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Leonardo Urrea

¿Líderes Sociales? Sí, Líderes Sociales

Por: Leonardo Urrea

La pregunta del título es importante para una minoría de los casos, pero no para el problema colombiano actual. En el periodo reciente han asesinado personas en las regiones que luchan contra la corrupción, el micro tráfico, y contra cuanto maleante que afecta a la ciudadanía. En este artículo me encargo de analizar cuáles son las consecuencias principales de estos asesinatos.

En las condiciones de seguridad actuales para la libertad política, todos perdemos, pero sobre todo se complica el proceso de consolidación económica y social en el país. Al respecto, se han manejado dos narrativas bastante nocivas para la solución del problema. Narrativas politiqueras que apelan al odio y ponen de manifiesto intereses particulares de corto plazo, no una voluntad irrestricta para proteger la libertad de expresión y de oposición.

Por un lado, hay quienes minimizan el asesinato de líderes en todo el país, solo por el hecho de que algunos no eran líderes, sino disidentes vinculados con bandas crimínales, haciendo una generalización burda y obviando que existe un problema. Según cifras de la Defensoría del Pueblo (https://goo.gl/LXQ6qs), la mayoría son líderes de restitución de tierras, y, dicho sea de paso, no hay proceso de desarrollo integral y modernización con violencia.

De otro lado, una narrativa de oportunismo político, ha culpado al presidente electo, cuando éste ni siquiera se ha posesionado, y por consiguiente no tiene las herramientas del Estado para actuar de inmediato. En esta narrativa, se ha utilizado de forma superficial un asunto que tiene unas causas más profundas, que van al centro de los problemas económicos, sociales y políticos de nuestro país, y que muchos esperamos solucionarlos en lo que queda de la primera mitad de este siglo.

Las causas de la violencia y del conflicto en Colombia se pueden sintetizar (abusando de la simplificación) en: marginalidad, discriminación y pobreza. Estas tres condiciones abren las puertas a la ilegalidad económica y no permiten que la democracia funcione bien. Lo cual perpetúa la ineficiencia del Estado para generar condiciones de desarrollo económico, justificando la caza de rentas ilegales, y dejando a la juventud de nuestro país en manos de estructuras de sujetos cuyos valores se tornan alrededor del dinero mal habido.

La solución de estos problemas, si se quiere atacar de raíz, viene con la provisión de bienes públicos y fundamentalmente con un cambio cultural en las esferas de la familia y la política. Esto no solo apoyaría el proceso de desarrollo económico, sino que aliviaría la situación de pobreza que incentiva las filas de las bandas criminales.

Tenemos entonces, por una parte, una sociedad carente de oportunidades que le abre la puerta a la criminalidad. De otra, la demanda de inversión pública para empresarios y ciudadanos es acallada con violencia y muerte, haciendo a su vez que el sistema básico de la democracia, no funcione. Me explico: cuando una persona ve que alguien de su municipio está actuando en contra de su comunidad, la reacción inmediata de este es acudir a la violencia. Es decir, la primera opción de nuestra sociedad para resolver conflictos es violentar al otro. Estamos en una trampa que requiere la máxima atención: por un lado, unas causas estructurales del conflicto, y por otro, la violencia que no permite resolver tales causas.

¿Por qué requiere tanta atención? Porque al no solucionarse la tensión social y económica que genera la falta de oportunidades, se abren aún más las puertas al auge del crimen organizado en el corto plazo, y en el mediano plazo se le abre paso a soluciones populistas dictatoriales que pueden desembocar en la destrucción misma de la economía colombiana y de nuestro Estado de Derecho. Así pasó en Venezuela con Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro. Al respecto recomiendo este documental (https://www.youtube.com/watch?v=CzTtqmc5Uvg) que relata cómo fue el proceso de destrucción de la economía venezolana, la cual, en menos de 4 años, se ha reducido a la mitad. Por esto el problema requiere toda la atención, porque nuestra democracia, aunque imperfecta, merece ser cuidada y mejorada.

Para finalizar, quiero sintetizar las consecuencias nefastas del asesinato de líderes en Colombia:

  • Perpetuación de corrupción y actores ilegales en órganos de poder;
  • No solución a los problemas que generan el conflicto en su raíz y no permiten el desarrollo económico que elimine la pobreza y mejore la calidad de vida de los colombianos;
  • Los mejores colombianos, los más brillantes y con espíritu público, temen por su vida, haciendo que, en la política, no entren los más capacitados, sino los más valientes (que terminan muertos o desaparecidos).

Gran trabajo el que tenemos los colombianos hoy, mañana y lo que nos queda del siglo XXI.

 

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