El paro de maestros le recordó al país entero que el sistema educativo público, es decir, el de todos los colombianos, hace rato está en crisis, así como muchas de las otras instituciones y el Estado mismo.
Para los que trabajamos y acompañamos de cerca la educación pública sabemos que sobran las razones para expresar, desde el escenario de la manifestación social, el inconformismo y el desaliento frente a lo que sucede todos los días en nuestras escuelas. Por esta razón, la protesta, que se encuentra en el plano de los derechos, es la reafirmación de que la educación es también un acto político.
Ya lo decía el pedagogo latinoamericano Paulo Freire en su texto ‘Pedagogía de la Esperanza’: “El acto de educar y de educarse sigue siendo en estricto sentido un acto político… y no sólo pedagógico”.
Por sentido político se pueden entender muchas cosas, más en una sociedad como la nuestra donde lo político produce escozor y desconfianza; lo fundamental del mensaje está en que, quien educa y quien se educa en un sistema democrático, está llamado a tomar decisiones y para ello, se necesita participar de la vida pública y política del país, a través de los medios y escenarios con los que cuenta un sistema político democrático.
Muy posiblemente esta ausencia, así como el desprestigio sobre el interés y la importancia que tiene la dimensión política en la educación, conlleva a tener el sistema educativo que tenemos, en el que la mayoría de docentes tengan que educar en condiciones paupérrimas e indignas tanto para ellos, como para nuestros niños y niñas.
Para los docentes y las directivas comprometidas con la educación pública, su día a día se antepone como un reto para afrontar las problemáticas de todo tipo: infraestructura pésima e insegura sin la dotación necesaria, falta de material educativo, aislamiento, incomunicación, olvido, falta de modernización, entre otras. Problemáticas que afrontan nuestros niños cada mañana o tarde en la escuela por seis horas, creciendo en un ambiente y cultura donde lo que está mal es lo normal y su solución solo depende de otros…
Añádanse otras problemáticas de tipo social, de las cuales también es receptora la escuela. Me refiero a esas aulas donde los estudiantes llegan con hambre, en estado de descuido, necesitados de afecto, con problemas de aprendizaje, de comportamiento, con rasgos de abuso o violencias, cuyos males se originan en los hogares fragmentados de los que provienen.
En este escenario lamentable y vergonzoso, la escuela se convierte en una segunda casa para muchos niños y niñas que, pese a esas condiciones, se esfuerzan por rehacer sus vidas agarrándose de la única esperanza que es la escuela, uno de los pocos lugares donde son tratados con dignidad y son reconocidos como seres que piensan y sienten.
Si esta humanidad reconocida en muchísimos docentes del sector público fuese acompañada por mejores condiciones, de seguro que ayudaría a mejorar las condiciones de esa mayoría pobre a la que educan, porque en manos de la educación pública está la población marginada y con restringidas oportunidades.
Esta razón debería ser más que suficiente para que el Estado, con sus distintos gobiernos, otorgue los recursos financieros, tecnológicos e innovadores a las que tienen derecho las escuelas. En un trabajo conjunto con la ciudadanía y otros sectores sociales y productivos, garantizar el derecho a la educación en condiciones de dignidad y respeto, tanto para estudiantes como para sus docentes ya sea del sector rural y/ o urbano, sin importar el color político.
El paro de educadores tiene un alto sentido dignificante y dignificador. Observar, escuchar a los maestros y maestras haciendo pedagogía social con distintos actores sociales y políticos del país, caminando en las calles, a bordo de buses, en estaciones, enfrentando los rigores de lo que implica una marcha y el liderazgo social en Colombia, es la expresión de poner alto nivel la defensa de lo propio y de lo que pertenece al bien común.
Confío, como colombiana, que estas movilizaciones no deben finalizar cuando se levante el paro. Nosotros necesitamos movilizarnos más por lo que realmente nos pertenece y nos define como nación: la educación pública, la educación de nuestra infancia y nuestra juventud.
Como sociedad civil nos quedan muchas tareas pendientes, una de ellas es eliminar de nuestro imaginario que el paro de cualquier sector de la ciudadanía es malo. Nos han implantado una idea errada frente a la marcha y la protesta. Es a los sectores de poder a quienes no les interesa parar, y rechazan toda expresión opuesta a sus intereses.
Parar y protestar no es malo. La protesta, como lo expresaría Paulo Freire, es la respuesta al efecto de la normalización del irrespeto a lo público. Vivimos lo que Freire llamó en los años sesenta “La democratización de la desvergüenza”: aquella que “se ha adueñado del país, la falta de respeto a la cosa pública, la impunidad, se han profundizado y generalizado tanto que la nación ha empezado a ponerse de pie, a protestar”.
La mayoría no entiende que es educación, ya ahí no hay discurso, hay agresividad. Enterense: En Finlandia la educación pública la básica y bachillerato, las universidades son públicas. Hay almuerzo y los textos son gratuitos. Los profesores tienen capacitación de alto nivel gratuita y permanente. Lean sobre Corea, Japón, China y Singapur. Después con argumentos, analicen y comenten para construir no para destruir.
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pura y fisica m…..profesores mediocres….
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“Un país que destruye la escuela pública no lo hace nunca por dinero, porque falten recursos o su costo sea excesivo. Un país que desmonta la educación, las artes o las culturas está ya gobernado por aquellos que sólo tienen algo que perder con la difusión del saber”: estas palabras de la filósofa italiana Gabriella Giudici adquieren vigencia en el contexto actual de Colombia. Es una contradicción flagrante que, como estado, exhibamos la palabra educación (o educada) en las señas particulares que nos identifican frente a las demás naciones, pero que en la práctica no destinemos los recursos para que esa palabra se vuelva realidad concreta.
¿Hasta cuándo se iba a seguir aplazando la defensa del sistema que educa a la mayoría de la población? La lucha del Magisterio no solo es justa, sino necesaria y de una pertinencia histórica insoslayable. Lo que a estas alturas no se justifica es la indiferencia y el menosprecio con que la mira el resto de la población, que es precisamente la primera beneficiada de tener un sistema educativo robustecido y marchando de la mejor forma.
De acuerdo, pues, con Yolima: Las movilizaciones no deben finalizar cuando se levante el paro. Debemos movilizarnos, en el sentido más amplio de esa palabra y en todos los escenarios que ofrezca la sociedad, por que lo que está en juego es el futuro de los niños y jóvenes que, si hoy tienen poco, mañana tendrán nada.
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Citar al pontífice Paulo Freire me hizo abandonar esta lectura. Leeré cuando haya UNO SOLO que libre de fuertes sesgos políticos explique por qué hay que vaciar toneladas de billetes extraídas de los demás sobre el magisterio a cambio de ni siquiera purgar las verdaderas falencias del sistema educativo (burócratas, proteccionismo a delincuentes juveniles, adoctrinamiento político en las aulas y con sesgo)
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La falsa aureola de Apóstoles abnegados de la educación, no les cuadra. Solo hemos podido presenciar su actitud estólida y de espaldas a la realidad nacional. Muchos dizque maestros, ese título les queda grande,tienen mayores privilegios que el resto delos colombianos. Y son ellos quienes pueden propiciar si se dedicaran a trabajar , por medio de la educación el verdadero cambio. Se refiere por ejemplo a infraestructura pésima; eso no es cierto en todos los casos. Un buen maestro trabaja con lo que tiene.Jesús y Sócrates impartieron sus enseñanzas al aire libre y son plenamente recordados. Ustedes profesores, no maestros justifican su mediocridad en falsas excusas. FEJODE: Federación de Jodedores E
Desocupados.
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El derecho a la protesta es legitimo, siempre y cuando no se afecten los derechos de los demás. De lo contrario resulta siendo una contradicción. Yo, para revindicar mis derechos, no puedo vulnerar el de los demás. Pero en esta asunto también cabría la reflexión, sobre la calidad de los maestros. Seguramente habrán aquellos que aún se creen como portadores de la verdad revelada y única, anulando de esa manera cualquier posibilidad para el disenso y para la formación de individuos verdadera críticos.
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Lo importante es que no se disfrace las pretensiones personales con las necesidades humanas. En muchas ocasiones queremos parecernos a los países nordicos como Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia y Finlandia. Pero, solo en lo referente al cobro de los impuestos por parte de la clase política. Y la clase trabajadora en ese punto no esta de acuerdo, puesto que, éstos países tienen una alta carga impositiva en los trabajadores, aun cuando estos países tienen un alto contenido de subsidio en múltiples aspectos sin lesionar la propiedad privada.
Hoy, nosotros vivimos en escenarios de desconfianzas mutuas, nadie confía en nadie. A los ojos del otro, todos los demás hacen parte de un grupo de delincuentes que solo buscan el beneficio económico. Nos olvidamos que la otra persona de la cual tenemos esa creencia, piensa lo mismo de nosotros. Confiar en que los maestros tienen razón, debe ser una premisa. Confiar en que los maestros, están preparados para inundar en conocimiento a la población de niños, niñas, infantes y adolescentes; no creo. No solo debe haber por parte de los maestros unas exigencias, ¡seguramente justas! Debe existir compromisos. Si nuestra sociedad, presenta unos lamentables síntomas de desparpajo de sociedad que todos hemos construido y que por desgracia en el mundo nos conocen como una sociedad de poca confianza, la cual tanta narconovela ha ayudado a cimentar para que nos vean como narcotraficantes, comercializadores sexuales, ladrones. Entre algunos conceptos que personas de algunos países piensan de los colombianos. Quien si no los maestros pueden y deben ayudar a transformar nuestra sociedad, ¿como exigirles una participación activa en la construcción de una nueva cultura colombiana?
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Al ignorante y vulgar puede escribir gracias a un maestro que le enseñó.Lástima que solo sacó lo malo y no es capaz de analizar la profunda crisis de nuestra educación dirigida por una ministra que de docencia no conoce nada y eso que es esoecialista en solución de conflictos
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Fecode de mierda. Fecode corrupto. Paro chimbo. No tienen pq bloquear tm y afectar a los trabajadores. Profesores desgraciados malditos
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Excelente articulo, muy apropiado para el momento de crisis que vive la educación en Colombia, Ud muy bien lo dice: La educación es asunto de todos.
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