Colombia es un Estado declarado laico, es decir, las decisiones de gobierno no deben estar sujetas a las opiniones de la iglesia (cualquiera que fuera) como lo era en épocas postreras. Sin embargo, en pleno siglo XXI este principio parece no ser aplicado en el país, preceptos religiosos intentan de alguna u otra manera entrometerse en las decisiones de gobierno tal como en el debate sobre aborto, el matrimonio igualitario, la adopción de parejas del mismo sexo, la implementación y aceptación de la eutanasia y hace pocos días: la simple y libre decisión de escuchar un tipo de música u otro.
Esto último hace referencia a la intervención del concejal de “la familia” Marco Fidel Ramírez, cuyos electores son de naturaleza cristiana y por tanto llego al Concejo en representación de ellos; dicho concejal (muy mediático él) decidió comenzar un debate público por redes sociales y en el mismo recinto del Concejo sobre la conveniencia o no de la presentación de la banda sueca de black metal Marduk en la ciudad de Bogotá, según él dicha banda “corrompe a millones de jóvenes alrededor del mundo” y por tanto invitó a cerrarle las puerta y a prohibir su presentación en la ciudad el próximo 5 de octubre del presente año. Afirma también, que es una banda satánica y blasfema que atenta contra los cristianos y en general, contra los creyentes en Jesús; para él, al igual que algunos congresistas como María del Rosario Guerra, “la banda profundiza la discriminación, incita a la violencia, al odio e irrespeta los principios y la fe de la mayoría de los colombianos”.
Escuchando el mensaje de sus letras, se puede afirmar que la banda efectivamente interpreta música cuya letra va en contra de los principios y la fe cristiana. Sin embargo, me pregunto ¿es esto razón de debate en nuestras corporaciones públicas (Concejo y Congreso)? Teniendo en cuenta la cantidad de debates que sí deben estar en la palestra pública y que no nos remiten a la edad media como lo hace el pseudo debate en cuestión: donde pensar distinto era “pecado”; sugiero que a quien no le guste dicha banda, que no la escuche y que no vaya a su concierto, pero prohibirle la entrada es atentar contra el Estado social de derecho que dice ser Colombia, e incluso puede ser más discriminatorio y contra el derecho a la libre personalidad que lo que supuestamente la banda viene a hacer al país.
¿Acaso está la banda o sus seguidores yendo a las casas de cristianos a ofenderlos y maltratarlos física o emocionalmente? La respuesta es NO; simplemente, si ellos o sus familias no les gusta su música, no la escuchen, pero tampoco le impidan a su público en aras de la libertad, escucharla y disfrutar de esta. Además, en torno a ello hay un discurso implico: los metaleros, rockeros o “mechudos degenerados” (como suelen llamarlos aquellos que se creen pulcros moralmente) son pecadores, drogadictos, y vagos, entre otros calificativos; no es únicamente la banda lo que ellos juzgan moralmente, sino también a todos aquellos quienes escuchan su música o música similar; en definitiva, quienes discriminan y tienen un discurso poco incluyente son ellos: aquellos que creen tener la moral intacta. ¡Qué vergüenza tener dichos debates en pleno siglo XXI!
Algunos me decían: “y si viene una banda que atente verbalmente contra los derechos de la población LGBTI ¿ahí sí sería válido prohibirles la entrada?” Yo les dije: “por supuesto que no: si hay público para dicha banda que vayan y los presencien, si a la población LGBTI se siente agredida, que no los escuchen.” En ese sentido, sancionemos públicamente y prohibamos el reggaetón, este atenta contra la mujer y la menosprecia, pero tiene público y en una sociedad donde el capitalismo impera (las libertades y la racionalidad del individuo es diversa), dichas reglas de conducta en sociedad se deben respetar en aras de la democracia, la diferencia y la diversidad. El caso es, como dijeron por ahí: ¡a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar!
Gracias a “mi dios” y contra todo pronóstico la banda se presentará en la ciudad y sus seguidores podrán verla y disfrutar de su música. A propósito, escuché su música y poco o nada me agradó, pero si hay personas a quienes les gusté y se les respete dicho gusto, estaré complacida porque me hacen sentir en un pedacito de Estado que respeta las libertades y protege los derechos de sus ciudadanos.
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