y apoyo de aquellos que en otras épocas eran sus detractores políticos. En fin, el fenómeno Petro, junto con la inconformidad del pueblo colombiano, logro lo que se creía imposible, unir a toda una ciudadanía en pro de una sola causa: el país, y la paz. Aunque bueno, también se deben contar dentro de estos, aquellos que, por el odio o miedo a un gobierno de Uribe en representación de Duque, decidieron votar por Petro, a pesar de que este último, no los convencía.
Por otro lado, como muchos dicen, el haber perdido la presidencia, no fue una derrota, por el contrario, son 8 millones de razones y más, que representan el inicio de la transformación de la política Colombia, repito: no se trata de Petro, se trata del deseo de construir un país distinto, de la transformación de la política, de una ciudadanía activa y educada; en ese proceso se pude decir que se derrotaron las maquinarias, el voto de opinión en gran parte del país fue el que mando la parada. En definitiva, es el inicio de un gran proyecto político a gran escala de mediano y largo aliento. Amigos lectores, tengan por seguro que las elecciones regionales de 2019 y las elecciones dentro de cuatro años vendrán acompañadas con una ola de transformaciones y relevos políticos / generacionales que le darán la vuelta o, mejor dicho, darán un vuelco a lo que hoy conocemos como la política tradicional, o mejor: politiquería.
Esto es el inicio de grandes cosas para el país, por ahora, se tiene al senador más votado, aquel que, junto a otros, se espera que hagan oposición vehemente en aras del ejercicio de una verdadera democracia en el marco de un Estado social de derecho.
Buena contextualización, sin embargo, sería necesario para la mayor conceptualización del contenido, por parte del lector, reforzar la información poeriodística del salto olímpico hacia Duque que dieron los liberales y conservadores.
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