«Nosotros como ciudadanos tenemos la responsabilidad de cambiar ese modo de pensamiento que históricamente nos ha acompañado».
Uno de los pilares que ha promovido los Estados Unidos para mantenerse como una nación fuerte ante sus enemigos externos e internos ha sido en gran parte el hecho de consolidar una unión para condenar ciertas causas: la corrupción, la criminalidad, el terrorismo; independientemente de la corriente política con la que el ciudadano se identifique. Profesores, activistas sociales, periodistas, empresarios, trabajadores, estudiantes, políticos y la sociedad en general a lo largo de la historia han mantenido una unión ideológica para promover el rechazo a la corrupción y a las acciones terroristas como las del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York o las de Boston el 15 de Abril de 2013. Así mismo, los ciudadanos americanos han promovido valores democráticos y libertarios, por lo cual se les ha considerado como el país de la libertad y la legalidad.
Tomo a Estados Unidos como ejemplo porque espero que la ciudadanía Colombiana algún día ponga en práctica esa lógica. Analizando lo sucedido en las últimas semanas respecto a los asesinatos sistemáticos a líderes sociales, los líos de corrupción del gobierno saliente, la posible inhabilidad de Antanas Mockus para posesionarse en el congreso, los insultos y calumnias entre políticos en el congreso y las reacciones que estos escándalos han tenido como consecuencia en la percepción y la opinión de las personas, muchos ciudadanos han puesto en práctica y les ha funcionado la llamada: doble moral.
No niego que no es tentador caer en el juego de la doble moral. Como Individuos con intereses particulares, siempre tendemos a defender con quienes estemos de acuerdo, o quienes probablemente se acerquen a nuestro esquema de pensamiento y por consiguiente tendemos a atacar a quienes difieran de nuestra manera de pensar, lo cual no está mal, es perfectamente normal y sano en una democracia. Sin embargo, la tentación de caer en esa doble moral a la que me refiero, no parte de la normalidad de defender nuestros intereses, parte de una pasión que hemos puesto en la política, parecida o igual a la que ponemos en un partido de fútbol.
Un ejemplo para ilustrar la situación, es que parte de la argumentación para defender o justificar el accionar de algún grupo delictivo, llámese paramilitar o guerrilla (FARC, ELN, EPL), ha sido el acercamiento de la ideología de ese grupo a nuestro pensamiento. Entonces desde allí condenamos con mayor firmeza el accionar de los paramilitares y somos más condescendientes con el accionar de la guerrilla o viceversa dependiendo de la corriente política desde donde veamos la situación. Esta recurrente tendencia no es práctica de un solo sector de la población, por el contrario toda la ciudadanía típicamente hace lo mismo, desde los políticos, hasta los periodistas, académicos, empresarios, activistas sociales, trabajadores y estudiantes, desde sus profesiones tienden a justificar acciones que deberían condenar, por el hecho de que quién las comete se encuentra en su misma línea ideológica.
La violencia en Colombia, ha encontrado un refugio en quienes la justifican, la corrupción ha encontrado la excepción en quienes no la condenan de la misma manera dependiendo de donde venga. Entonces, terminamos pensando que quien empuña un arma pero tiene unas convicciones parecidas a las mías no es tan malo como quien también empuña un arma pero se opone a mi pensamiento, terminamos pensando que las víctimas de los paramilitares son diferentes a las víctimas de la guerrilla, terminamos pensando que si el político de «mi» partido cometió una irregularidad tiene justificación porque no es tan grave como si el político de oposición a mi partido la cometiese.
Como consecuencia de ese pensamiento contradictorio de justificación y condena a quien nos conviene, terminamos condenando de la manera más fuerte a los líderes políticos de ideología opuesta a la de nosotros y terminamos tomándonos como personal las críticas que se le hacen a quienes apoyamos o admiramos, tan pasionales como si se tratara de un partido de futbol. Esto hace la discusión política mucho más sencilla para los políticos ya que siempre tendrán un enemigo, que desgraciadamente para la ciudadanía, ese enemigo no será ni la violencia, ni la corrupción, sino la violencia de X grupo y la corrupción de X político.
Nosotros como ciudadanos tenemos la responsabilidad de cambiar ese modo de pensamiento que históricamente nos ha acompañado y ha justificado un sin número de luchas, tenemos la responsabilidad de condenar con la misma determinación a unos enemigos claros: la corrupción y la violencia independientemente de donde vengan; tenemos la responsabilidad de tener compasión por las víctimas vengan de donde vengan y de proteger la institucionalidad de nuestros líderes políticos, por qué son ellos quienes representan a sectores de la población.
Hace poco leí una frase de Lee Kuan Yew, ex Primer Ministro en Singapur, «Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares», tengo la convicción de que, si como ciudadanos, queremos derrotar la corrupción y la violencia tenemos que hacer un pacto generalizado alrededor de estos temas. Porque de lo contrario, esa doble moral ciudadana muy común en Colombia, se convertirá, si no es que ya es, en una manera recurrente de ver las situaciones políticas donde terminaremos enfrentados unos contra otros y todavía sin la construcción de un rechazo colectivo a los grupos criminales y a los actos de corrupción.
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